martes, 6 de diciembre de 2011

Cumbre del Clima. Durban: "Lamentable espectáculo"

A unos días de que concluya la Cumbre del Clima en Durban todo apunta a que no habrá acuerdo entre los 195 países asistentes a fin de salvar al planeta de las consecuencias del cambio climático. La suerte de esta reunión la definieron los dos mayores contaminantes, China y Estados Unidos. El representante de nuestro vecino y socio comercial, Jonathan Pershing, dijo que cualquier acuerdo de reducción de gases de efecto invernadero que remplace al Protocolo de Kyoto debe implicar por igual a los países desarrollados y a las economías emergentes. Ésa sería la única manera de que la potencia del norte apoye un compromiso de ese tipo. Lo anterior, en clara referencia a China, India y Brasil, por ejemplo, que no están obligados a reducir las emisiones de dióxido de carbono (CO2), en tanto 40 países industrializados (destacadamente los que integran la Unión Europea) ya toman medidas efectivas de reducción, aunque no suficientes.
 
En pocas palabras, a la hora de los compromisos, los grandes emisores encuentran pretextos para eludirlos. El caso más patético es el de Estados Unidos, cuyo poder legislativo se ha negado a ratificar el protocolo. Pero no lo son menos Japón, Rusia y Canadá, que se sumaron a la exigencia de que China y Estados Unidos adopten seriamente la tarea de reducir la generación de gases de efecto invernadero por ser origen de la mitad de ellos. El ministro del Medio Ambiente de Canadá, Peter Kent, sentenció que el protocolo es cosa del pasado, y haberlo firmado, grave error del gobierno anterior de su país. Muy distinto piensa Brasil, la gran economía emergente de América Latina, que sostiene la necesidad de proseguir con dicho acuerdo, con las mejoras necesarias, por ser herramienta esencial en la lucha contra el calentamiento global.

En cuanto a China, deshoja la margarita un día sí el otro no en cuanto a Kyoto. Pero la verdad es que no reducirá sus emisiones y mucho menos ahora que su crecimiento económico va a la baja y enfrenta el descontento social de quienes laboran en el sector industrial. Además, de solidarizarse con aquellos países del tercer mundo que hoy la abastecen de materias primas y no desean asumir obligaciones mayores en beneficio de la lucha contra el calentamiento global.

Mientras las grandes potencias buscan pretextos para no adoptar las medidas urgentes que requiere el planeta, mientras el Fondo Verde (tan festinado por el gobierno del licenciado Calderón) sigue en veremos, se dan a conocer datos que muestran la gravedad de lo que produce el calentamiento global. Como el presidente de Sudáfrica, país sede de esta cumbre, al señalar que para millones de personas en África el cambio climático es una cuestión de vida o muerte. O la Alianza de Pequeños Estados Insulares, que considera que esperar unos años más (2015 lo más próximo) para llegar a un acuerdo internacional que remplace a Kyoto, tendrá consecuencias catastróficas para los integrantes de la alianza.

La propia Unión Europea reafirma que no hay tiempo que perder, pues cada vez hay más víctimas debido al calentamiento global. No solamente en los países pobres, donde la sequía, el calor intenso y las inundaciones acaban con cosechas y hogares, sino también en las economías industrializadas, que no escapan a los fenómenos extremos de las altas temperaturas y las lluvias torrenciales. Pero además, cuando el cambio climático no respeta fronteras geográficas e incluye la proliferación de enfermedades, hambrunas, crisis en la producción, precio y distribución de los alimentos y migración masiva de población. Y cuando los países industrializados ( y otros que no lo son, como México) continúan con su derroche energético, destacadamente de hidrocarburos.

Arthur Runge-Metzger, el negociador principal de la Comisión Europea en Durban, puso el dedo en la llaga al decir que cada año miles de personas se reúnen con poco éxito en algún sitio del planeta para tratar de avanzar en la lucha contra el calentamiento global. Que si las cosas continúan así la gente perderá la confianza en este circo ambulante. Lo grave es que la gente no hace lo suficiente para evitar el lamentable espectáculo que ofrecen los pocos dueños del circo.

Iván Restrepo
La Jornada
http://www.jornada.unam.mx/2011/12/05/opinion/022a1pol

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