Una nueva fase recesiva de la crisis iniciada en el 2007 se vislumbra
en las economías desarrolladas. El rebote logrado con desembolsos
estatales se está agotando y la próxima recaída incluirá un alto piso de
desempleo. Sólo para retomar el nivel de ocupación vigente al comienzo
del temblor se necesitarían crear en el mundo 17 millones de puestos de
trabajo y las tesorerías están exhaustas por el socorro brindado a los
bancos.
En el debut de la convulsión hubo dos interpretaciones
económicas predominantes. Los neoliberales subrayaron la culpabilidad de
los deudores, que tomaron préstamos sin capacidad de repago y la
irresponsabilidad de los Estados, que asumieron pasivos inmanejables.
Los keynesianos remarcaron, en cambio, la falta de regulación financiera
y los excesos de especulación. También subrayaron el deterioro de la
demanda solvente por el estancamiento de los salarios y la polarización
social. Ambas corrientes enfatizaron distintos desaciertos de la
política económica que condujo al colapso actual.
Pero esta
atención inicial en el origen de la crisis se ha desplazado
posteriormente hacia otro problema: el impacto regional diferenciado de
la convulsión y los consiguientes cambios en el tablero geopolítico.
Esta mirada realza el viraje hacia la multipolaridad, la pérdida de
hegemonía estadounidense, al ascenso de China y la gravitación de las
economías emergentes.
¿Cómo se desenvuelve la crisis
económica en cada región? ¿Cuáles son las estrategias en juego de las
clases dominantes? ¿Qué tipo escenarios están despuntando a nivel
global?
FRACTURA DE LA ECONOMIA ESTADOUNIDENSE
El desplome
inmobiliario desató la crisis en Estados Unidos, cuando los deudores
insolventes (subprime) no pudieron afrontar el pago de sus cuotas. Los
bancos afrontaron un gran bache de cobranza frente a 11 millones de
viviendas valuadas por debajo de sus hipotecas y un quinto de los
propietarios asfixiados por créditos impagables.
Posteriormente
salió a flote el mismo endeudamiento en otros terrenos. Las familias
soportan pasivos equivalentes al 112% de sus ingresos y obligaciones
financieras 37% superiores a la década pasada. Toda la cadena de
financiación está afectada por una morosidad que induce a los bancos a
retacear los préstamos y a crear un círculo vicioso de recesión y mayor
fragilidad financiera.
Los economistas ortodoxos acusan a los
deudores y sus adversarios a los bancos. Pero ambos olvidan que la bola
de nieve de consumos financiados sin respaldo se arrastra desde hace
varias décadas, como consecuencia de la reorganización capitalista que
impuso la mundialización neoliberal. Esta transformación introdujo un
deterioro en las condiciones laborales (precarización, estancamiento de
los salarios, segmentación de las calificaciones), que retrajo los
ingresos populares e impulsó a mantener el consumo con el auxilio
crediticio.
Con grandes préstamos a las familias se sostuvo la
demanda frente a un desempleo que ya bordea los dos dígitos, una pobreza
que afecta al 15% de la población, sueldos retraídos al nivel vigente
hace 15 años y una concentración escandalosa de la riqueza
[2] .
La
reestructuración neoliberal también incluyó una significativa
deslocalización de las firmas, que lucran en el exterior con menores
costos salariales acentuando la pérdida de puestos de trabajo. Las
empresas estadounidenses crean fuera del país, los empleos que destruyen
internamente y por esta razón, la recesión local coexiste con el
aumento de las utilidades foráneas que obtienen las principales 500
firmas
[3]
En las últimas décadas el enorme consumo
norteamericano persistió sobre endebles cimientos de endeudamiento, en
un contexto de regresión industrial interna, aumento de la explotación,
déficit comercial y emigración de firmas. Este crítico escenario fue un
resultado de la presión competitiva que impuso el neoliberalismo.
Los
desequilibrios generados por esta remodelación salieron a flote con el
estallido de la deuda hipotecaria. Pero la magnitud de los desajustes se
tornó visible a partir de la bancarrota de Lehman Brothers (2008) y la
erosión de todo el sistema financiero (2009).
El socorro
posterior ha creado finalmente la actual pesadilla de insolvencia fiscal
y bancaria, que hace temblar a los mercados. Las entidades permanecen
en terapia intensiva y la deuda estatal se elevó del 62 % (2007) al 100%
del PBI (2011)
[4]
El gobierno gestiona el agujero fiscal
sin ninguna coherencia. Un día acepta la presión de los republicanos
para recortar el gasto y a la jornada siguiente lanza un programa de
inversión con grandes recortes fiscales. Obama está paralizado entre la
presión de la derecha que copó el Congreso y un electorado que sigue
esperando el cumplimiento de sus promesas.
REACCION EXTERNA NORTEAMERICANA
Estados
Unidos ha intentado ordenar la gestión global de la crisis, mediante la
organización del G 20 y la intervención conjunta de los Bancos
Centrales. Pero desenvuelve, además, varias estrategias utilizando sus
principales instrumentos económicos.
El primer recurso es el
dólar que concentra el 85% de las transacciones en divisas, el 65% del
comercio global y un porcentaje semejante de las reservas mundiales.
Este signo nomina la mitad de la deuda internacional y el grueso de las
operaciones con petróleo o materias primas.
El dólar ha perdido
el reinado indiscutible que tenía en la posguerra, pero mantiene su
primacía ante la ausencia de reemplazo. El euro no logró la influencia
requerida para actuar como moneda global, el yen ha perdido influencia y
el yuan no se ha internacionalizado como signo convertible.
Esta
carencia de sustituto le permite al dólar mantener una intervención
predominante, que podría anticipar la futura convivencia de tres monedas
(dólar, euro, yuan), el retorno a los tipos de cambio fijo o la
negociación de una nueva canasta de varios signos
[5] .
En
cualquiera de estas alternativas el dólar podría mantener la incidencia
que ha conservado desde su in-convertibilidad, en sucesivas etapas de
revalorización y desvalorización de su cotización. El margen para
administrar tipos de cambios altos (que atraigan capitales) y bajos (que
fomenten las exportaciones) se ha estrechado, pero no ha desaparecido.
La
influencia norteamericana es también significativa en la reforma del
sistema financiero mundial (Basilea III). Este cambio se tramita para
incrementar el patrimonio de los bancos, mediante negociaciones sobre el
monto que deberían aportar las entidades. También se discute como
regular los nuevos mecanismos de especulación (derivados, CDS, Hedge
Funds) y las operaciones financieras que las empresas desenvuelven en
forma directa.
La internacionalización de las finanzas y la
interconexión de las Bolsas tornan imperioso este ajuste normativo, que
se procesa a través de una reorganización previa de las entidades
norteamericanas. Un reconocido jefe del clan bancario (Paul Volcker)
está comandando esa remodelación.
