El avispero
internacional se concentrará a principios de noviembre en Francia y
reunirá al G-20, espacio en que entre las reales potencias y algunos de
sus comparsas ahí presentes, ni remotamente podrán llegar a algún
acuerdo significativo sobre la salida de la crisis mundial.
Hay en el mundo 243 entidades que se reclaman independientes, de las cuales 194 estados tienen reconocimiento internacional (193 son miembros de la ONU; ¡el Estado Vaticano es también miembro de la ONU! con la calidad de
observador. De modo que existen 50 entidades con los más disímbolos estatus sociales y políticos, los que, en algunos casos, tienen el reconocimiento de unos algunos estados, y el resto no son reconocidos por nadie.
Es decir, 209 estados y entidades que flotan en el inexistente limbo, conforman la periferia de la periferia. La justicia del mundo.
Hubo un breve momento de la historia en que la geopolítica mundial se dividía en la Alianza Atlántica, su enemiga la URSS, y lo demás. Pero apenas ayer la URSS se pudrió, y hace rato la Alianza Atlántica parece haber empezado a fracturarse, porque la Unión Europea y Estados Unidos, dicen que acordarán
cómo van a salir de la crisis, pero en realidad Alemania (en primerísimo lugar) y Francia (en segundo lugar), tienen el propósito de salir fortalecidas como países hegemónicos al interior de la UE y al propio tiempo (si la UE no se fractura), ganar un espacio de hegemonía mayor en Occidente. Sueños, probablemente.
Esto no termina aquí. Rusia ha propuesto a algunas potencias orientales conformar la alianza Eurasia, aunque se trata de un proyecto que aún suena a utopía.
De otra parte, la crisis económica comienza a provocar un giro
en la hegemonía global. Por primera vez, Estados Unidos, Canadá y
Europa generarán en 2011 menos de 50 por ciento del PIB mundial,
mientras el resto de las naciones, encabezadas por China, producirán
poco más de 50 por ciento.
Sin remedio el mundo vive de manera fluida una recomposición
geopolítica sobre cuya prefiguración aún no puede decirse mucho. Una
encuesta de la agencia Abt SRBI que publicó la revista Time, estimó que
cuatro de cada cinco encuestados opinan que Estados Unidos va mal encaminado, y 71 por ciento cree que la influencia del país en el mundo se desvanece, y esta apreciación no parece alejada de la realidad.
Otro pequeño polo son los BRIC, incluidos en el G-20.
¿Alguien puede asegurar que existe un proyecto económico que
satisfaga los apetitos políticos de todos cuantos se reunirán en el
G-20? Porque el debate sigue siendo en términos económicos, pero el mar
de fondo es, sin duda alguna, político. Los grandes intereses que mandan
en el mundo no pueden preservarse sino bajo determinadas condiciones
geopolíticas.
El avispero que se reunirá en Francia muy probablemente llegue a un acuerdo que se parezca mucho al parto de los montes.
Lo que comenzó con una creciente insaciabilidad de ganancias por la
banca desregulada gringa, acabó por crear un ejército de ninjas (no income, no jobs, no assets), que a su vez pincharon la burbuja de productos financieros subprime.
En ese momento las hipotecas basura no eran sino una línea de pólvora
encendida, que pronto nos mostró que conducía a grandes barriles de
dinamita. La crisis financiera se convirtió en económica, en crisis
bancaria, en derrumbe del sistema Bretton Woods y por ahora vamos en la
inimaginable e impagable deuda
soberanade los países desarrollados.
El G-20 de 34 miembros, donde mandan seis o siete, dicen que nos
dirán cómo saldremos de la crisis económica. Pero como los humanos ya se
percataron que si la economía no sirve a la sociedad, la economía no
sirve, han empezado masivamente a demostrarlo.
El parto del futuro no tan lejano es un cataclismo que las masas del
mundo deben resolver, para crear un mundo que en las palabras de Vandana
Shiva, la activista de India, consiste en sustituir el G-8 por el
G-7000000000: la entera humanidad.
Noviembre próximo puede ser un punto de inflexión en la historia humana. Veamos si ha llegado el momento.
José Blanco
La Jornada
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