El mundo financiero continúa de fiesta pese a que
los indicadores económicos no acompañan en el Reino Unido: el nivel de
vida cayó por quinto año consecutivo y el desempleo es el más alto desde
1994.
El Reino Unido roza su segunda recesión en tres años, tiene el
porcentaje de desempleo más alto desde 1994 y su nivel de vida cayó en
2011 por quinto año consecutivo, pero en la city la fiesta continúa. Es
cierto que los banqueros no gozan del favor de la opinión pública, es
verdad que los indignados que acamparon hace más de dos meses en las
fronteras de la city son una piedra en el zapato y no cabe duda que,
como en “La máscara de la muerte roja”, de Edgar Allan Poe, la peste del
euro es un fantasma que está tocando la puerta, pero mientras no haya
señales de contagio, la city puede alardear de una salud rozagante. En
sus dos kilómetros cuadrados se concentran unos 500 bancos, el 70 por
ciento de los Hedge Funds de todo Europa, aseguradoras y reaseguradoras,
casi dos billones de dólares diarios del mercado de divisas mundial,
todo apuntalado por un aparato de grandes estudios jurídicos que factura
unos 1500 millones de dólares al año, una bicoca si se toma en cuenta
que las bonificaciones de la city han llegado a constituir unos 10 mil
millones de dólares.
Con tanto dinero, el poder político y mediático se siente en todas
partes. A mediados de diciembre el primer ministro, David Cameron, no
dudó en vetar una modificación del Tratado de la Unión Europea (UE) que
buscaba resolver la crisis del euro, a pesar de que más de la mitad de
sus exportaciones va al resto de la UE, en especial a Alemania y
Francia, los principales impulsores de la reforma. El primer ministro
justificó el veto con una apelación al “interés nacional” que, lejos de
ser la protección del reino en prevención de un ataque militar, se
identificaba con los intereses de la city ante la amenaza de una
regulación desfavorable europea que pusiera en peligro la hegemonía
británica en sectores clave de las finanzas mundiales, como los Hedge
Funds o el mercado de derivados.
Una similar genuflexión se observa a nivel interno. En el
Parlamento, días antes de la Navidad, el ministro de Finanzas, George
Osborne, aceptó la recomendación de una comisión investigadora sobre la
necesidad de insuflar a la banca de depósitos y comercial de las
operaciones de la banca financiera, pero descartó una regulación dura al
estilo de la ley Glass y Steagall que Estados Unidos aprobó en medio de
la depresión de los años ’30, que prohibía a los bancos operar
simultáneamente en ambos sectores. En su anuncio, Osborne indicó que el
“White Paper”, paso previo a la legislación, se publicaría en 2015 luego
de una nueva ronda de consultas en las que la city podrá hacer valer
todo su lobby y la red de contactos que se extiende al corazón mismo del
gobierno. No en vano, David Cameron es hijo de un corredor de Bolsa y
su viceprimer ministro, el liberal Nick Clegg, es todavía director del
United Trust Bank.
En la década pasada los laboristas fueron víctimas del mismo
espejismo sobre las bondades del sector financiero propagadas como
verdad revelada por la usina mediática. Según el diario City A. M.,
portavoz del sector financiero, el sector es fundamental para la
economía británica a nivel de empleo (alrededor de un millón y medio de
empleos) o contribución impositiva (un 10 por ciento de los ingresos del
fisco). La hipérbole mediática, que justifica tantas concesiones, se
vuelve clara cuando se comparan estas cifras con los números del sector
manufacturero. Una investigación del Centro para la Investigación del
Cambio Socio Cultural de la Universidad de Manchester (CERS, según las
siglas en inglés) halló que la industria emplea a dos millones de
trabajadores y que en pleno boom financiero 2002-2008, la city pagó la
mitad de lo que contribuyó el sector manufacturero a las arcas
británicas.
Si el aparato financiero legal que apuntala a la city le permite
evadir impuestos con el recurso mágico de los paraísos fiscales, la
sangría que ha producido la city con la caída del Lehman Brothers
muestra el peligro mortal de la dependencia económica británica de este
sector. Desde septiembre de 2008, el gobierno británico aportó entre
inyección directa de fondos, préstamos y garantías más de un billón de
dólares para estabilizar el sistema bancario.
Al poder de esta “bancocracia” la amenazan hoy dos cosas. En medio
del peor ajuste económico desde la posguerra, las protestas de las ONG
están empezando a tener un impacto en la conciencia nacional y en los
tribunales. El movimiento UK Uncut (el Reino Unido sin Cortes), que se
formó luego del draconiano recorte anunciado el año pasado por la
coalición, está liderando campañas contra grandes compañías a las que
acusan de evadir impuestos: la city y su banca en la sombra desperdigada
en entidades financieras paralelas en paraísos fiscales es uno de sus
blancos de ataque. El jueves pasado la organización inició una apelación
contra el acuerdo entre la autoridad impositiva británica y el banco
Goldman Sachs, que descontó el interés de un impuesto adeudado por la
entidad financiera. Si la cifra es menor –como máximo unos 27 millones
de dólares–, el simbolismo es considerable. Mientras tanto el movimiento
Occupy, que está acampando en la Catedral de Saint Paul, en las puertas
mismas de la city, ganó una batalla legal prenavideña cuando la
Justicia británica señaló que no tomaría ninguna decisión sobre el
pedido de desalojo formulado por el banco UBS hasta el 11 de enero.
Más peligrosa y potencialmente devastadora para la city es la crisis
del euro. En julio un informe reveló que los bancos británicos tienen
alrededor de 300 mil millones de dólares invertidos en bonos de los
llamados PIIGS (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia, España). Un efecto
dominó del euro produciría un agujero en las finanzas de bancos como el
RBS (prestó unos 150 mil millones a los PIIGS) o el Barclay (expuesto en
una cifra similar). En medio de este incierto panorama
económico-financiero internacional, con la amenaza de una segunda
recesión a la vista y el crédito inmovilizado, la city seguirá apostando
a su lugar privilegiado en el casino global para seguir de fiesta,
pero, como se sabe, la especulación es un arma de doble filo que puede
terminar con una salida virulenta del garito con los bolsillos vacíos.
Hasta para la city 2012 será un año difícil y peligroso.
Marcelo Justo
Página/12
No hay comentarios:
Publicar un comentario