Wall Street actúa en este
terreno en estrecha sociedad con la City Londinense. Ambas comparten el
manejo de las cúspides financieras y pretenden restringir todas las
regulaciones al mínimo compatible con sus negocios.
Los próceres
del neoliberalismo (Greenspan y Bernanke) se encuentran a la defensiva
para comandar esta reorganización. Ya no ponderan en público la
eficiencia suprema de los mercados para auto-contener las burbujas. Pero
sus oponentes keynesianos (como William Dudley), tampoco logran apoyo
para implementar un mayor control previo de las oleadas especulativas.
En ambas variantes la dirección de los cambios se define en Estados
Unidos
[6] .
La influencia norteamericana es también
decisiva dentro del FMI. A pesar de las crecientes atribuciones
obtenidas por los nuevos participantes del Fondo, Washington marca la
pauta del organismo. En los últimos cónclaves del G 20 logró duplicar
los fondos de la entidad, otorgarle mayores facultades como auditora y
asignarle crecientes potestades de intervención nacional.
El FMI
define actualmente en Europa las sanciones contra cualquier obstrucción
del apriete. Suspendió créditos a Ucrania cuando se dispusieron aumentos
del salario mínimo, impuso la reducción de los sueldos en Letonia,
exigió privatizaciones en Grecia y objetó el referéndum de Islandia
contra los acreedores. Ya no actúa sólo en las economías menores, sino
que supervisa el rescate de Italia
[7] .
Partiendo de
estas acciones el establishment norteamericano evalúa estrategias de
salida de la crisis, tanteando las opciones inflacionistas. Desde el
2008 la Reserva Federal (FED) inyectó 2 billones de dólares, mediante
políticas ultra-expansivas (conocidas como “relajamiento cuantitativo”).
Instrumentó emisiones monetarias que inundan de dólares el planeta y
facilitan la exportación de los desequilibrios estadounidenses. Esta
política apunta a licuar la deuda pública con inflación, repitiendo un
mecanismo ya utilizado por Estados Unidos para achicar sus pasivos
estatales, empapelando al resto del mundo.
Pero esta reiteración
presenta mayores dificultades, no sólo por la resistencia que oponen los
economistas ortodoxos. La reducción inflacionaria de la deuda se
consumó en el pasado en contextos de alto crecimiento, que permitían
achicar la proporción total de esa carga en comparación al PBI. Nadie
avizora esos escenarios de prosperidad en los próximos años
[8] .
EL DESCALABRO EUROPEO
Muchos
analistas europeos caracterizaron inicialmente la crisis del Viejo
Continente como un simple eco del temblor norteamericano. Pero esa
visión quedó desmentida por la impresionante dimensión del tsunami
europeo
[9] .
La magnitud de ese desplome se explica por
los desequilibrios específicos que generó la formación de la Unión
Europea (27 países) y la Eurozona (17 naciones). Ambas iniciativas
buscaron amoldar la región a las reglas neoliberales de la
competitividad global, sustituyendo la antigua diversidad de economías
por un bloque liderado por la locomotora alemana y la diplomacia
francesa.
El comando económico germano se consolidó con la
anexión del territorio oriental (ex RDA). Las clases dominantes
utilizaron el poderío tecnológico y la alta productividad de la
industria, para reforzar la disciplina salarial y transformar al país en
la gran potencia exportadora de la zona euro.
Pero la crisis
actual ha demostrado el carácter inacabado de ese bloque. La moneda
común fue introducida para asegurar la colocación de los excedentes
germanos, mientras se posponía la organización del presupuesto y la
fiscalidad compartida. Esa carencia ha sido letal. La ausencia de
instituciones estatales comunes para respaldar el signo monetario socavó
la cohesión del proyecto y potenció la heterogeneidad de la comunidad.
En lugar de consolidar la estructura en gestación acrecentó la distancia
que separa a las economías pujantes de los países rezagados.
Inicialmente
se esperaba acortar esas brechas mediante el desarrollo de un mercado
compartido y la instrumentación de transferencias hacia las zonas
relegadas. Pero terminó prevaleciendo un proceso inverso, de sistemática
pérdida de posiciones de los países con mayores tasas inflación y
menores índices de productividad. Esta fractura condujo a desequilibrios
comerciales que fueron compensados con endeudamiento. Al final,
sobrevino el pase de facturas de las economías excedentarias
(Alemania, Holanda, Austria) a los países deficitarios (Grecia, Portugal, Irlanda)
[10]
El
endeudamiento público y el quebranto de los bancos acentuaron esta
brecha entre el centro y la periferia de la Eurozona. Primero colapsaron
las pequeñas economías agobiadas por el desbalance comercial (Grecia),
la inversión extranjera sesgada (Irlanda) y la financiación foránea
especulativa (Islandia, Chipre). Luego el desplome fiscal se expandió a
Italia (tercer país la zona) y ahora amenaza a España (que afronta una
enorme morosidad hipotecaria).
Todos los bancos tienen repletas
sus carteras de títulos públicos insolventes. Las frágiles entidades de
Grecia, Irlanda o Islandia ya colapsaron y hay pavor por la situación de
grandes instituciones de Francia, Alemania, Austria o Italia. Las
transacciones inter-bancarias se han encogido, crece el temor por la
toxicidad de los balances y hay salidas de fondos hacia lugares más
seguros
[11] .
LA ESTRATEGIA GERMANA
Alemania no
puede intentar las respuestas globales que tantea Estados Unidos. Carece
de los recursos imperiales que conserva la primera potencia y ha optado
por una estrategia deflacionaria defensiva, que ese ubica en las
antípodas de la opción inflacionaria norteamericana. Mientras que la FED
ha impulsado reducciones sistemáticas de las tasas de interés, el Banco
Central Europeo (BCE) ha encarecido el costo del dinero.
Frecuentemente
se explica esta diferencia por un cruce de tradiciones. La memoria de
Weimar es contrastada con el recuerdo del New Deal. Este contrapunto
entre temores europeos a la hiperinflación y recuerdos norteamericanos
de la Gran Depresión ilustra la brecha de influencia que existe entre
ambos países, en la gestión internacional de la crisis
[12] .
Alemania
actúa a nivel europeo con una política de atropello para descargar
sobre los trabajadores el costo de la crisis. Esta embestida no implica
un ajuste más. Supone demoler el estado de bienestar construido desde la
posguerra y barrer con conquistas sociales nunca alcanzadas por los
asalariados de otros continentes. Las tasas de desempleo europeo ya
promedian el 20 % y bajo el impacto de la precarización laboral, la
pobreza se ha extendido a un cuarto de la población
[13] .
El
otro cimiento de la política germana es el apriete fiscal para sostener
el euro. En los últimos meses la continuidad de este signo quedó en la
cornisa y se ha especulado con su reorganización, fractura o
desaparición. Pero esa moneda ha sido la llave de un dominio exportador
alemán basado en la unificación de los mercados y la eliminación de las
barreras proteccionistas.
