La reunión sobre cambio
climático (COP17) en Durban concluyó con un resultado fatídico: ya no
existe algo que se pueda llamar un régimen global sobre cambio
climático. En esta conferencia se desmanteló lo que quedaba del
Protocolo de Kioto. Ese tratado adolecía de muchos defectos, pero por lo
menos consagraba el principio de obligaciones vinculantes para los
países que más han contribuido a generar el problema del cambio
climático. El PK expira el año entrante y no tenemos ya nada con qué
remplazarlo.
Para empezar, la idea de negociar un tratado con compromisos vinculantes para 2015 representa un atraso extraordinario en el tema del cambio climático. Los científicos ya nos han alertado sobre la necesidad de estabilizar la acumulación de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera. Casi existe un consenso entre los científicos sobre la necesidad de mantener un nivel de 350 partes por millón de CO2. Alcanzar ese nivel lo antes posible es considerado necesario para mantener el cambio climático global en el rango de hasta dos grados centígrados. Ya de por sí ese aumento de temperatura tendrá serias consecuencias para la agricultura mundial (en especial en los países pobres), eventos meteorológicos extremos más frecuentes, elevación en el nivel de los océanos, sequías e inundaciones más severas, deshielo de glaciares, etc.). Pero parece que permitiría evitar una catástrofe aún mayor.
Lo realmente grave es que en 2010 se alcanzó el nivel de 389 ppm y un regreso a las 350 ppm se antoja casi imposible en las condiciones actuales. Es decir, para cuando comenzó la reunión de Durban ya era tarde.
Eso no es todo. Estados Unidos, con su habitual arrogancia, ha anunciado que una de las características claves del nuevo acuerdo (para 2015) será la verificación. Aquí no se trataría de llegar a acuerdos como el de Kioto, donde el inventario nacional de emisiones de cada país era tomado como un documento fidedigno sobre la generación de gases de efecto invernadero. Nada de eso. Para Estados Unidos el nuevo acuerdo tendrá que tener un régimen de verificación para evitar que algunos países hagan trampas. Por supuesto, la arquitectura de ese sistema de verificaciones será algo complicada. Pero además, habrá que ver cómo reciben esta noticia países como Brasil, China e India, que el nuevo acuerdo buscaría incorporar. Esas negociaciones se van a poner muy difíciles. Quizás eso es precisamente lo que busca Washington.
Sobre el Fondo verde para el clima hay que decir que los 100
mil millones de dólares que contempla ese fondo serán brutalmente
insuficientes para hacer frente a las necesidades de los países
subdesarrollados. Pero, más allá de eso, esa cifra ni siquiera ha sido
depositada o entregada. Por el momento todavía se trata de promesas.
Para información detallada véase www.climatefundsupdate.org.
Por otra parte, buena parte de las negociaciones en Durban, y del
acuerdo final, tienen que ver con la administración de esos recursos.
Estados Unidos insistió durante la mayor parte de la conferencia que el
fondo debería ser manejado por el GEF en el Banco Mundial. Esa fue una
maniobra de negociación para buscar concesiones sobre otros aspectos del
acuerdo. Al final se aceptó que el manejo del fondo estaría bajo una
oficina en el marco de la Convención marco sobre cambio climático de las
Naciones Unidas. Pero en el nuevo acuerdo de 2015 todo puede cambiar.
Como tiro de gracia, Canadá anunció un día después de la COP17 que se
retiraba unilateralmente del Protocolo de Kioto. Su proyecto para
explotar las arenas bituminosas de Alberta ya no tiene ningún obstáculo.
Muy malas noticias en materia de cambio climático y testimonio de un
colosal fracaso alrededor de la Convención marco sobre cambio climático.
Para los países más pobres del planeta, y en especial para África, el
resultado de la COP17 es un insulto. Es testimonio de la arrogancia y
cinismo de los países poderosos. A la codicia de Estados Unidos y Europa
en África, ahora hay que sumar la de China y hasta Brasil, que ya
implantan nuevos mecanismos de dominación y de saqueo de recursos. A la
violencia asociada a estas incursiones, ahora hay que añadir la del
cambio climático. África es el continente que más va a sufrir por el
aumento de la temperatura global. La trágica ironía es que aquí es donde
se terminó de hundir el régimen global sobre cambio climático.
Alejandro Nadal
La Jornada
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