Para preservar el euro se impuso la
suscripción del reciente pacto fiscal. Se fija un plazo para restaurar
reglas de déficit y deuda pública, con sanciones automáticas para los
países que violen esos límites. Tendrán que incorporar ese principio
presupuestario como una norma constitucional y someterse al control de
cortes supra-nacionales. Estos poderes supervisarán el gasto, imponiendo
recortes en cualquier momento del año y colocando a los pueblos entre
la espada y la pared. Quienes incumplan el cronograma serán
automáticamente excluidos de la Eurozona.
Este endurecimiento es
congruente con la estrategia alemana de reforzar su patrón exportador
sin emitir dinero. Busca afianzar el rol de la periferia europea como
proveedora de insumos a costos decrecientes. La poda de los salarios
griegos, la pulverización de la seguridad social irlandesa y el
generalizado aumento de la edad de jubilación anticipan las
consecuencias de esta reorganización
[14] .
Alemania
impone esta estrategia deflacionaria, vetando todas las iniciativas
financieras que amenazan su competitividad. Bloqueó la creación de los
Eurobonos y la mutualización de las deudas. Obstruyó la ampliación del
fondo de rescate bancario (FEEF- MEE), impidió la compra de bonos en los
mercados secundarios y reforzó las prohibiciones de financiamiento
directo del BCE a los estados.
Este rigor no implica abandonar a
los bancos en quiebra. Alemania aprueba el auxilio, pero buscando
preservar su potencial industrial. No renuncia a la financiación futura
de la Eurozona con los mecanismos federales que rigen en Estados Unidos,
pero quiere garantizar su control fiscal previo. Aceleró esta
supervisión ante la vulnerabilidad de los bancos y la imposibilidad de
de repetir la paulatina absorción de acreencias, que implementó por
ejemplo Estados Unidos hace dos décadas, frente a las acreencias
latinoamericanas
[15] .
Pero el nuevo cuadro fiscal abre
otra gama de conflictos en las cúpulas de la Unión Europea (UE). Gran
Bretaña rechazó el pacto franco-alemán y decidió mantenerse al margen
para proteger la autonomía de la City. Objetó someter sus bancos a la
supervisión de Bruselas y no consiguió el poder de veto para resguardar
sus negocios. A los capitalistas ingleses les interesa participar en el
mercado continental, pero preservando la internacionalización de sus
finanzas.
La alianza Merkel-Sarkozy emergió como ganadora del
reciente round, pero sólo el tiempo permitirá evaluar la consistencia de
esa victoria. La crisis devora los liderazgos políticos y cada elección
consagra algún castigo al gobernante de turno. Esta sanción afecta por
igual a los socialdemócratas (Irlanda, Portugal, España) y a los
conservadores (Francia, Italia, Alemania)
[16] .
INTERROGANTES SOBRE CHINA
El
continuado crecimiento de China a tasas del 9-10% anual constituye una
importante novedad de la crisis en curso. En la última década las
exportaciones del gigante oriental se multiplicaron a un ritmo
desenfrenado. China captura recursos naturales en África, afianza los
intercambios comerciales con América Latina y ya destronó a Japón como
segunda economía del mundo.
Este avance confirma la profundidad
de los cambios registrados durante la etapa neoliberal. China se integró
a la mundialización utilizando la baratura de su fuerza de trabajo, sin
repetir la vieja trayectoria de debut proteccionista, gestación de una
burguesía nacional y despliegue de rivalidades internacionales. Se
insertó directamente en la acumulación global del capitalismo.
Al
comienzo de la crisis muchos economistas suponían que el crecimiento
chino contrarrestaría la retracción de las economías avanzadas. En los
hechos se registró tan sólo un contrapeso parcial. El gigante asiático
ha sostenido financieramente a Estados Unidos y a Europa en los picos de
la crisis, para asegurar la continuidad de sus ventas externas,
preservando la demanda interna y motorizando la adquisición
internacional de materias primas. Con estas acciones frenó la depresión
general y acotó el alcance geográfico de la recesión, aunque sin
reemplazar a las locomotoras del mundo desarrollado. ¿Mantendrá este
rol?
Quiénes apuestan a esa continuidad esperan un fuerte auxilio
del yuan al Viejo Continente, mediante enormes adquisiciones de títulos
públicos nominados en euros. Pero China ya compró grandes sumas de la
deuda italiana, española o portuguesa y tiene un cuarto de sus reservas
en esa moneda. El incremento de esas adquisiciones suscita divergencias
en la dirigencia oriental.
El sector más asociado con negocios
globales (“elite de la costa”) acepta participar en el nuevo rescate, a
cambio de fuertes contrapartidas. Busca aminorar las sanciones por
dumping, obtener el status de “economía de mercado” e ingresar en la
inversión de la infraestructura europea.
Esta fracción también
intenta posicionar a China en el futuro diseño de una moneda mundial.
Por eso reclama que una porción de cualquier auxilio quede nominado en
yuanes. Pero esa inserción monetaria también valorizaría el tipo de
cambio y deterioraría el modelo exportador. China ha resistido numerosas
presiones para revaluar el yuan y no aceptó las exigencias, que en la
década pasada Estados Unidos le impuso a Japón. Sin embargo, la propia
internacionalización del yuan podría generar ese debilitamiento de la
autonomía que mantiene la principal economía asiática
[17] .
Los
fondos de inversión chinos han participado activamente en el sostén del
dólar y los bonos del tesoro. Compraron acciones de General Motors y
porciones del banco Morgan Stanley. Pero otra escala de estas
adquisiciones (especialmente en Europa) introduciría al país en una
riesgosa política imperial. Para defender lo obtenido en el extranjero
se necesita una presencia geopolítica que la dirigencia china rehúye.
Por
esta razón muchos sectores de la conducción (“elite del interior”).
Cuestionan el desmedido aumento de las inversiones foráneas y destacan
la necesidad de incrementar primero la bajísima proporción del consumo
interno en el producto total. La oleada de internautas que objetó el
reciente financiamiento del Viejo Continente refleja esta preocupación.
Conviene recordar que el ingreso per capita de los chinos es aún 10
veces inferior al promedio de los europeos.
El dilema de
sostener el modelo exportador o procesar un giro hacia el consumo
interno persiste sin resolución. Existe una fuerte presión para
apuntalar el segundo curso, pero sin resultados significativos. Este
giro no se consuma, ante la magnitud de los desequilibrios que podría
desatar.
Para aumentar sustancialmente el poder adquisitivo
interno habría que subir el salario e introducir prestaciones sociales
generalizadas. Estas medidas chocarían con el costo laboral reducido que
permitió el ascenso capitalista del país. Un anticipo de este problema
se observa en las corrientes de inversión, que fluyen hacia las
economías asiáticas con sueldos inferiores a China.
El curso
económico a seguir está sujeto a múltiples tensiones. La burbuja
inmobiliaria es el desequilibrio más inmediato. En las 30 principales
ciudades los precios de las viviendas subieron 50% en los últimos dos
años, repitiendo el ciclo de endeudamiento dudoso que afectó a Estados
Unidos y España. Como el 25% de la economía está vinculada a la
construcción, una brusca reversión de esa valorización podría afectar al
PBI.
También existen graves problemas financieros. Aunque el
estado mantiene el control del crédito se ha gestado un enorme mercado
de préstanos clandestinos, que solventa el consumo de la clase media y
la oscura administración de los gobiernos locales. Estos desajustes
explican la inflación, que durante la década pasada osciló en torno al
2% anual y actualmente ha trepado al 6,2%.
La inestabilidad de
los negocios también obedece a la magnitud de los beneficios acumulados
por los segmentos privilegiados. Los ingresos del 10% más rico de la
población son 23 veces más elevados que el 10% más pobre y la crema de
los ejecutivos percibe salarios 128 veces superiores al promedio general
[18] .
Esta
fractura social coexiste con problemas estructurales de
sobre-inversión, que ya alcanzó una tasa anual del 45% del PBI. Este
ritmo de actividad exige abrir nuevos mercados en un escenario
internacional recesivo, mientras se acrecientan los peligros de un
descontrol ecológico.
Nadie sabe como impactará la recaída de la
economía global sobre China. Algunos economistas estiman que ese efecto
será digerible (Stiglitz) y otros pronostican duras consecuencias
(Roubini). Pero todos coinciden en la centralidad de este dato para el
devenir inmediato de la coyuntura mundial
[19] .
BRICS, EAGLES Y EMERGENTES
No
sólo China ha podido sustraerse de la crisis global. También un grupo
de economías intermedias (denominadas emergentes, ascendentes o BRICS)
ha logrado capear el temporal. Este núcleo de países conforma el
conglomerado semiperiférico actual de la estratificación mundial.
Este
sector mantuvo su crecimiento el año pasado, incrementó
significativamente la tasa de inversión y aumentó su participación en el
PBI global. Si estas tendencias perduran, la localización de la
producción y el empleo sufrirá un importante desplazamiento en el
próximo período. Estos cambios son congruentes con la nueva división
internacional del trabajo que privilegia la región asiática.
Las
economías ascendentes son las niñas mimadas del capitalismo. Reciben
elogios del FMI y fueron las estrellas de los últimos foros empresarios
de Davos. Los nuevos multimillonarios de China, Rusia o India se
integran rápidamente al club de los poderosos.
Otro indicador de
las modificaciones en curso es la distribución de las reservas
mundiales. Estos reaseguros suman 6,5 billones dólares en las economías
ascendentes y sólo 3,2 billones de los países del Norte. El
endeudamiento externo del primer grupo ha caído y algunos integrantes de
esa membrecía ya son acreedores. En el otro polo ha irrumpido la nueva
categoría de “Países Ricos Altamente Endeudados”.
Pero es muy
frecuente extraer conclusiones engañosas de estas mutaciones. La
principal confusión surge de la indiscriminada clasificación de todo el
grupo ascendente, en un mismo rubro de BRIC. Esta denominación (Brasil,
Rusia, India, China) fue primero extendida a BRICS (con Sudáfrica) y
luego a BRIIC-K (con Indonesia y Corea). Otra ampliación reciente habla
de EAGLES (con México, Egipto, Taiwán y Turquía)
[20] .
Los
creadores de estas marcas son operadores bancarios (Goldman Sachs,
BBVA) que incluyen o excluyen a los países de su lista, en función de
las oportunidades de inversión financiera. El carácter coyuntural de
esta evaluación salta a la vista. Pero su principal inconveniente radica
en equiparar bajo una misma sombrilla, a un país que avanza hacia un
status de potencia central (China), con economías intermedias de
incierta evolución.
La distancia que mantiene el gigante asiático
con cualquiera de sus seguidores es abismal en cualquier terreno de la
producción, las exportaciones o las reservas. Esta brecha es
particularmente visible frente a otra economía de gran crecimiento
reciente (India) o en comparación a un vecino que precedió al avance
chino y se estancó frente a esa irrupción (Corea del Sur)
[21] .
Al
ubicar a todo el grupo en la misma canasta se olvida que muchos países
del pelotón han ascendido como proveedores de los insumos básicos
demandados por China. Más que impulsar el crecimiento global, estas
economías han sido arrastradas por ese avance. Es importante también
notar la línea divisoria que separa a los protagonistas de un desarrollo
industrial de los actores que se expanden por el repunte de la renta
petrolera (Rusia) o agrícola (Brasil). Estas diferencias definen grados
de consistencia muy disímiles del crecimiento.
Las distinciones
entre los emergentes presentan contornos más categóricos en el plano
geopolítico. La autonomía de las políticas imperiales que tienen Rusia o
China, no se extiende a la India, Brasil o Sudáfrica. Estos países
mantienen estrechos vínculos de asociación o dependencia con las
potencias que regulan el orden mundial. Por esta razón, el propio
funcionamiento de los BRICS no ha incluido la adopción de estrategias
comunes.
Es cierto que la mayor estabilidad política de todo el
grupo contrasta coyunturalmente con el generalizado desarreglo que
impera en las potencias centrales. Pero tampoco este rasgo determina
patrones de acción internacional conjunta.
Las nuevas alianzas
Sur-Sur en desmedro de las viejas conexiones con los centros
metropolitanos presentan un alcance limitado y no anticipan la “segunda
globalización” comandada por los emergentes que pronostican algunos
analistas. Hasta ahora el dato más relevante ha sido la integración de
los emergentes al G 20, para ampliar el sostén del capitalismo en crisis
[22] .
LOS PADECIMIENTOS DE LA PERIFERIA
El
alivio de los países intermedios no se extiende al resto de la
periferia. La crisis golpea nuevamente con mayor virulencia a las
economías más empobrecidas, reiterando una norma de las convulsiones
capitalistas. Este impacto se verifica en cualquier terreno del empleo o
los ingresos. Los emigrantes enfrentan mayores obstáculos para ingresar
al Primer Mundo, las remesas se recortan y las oleadas de refugiados se
multiplican.
Mientras la prensa sólo habla de economías
centrales y emergentes, la inmensa mayoría de los países se encuentra
fuera del G 20, soportando el drama cotidiano de la miseria. Allí se
localizan los 2050 millones de personas sin acceso a la sanidad básica y
los 884 millones carentes de servicios de agua potable.
Pero lo
más novedoso del tsunami actual es la convergencia de estos sufrimientos
con una tragedia de hambre. El aumento de los precios de los alimentos
que precedió a la crisis no fue revertido por la recesión y en muchas
zonas se acentúa el drama de la desnutrición. En Somalia, por ejemplo,
ya se observan todos los síntomas de una catástrofe alimentaria.
La
cifra total de hambrientos se ubica en torno a los 1020 millones de
personas, pero la amenaza se extiende a los 2.500 millones que subsisten
en condiciones de pobreza. Este flagelo aumenta al compás del
encarecimiento de los cereales, que obedece a la consolidación de un
esquema neoliberal de agricultura exportadora, que destruye la pequeña
propiedad, aniquila el abastecimiento local tradicional, generaliza la
desposesión de los campesinos y multiplica la emigración rural.
Esta
reorganización capitalista del agro determina la falta de comida que
agobia a una sexta parte de la humanidad, cuando la producción total
alcanzaría para satisfacer esa nutrición. El reinado de la rentabilidad y
el manejo oligopólico del comercio agrícola por parte de un puñado de
transnacionales (ADM, Bunge, Cargill y Dreyfus) potencian la tragedia
del hambre.
Las expectativas de atenuar el problema por el efecto
deflacionario de la desaceleración económica global no se están
cumpliendo. El ascenso de los precios alimenticios que comenzó en 2003
persiste sin grandes modificaciones.
Muchos autores estiman que
ese comportamiento alcista obedece a la formación otra burbuja.
Especular con los precios a futuro de los cereales se ha convertido en
una operación muy redituable. Permite canalizar los excedentes de
liquidez que genera la pérdida de oportunidades de inversión en los
países desarrollados
[23] .
Otros analistas consideran que
el encarecimiento de los alimentos es un problema más estructural y
derivado de la creciente demanda ejercida por los nuevos consumidores
asiáticos. También destacan la presencia de costos crecientes de
producción y productividades declinantes en el sector agrícola
[24] .
Ambos
enfoques subrayan explicaciones complementarias (de corto y largo
plazo) del mismo fenómeno. Pero en cualquier caso, las maniobras
financieras y las brechas estructurales entre la oferta y la demanda
presagian el agravamiento de la crisis alimentaria, que auguran todos
los expertos de la FAO.
Este padecimiento se intensificará además
por las presiones d el agro-negocio, que bloquea en los cónclaves del G
20 cualquier regulación internacional de los precios. En ese ámbito
actúan los países que producen el 77% de los cereales y manejan el 80%
del comercio agrícola. El hambre de los desamparados aporta un buen
negocio para varios integrantes de esa asociación.
MUILTIPOLARIDAD Y HEGEMONÍA
La
diversidad de situaciones regionales que rodea a la crisis actual ha
generalizado las predicciones de un viraje hacia la multipolaridad. Este
contexto es diferenciado de la bipolaridad de posguerra (Estados Unidos
versus la URSS) y de la unipolaridad de los años 90 (supremacía
norteamericana). La declinación estadounidense es asociada al avance de
China y los emergentes
. Algunos enfoques también resaltan el
agotamiento del neoliberalismo y pronostican un crecimiento
desarrollista de la periferia, asentado en la intervención estatal y el
intercambio entre las economías del Sur
[25] .
Pero
estas miradas omiten las significativas continuidades que vinculan al
actual período con su precedente. La multipolaridad podría modificar las
relaciones de poder entre las potencias, pero no altera los pilares de
la mundialización neoliberal. El protagonismo de las empresas
transnacionales persiste, junto a la competencia global por lucrar con
la explotación de la fuerza de trabajo .
Esta
internacionalización del capital determina, además, la continuidad del
libre comercio y los flujos financieros transfronterizos. A diferencia
de lo ocurrido durante la entre-guerra, la multipolaridad actual no
anticipa el surgimiento de bloques proteccionistas, dispuestos a
batallar por la conquista de los mercados a través de la guerra .
El
estancamiento del centro determina efectivamente una mayor interacción
entre las economías intermedias. Pero estos enlaces se desenvuelven en
estrecha asociación con empresas del Primer Mundo. Esta colaboración no
es un imperativo tecnológico, ni obedece a necesidades de financiación.
Las burguesías emergentes ampliaron su radio de acción junto al capital
extranjero y continúan reforzando esos vínculos.
Sus estrategias
no incluyen propósitos antiimperialistas o iniciativas de “No
Alineados”. Tampoco incentivan planificaciones para-mercantiles del
comercio (Comecon) o proyectos de solidaridad (Bandung). Actúan
siguiendo criterios de rentabilidad, que tienden a recrear los viejos
desniveles de la relación centro-periferia- semi-periferia.
La
mundialización ha modificado los patrones geográficos de esos lazos. Ya
no se requiere cercanía territorial entre las economías dominantes y sus
abastecedores de insumos. Las relaciones de dependencia comienzan a
desbordar su radio tradicional.
Resulta imposible predecir el
ordenamiento final de esta mutación, pero es evidente que no saldrán
airosos todos los jugadores. La acumulación exige equilibrar los avances
de un polo con las pérdidas del segmento opuesto. Si una región
prospera otra debe decaer, para que el enriquecimiento de los
capitalistas ganadores sea solventado por la población de las zonas
perdedoras.
La multipolaridad no altera este principio selectivo
del desarrollo burgués. El capitalismo excluye crecimientos compartidos
en el largo plazo o eliminaciones progresivas de todas las desigualdades
socio-regionales. Los admiradores del nuevo escenario ignoran esta
extensión de brechas de distinto signo.
Frecuentemente visualizan
a la multipolaridad como un cambio de hegemonía política a favor de
China y en desmedro de Estados Unidos. Pero nunca aclaran qué
significado le asignan al concepto de hegemonía. Esta noción puede ser
identificada con la supremacía imperial o con formas de gestión
consensuadas opuestas a la coerción bélica. En el primer caso se sugiere
que el expansionismo chino reemplazaría al dominador estadounidense. En
la segunda variante se supone que esa sustitución será pacífica y
resultante de una avasalladora primacía económica. Los desaciertos de
ambas hipótesis saltan a la vista
Desde la posguerra Estados
Unidos ha ejercido una explícita dirección imperialista. Actúa como
garante militar de la reproducción de capital y brinda protección a
todas las clases dominantes, frente a la insurgencia popular y la
inestabilidad del sistema. Los dirigentes chinos no se imaginan a sí
mismos cumpliendo ese rol, en ningún momento del futuro.
Quiénes
suponen que la sustitución coercitiva será innecesaria por el simple
efecto de la pujanza económica oriental, no explican cómo funcionaría el
capitalismo global sin garantes militares de ninguna especie. Esta
visión olvida que un sistema de competencia por beneficios surgidos de
la explotación, no puede desenvolverse sin el uso de la fuerza.
La
identificación de la multipolaridad con el repliegue bélico de Estados
Unidos o sus socios europeos es una hipótesis ingenua. En cualquier
“des-occidentalización” de la economía mundial, el gendarme
norteamericano continuará supervisando invasiones, ocupaciones y
matanzas. Ciertamente la primera potencia ya no actúa con la
omnipotencia de los años 90, pero dirige la OTAN, concentra la mitad del
gasto bélico mundial y mantiene una estrecha asociación con todos los
países que alineó durante la guerra fría.
Los principales
integrantes de esa alianza no suelen quebrantar esta familiaridad cuando
expanden su poder económico. La invariable lealtad de las burguesías
petroleras del Golfo al liderazgo norteamericano es un ejemplo de esa
actitud. El sometimiento de Japón es más sintomático, puesto que no ha
buscado caminos de autonomía político-militar para contrarrestar su
estancamiento. La regresión económica nipona se profundiza con el
endeudamiento público más elevado del mundo desarrollado y con el
fracaso de los planes pos-terremoto de reactivación
[26] .
El
rol central de Estados Unidos se ha verificado nuevamente en la
ampliación del G 7, la cooptación de los países intermedios y el
resurgimiento de FMI para preservar el orden imperial vigente . El
gendarme global utilizará también su poder para intentar la recuperación
del terreno que ha perdido. Ya insinúa formas de presión sobre su rival
chino con maniobras navales en Corea del Sur, ejercicios en Mongolia e
instalaciones bélicas en Australia. Incluso tantea la reacción de su
oponente en los litigios con Taiwán, las disputas con la India y la
resolución del status de Tíbet. Pero estas tensiones no quebrantaron
hasta ahora el marco asociativo vigente con China desde hace varias
décadas.
También el gigante asiático ha jerarquizado la
solidaridad capitalista. En lugar de propiciar la caída de los bancos
occidentales socorrió a los quebrados. En el reciente desplome europeo
reforzó incluso su convergencia con el FMI y ha condicionado los
préstamos futuros a las auditorias del Fondo. Esta integración refuerza
la hostilidad de los dirigentes chinos frente a cualquier protesta local
o internacional contra el neoliberalismo
[27] .
NEOLIBERALES Y KEYNESIANOS
El
debate económico sobre la crisis continúa centrado en la oposición
entre visiones ortodoxas y heterodoxas. Los neoliberales atribuyen la
crisis a la “irresponsabilidad fiscal” y despotrican contra los
gobiernos que despilfarraron dinero en gastos improductivos. Pero omiten
recordar que estos desembolsos sostuvieron inicialmente la expansión de
las economías industrializadas y que el descontrol posterior obedeció
al rescate de los bancos. Antes del 2007 había, por ejemplo, en Europa
superávit fiscal en la mayoría de los países.
El discurso
neoliberal oculta este auxilio y atribuye el descalabro actual a “los
pueblos que vivieron por encima de sus posibilidades”, como si fuera un
pecado mejorar el nivel de vida. Tampoco explica por qué razón se exime a
los acaudalados de cualquier sacrificio. El carácter duradero de la
crisis es incluso utilizado para justificar los atropellos. Ya nadie
presenta la flexibilización laboral como un pasaporte a la prosperidad.
Hay que apretarse el cinturón como una necesidad de supervivencia
[28] .
En
Estados Unidos los mismos argumentos son esgrimidos por los
republicanos para exigir mayores reducciones del gasto social,
manteniendo los privilegios de los banqueros, el gasto militar y las
rebajas impositivas a los ricos. Reclaman fijar un estricto techo al
endeudamiento supervisado por los popes del establishment y eluden
mencionar que el socorro otorgado a los financistas contradice todos los
principios del libre-mercado.
Los keynesianos estiman, en
cambio, que la crisis obedece a la persistencia de la desregulación
financiera y a la contracción de la demanda. Por eso Krugman propone
gravar a los acaudalados, relanzar la inversión pública y recomponer los
ingresos. En la misma sintonía, Stiglitz convoca a condonar las
hipotecas y a penalizar a los bancos
[29] .
Estos autores
ilustran acertadamente como el descontrol del riesgo, los malabarismos
contables, los títulos empaquetados y las operaciones con derivados
desencadenaron el tsunami actual. Pero omiten registrar que ese
des-manejo irrumpió por la propia competencia que impone el capitalismo
en la gestión del crédito. Lo mismo ocurre con el endeudamiento familiar
y la exclusión social, que no irrumpieron sólo como consecuencia de
errores en la política económica.
Los teóricos heterodoxos
olvidan que la propia acumulación genera divorcios entre el consumo y la
producción, junto a incrementos de la productividad desgajados del
poder compra. Estas contradicciones fueron exacerbadas por la rivalidad
que introdujo a escala global la mundialización neoliberal.
Los
economistas keynesianos estiman que resulta igualmente factible atenuar
estos desequilibrios, a través de un reparto equitativo de la crisis.
Proponen una distribución pareja de las pérdidas financieras entre
deudores y acreedores. Pero basta observar la reacción que tuvieron los
banqueros ante una quita de las acreencias griegas, para notar cuán dura
sería esa batalla. Ese anuncio desató una tormenta entre las
calificadoras de riesgo y precipitó el ajuste fiscal de la Unión
Europea. La misma virulencia tuvo la reacción precedente de los
financistas, ante iniciativas de suprimir los paraísos bancarios, o
anular las bonificaciones de los ejecutivos.
Neutralizar esa
resistencia de los banqueros requeriría la adopción de medidas más
contundentes, como la suspensión del pago de la deuda, la auditoría de
los pasivos y la nacionalización del sistema bancario. Lo mismo ocurre
con el relanzamiento del crecimiento y la creación de empleos. El logro
de estas metas exige cerrar la canilla de pagos a los acreedores,
controlar los movimientos de capital e introducir drásticos impuestos
progresivos
[30] .
En la coyuntura actual se ha estrechado
el espacio para ejecutar reformas sociales sin acciones
anti-capitalistas. Hay un clima de sálvese quien pueda, con escaso
margen para políticas de “capitalismo humanitario”. Prevalece la presión
para procesar las quiebras bancarias, depurar las empresas y
desvalorizar la fuerza de trabajo.
Estas tendencias no obedecen
sólo a la ideología derechista imperante o a la influencia preeminente
de los financistas. Todas las clases dominantes sostienen el ajuste
junto a los banqueros. Esta coincidencia se refleja también en el
comportamiento de los socialdemócratas europeos. A la hora de aplicar el
torniquete no se han diferenciado de sus adversarios derechistas y
aceptan la verticalidad autoritaria que imponen Merkel y Sarkozy. Esta
cúpula dispuso, por ejemplo, el desplazamiento de Papendreu ante su
atrevimiento de solicitar una consulta popular y envió un contundente
mensaje de intervención neocolonial a Grecia
[31] .
La
misma tendencia se verifica en la indiferencia del gobierno
estadounidense ante a las peticiones de los liberales. Esta actitud
contrasta con la permeabilidad reformista que imperaba en los años 30
bajo el mandato de Roosvelt.
Muchos keynesianos reconocen la
adversidad de estos escenarios. Pero consideran viable generalizar a
escala internacional, las soluciones intermedias que aplicó Argentina a
partir del default y los canjes de la deuda
[32] .
Pero
omiten registrar las causas específicas que permitieron esa experiencia.
Argentina pudo permanecer relativamente desconectada de la financiación
internacional, porque está inserta en el comercio mundial como gran
exportadora de alimentos. Ha gozado de altos precios internacionales y
se convirtió en proveedora privilegiada de las ascendentes economías
asiáticas. Utilizó, además, las enormes rentas de exportación para
reanimar la demanda interna, luego de una brutal devaluación que depuró
capitales, abarató salarios y facilitó la recomposición cíclica de la
tasa de ganancia.
Es evidente que el grueso de las economías
dependientes afectadas por la crisis no cuenta con los recursos y las
condiciones que permitieron esa recuperación. Podrían efectivamente
adoptar ciertas iniciativas de Argentina, pero sólo como punto de
partida de medidas más radicales y audaces
[33] .
La
intensidad de la crisis exige asumir un horizonte anticapitalista,
alejado de la atadura actual a distintas variantes del mismo régimen
social. El pensamiento dominante impone esta restricción, obligando a
optar entre el modelo anglosajón, el esquema alemán o la opción china
[34] .
Ese
enfoque niega las raíces intrínsecamente capitalistas de la crisis
actual y oculta las contradicciones, que el proceso de acumulación
genera en forma periódica y extiende de manera itinerante. Un sistema
basado en la rivalidad por la apropiación de beneficios surgidos de la
explotación necesariamente produce el tipo de conmociones, que se
observa en la actualidad.
Si se reconoce que el capitalismo no es
el único, ni el mejor sistema posible resulta factible concebir otra
gama de alternativas para resolver la crisis. Esta apertura permite
superar la resignación, consolidar la voluntad de lucha e imaginar
salidas provechosas para la mayoría de la población.
RESISTENCIAS SOCIALES
El
devenir de la crisis puede ser abruptamente transformado por las
acciones populares que cobraron impulso en los últimos meses. Los
análisis que omiten esta reacción razonan los procesos económicos en un
vacío social, que a lo sumo es ocupado por funcionarios y financistas.
El
debut de la crisis provocó inicialmente un gran desconcierto, entre
poblaciones acostumbradas a identificar los desastres económicos con el
Tercer Mundo. Ese estupor estuvo también signado por el temor al
desempleo. Pero a fin del 2010 los levantamientos del mundo árabe
introdujeron una bisagra en esta conducta. Ilustraron como se pueden
conquistar grandes victorias democráticas.
Este impulso
profundizó la resistencia en Grecia, que se ha transformado el principal
bastión de la respuesta popular. Hay un estado de sublevación entre los
manifestantes que ocupan plazas y cercan el Parlamento. Estas protestas
alentaron a su vez a los indignados españoles, que cuestionan el
socorro a los banqueros y demandan “democracia de verdad”. Este
movimiento ya conquistó legitimidad, acompañamiento y presencia
nacional.
Otro tipo de reacciones sociales se verifican en
Inglaterra, tanto entre los jóvenes desempleados y hostigados por la
policía, como entre los trabajadores sindicalizados. En Italia despuntan
las huelgas y en Portugal hay movilizaciones. Estas luchas comienzan a
extenderse junto al desmoronamiento de la imagen benevolente que tenía
la Unión Europea. Una victoria impuesta desde abajo permitiría
actualizar el gran legado de rebeliones que acumula el Viejo Continente
Pero
el dato más llamativo del año se registró al otro costado de l
Atlántico, con el surgimiento del movimiento “ Ocupar Wall Street”. Esta
organización ya tiene alcance nacional, simpatía popular, solidaridad
intelectual y sostén sindical. Por primera vez en décadas ha
reintroducido las manifestaciones masivas en el corazón del capitalismo.
Menor difusión internacional han logrado los movimientos de
lucha que conmueven a China. El año pasado se registraron 180.000
protestas, en su mayoría inspiradas en demandas contra la explotación
fabril. Una nueva generación de obreros –ya emancipada de la migración
rural- recuperó confianza y obtiene conquistas en enfrentamientos
directos con los patrones
[35] .
En todos los continentes
se verifica el mismo protagonismo juvenil, en movimientos que utilizan
las redes sociales para informarse y organizarse. El primer embrión de
un empalme internacional se produjo el 15 de octubre pasado, en la
marcha global que congregó multitudes en 950 ciudades de 80 países. Una
acción coordinada de esta magnitud no se registraba desde las
movilizaciones contra la guerra en Irak (2003).
Si la
convergencia regional e internacional de estas resistencias se afianza,
podría gestarse una respuesta al intento burgués de enfrentar a los
trabajadores de distintas nacionalidades. Los dominadores de Alemania
encabezan esa estrategia, divulgando la creencia que los obreros
germanos “ya hicieron su sacrificio” y no deben pagar la cuenta de los
ociosos del sur. Este mensaje busca oponer a un asalariado contra otro,
ocultando los beneficios que obtienen los capitalistas de esa división.
El mismo propósito persiguen las campañas de la derecha contra los
inmigrantes
[36] .
Una salida progresista de la crisis
exige contrarrestar esta fractura entre hermanos de clase. Las tensiones
entre asalariados alemanes y griegos, estadounidense y chinos o
españoles y marroquíes conducen a descargar todas las consecuencias del
desastre actual sobre los pueblos. Las respuestas internacionalistas
neutralizarían esa amenaza y permitirían un reencuentro de la juventud
con los sectores de la clase obrera, que no se han recompuesto de la
andanada neoliberal. El año 2012 ofrece la oportunidad de cambiar el
escenario de la crisis a favor de los trabajadores.
RESUMEN:
Se
vislumbra una nueva fase recesiva con impactos regionales muy
diferenciados. En Estados Unidos se expande el empobrecimiento con
ajustes e inacción del gobierno. Pero la primera potencia interviene
activamente a escala global a través del dólar, la reforma bancaria y el
FMI, tanteando una opción inflacionaria.
En Europa se destruyen
conquistas sociales históricas bajo el comando de Alemania, que amplió
su dominio exportador pero gestó un bloque inacabado. El pacto fiscal
intenta una centralización ultra-liberal, para amoldar la periferia del
Viejo Continente a la competitividad germana. Los derechistas ya no
prometen prosperidad, sino tan sólo supervivencia. Su reorganización
regional abre grandes fisuras e introduce políticas autoritarias.
El
crecimiento de China limita la recesión global, pero fractura el ciclo
mundial e ilustra las transformaciones del período neoliberal. Múltiples
desequilibrios obstruyen la internacionalización del yuan y el esperado
viraje hacia el mercado interno. Es erróneo clasificar a China junto a
economías semiperiféricas de incierta evolución. Las diferencias de
status geopolítico y el sustento industrial o rentista determinan
enormes diferencias dentro de los BRICS. El encarecimiento de los
alimentos que agobia a la periferia empobrecida persiste en la recesión,
por maniobras financieras y desequilibrios acentuados por la
especialización exportadora.
Las tendencias a la multipolaridad
alteran las relaciones entre las potencias al interior de la
mundialización neoliberal. Las burguesías ascendentes carecen de
propósitos antiimperialistas y los cambios de hegemonía no implican
atenuación del militarismo norteamericano. Los socialdemócratas
gestionan los atropellos demostrando la reducción del espacio para
políticas reformistas. Los keynesianos soslayan la confrontación
requerida para frenar la agresión social y generalizan en forma abusiva
la experiencia argentina.
Una salida progresista exige concebir
horizontes anticapitalistas. La resistencia social ha comenzado después
del estupor creado por un estallido en el Primer Mundo. Las rebeliones
árabes impulsaron esta reacción, que afronta presiones de los
dominadores para oponer a los trabajadores de las distintas
nacionalidades.
Notas:
[1] Economista, Investigador, Profesor. Miembro del EDI (Economistas de Izquierda). Su página web es: www.lahaine.org/katz
[2] El
1% más rico 1979 percibía el 9% de la renta nacional en 1979y
actualmente obtiene el 24%. Cuando los ocupantes de Wall Street afirman
que “somos el 99% de la ciudadanía”, saben muy bien de que están
hablando. Roberts Paul Craig, “Las pérdidas de puestos de trabajo en
Estados Unidos son permanentes”, Rebelión, 9-10- 20.
[3] Wall Street Journal, “La recuperación de EEUU es una de las más decepcionantes”, La Nación, 31-12-10.
[4]
Aunque alguno bancos mejoraron últimamente su patrimonio y liquidez, el
reciente desplome de la octava firma de inversión (MF Global) es muy
ilustrativo de los peligros en ciernes. Se derrumbó por su exposición
con bonos de la deuda europea, que se encuentran asegurados en grandes
proporciones por financistas norteamericanos. Montero Alberto, “Cuando
la democracia entra por la puerta”, Rebelión, 2-11-11.
[5]
Kennedy Paul, “Un mundo de tres monedas”, Clarín, 8-6-11, Robert
Mundell, “El futuro de las monedas de reserva luego de la crisis”, El
País, 18-1-10, Michel Crittenden, “Puede el dólar ser destronado”, online.wsj , 1.3-11.
Ver también: Wallerstein Inmanuel “Guerra de divisas, La Jornada,
6-11-10, Eichengreen Barry, “El reinado del dólar llega a su fin”, La
Nación, 2-3-11
[6] Ocampo Emilio, “Brujas y
burbujas”, Ámbito Financiero, 2-9-10. También La Nación, 13-9-10 y
30-8-10 y Financial Times, 20-9-10.
[7] Estados
Unidos también apostó muy fuerte para neutralizar la crisis de
legitimidad que afectaba al Fondo y todavía se desconoce su rol en el
escándalo montado contra el ex directivo Dominique Strauss Kahn. CADTM,
“El FMI lamentable símbolo de un sistema”, www. cadtm .org/ 18-5-11.
[8] Fiori
José Luis, “Muy lejos del equilibrio”, Sin Permiso, 19-12-10, Cantelmi
Marcelo, “El G 20 en las puertas”, Clarín, 23-10-10.
[9] La mirada inicial en Pasquino Gianfranco, “La UE aún representa el progreso”, Clarín, 31-8-10.
[10] Husson Michel, “Euro: en sortir ou pas”, Inprecor 575-576, 7-8-9-2011. Samary Catherine, “The Eastern periphery”, www.attac , 31-10-11.
[11]
Desde la caída de la principal entidad belga (Deixa) sobrevuelan muchas
hipótesis de repetición de lo ocurrido con Lehman Brothers. Las
“pruebas de resistencia” realizadas a los bancos europeos dejaron muy
intranquilos a los expertos, cuando las entidades necesitan
recapitalizarse y recaudar dinero. Esta exigencia contrae, a su vez. el
crédito y agrava la recesión.
[12] Llach Juan, “Pulseadas en el palacio global”, La Nación, 30-6-10.
[14] Husson Michel, “Una crisis sin fondo”, www.vientosur , 19-7-11 Louca Franciso, “La izquierda contra la dictadura de la deuda”, www.sinpermiso , 17-10-11
[15] No
hay tiempo suficiente para transferir los títulos a los tenedores
marginales , limpiar los balances o crear mercados paralelos para los
papeles incobrables. La crisis actual golpea en una coyuntura muy
turbulenta, a economías entrelazadas y localizadas en el centro del
capitalismo . Arceo Enrique, Página 12, 9-12. Toussaint Eric, “Crash do
Deixa”, www.CDTM , 7-10-11
[16] La
reorganización de la eurozona prepara la introducción de formas
federativas en la UE, que someterían las atribuciones locales a una
mayor centralización estatal. Este cambio introduce enormes fisuras y
puede potenciar el secesionismo en los países con fracciones
separatistas influyentes (Bélgica, España o Italia). Estos sectores
podrían reforzar sus demandas de integración directa a la Eurozona,
puenteando las estructuras estatales existentes para desembarazarse de
las regiones empobrecidas.
[17] Shujie Yao, “Los límites del modelo China”, Cash-Pagina 12, 7-8-11. También Wall Street Journal, La Nación,17-11-11)
[18] La Nación, 5-6-10.
[19] Roubini, Nouriel, “El boom de China tiene fecha de vencimiento”, La Nación, 24-4-11. Stigtiz Joseph, www.elperiodico.com , 9-8-11
[20]
Bocco Arnaldo, “De los Brics a las Eagles” Página 12, 10-1-11. Abeledo
Anahí, “El desafío para los emergentes es tener crecimiento”, Clarín,
10-7-11
[21] Beckett Paul, “Pese al crecimiento,
aumentan las dudas sobre el milagro indio”, La Nación, 30-3-11. Nye
Jospeh, “La carrera de fondo, Clarín, 2-2-11, Ramstad Evan, “El milagro
coreano”, La Nación, 8-11-10.
[22] Un cuestionable enfoque en: Kateb Alexander, “Los países BRICS dan una lección”, Página 12, 20-9-11
[23] Halevi Jospeh “Se avecina una nueva crisis”, Il Manifesto 8-6-11.
[24]
Krugman Paul, “Las limitaciones que nos impone un mundo finito”, La
Nación, 29-12-10. Blejer Mario, “Argentina y la seguridad alimentaria”
La Nación, 4-12-11.
[25] Distintas visiones en De
La Balze Felipe, “La crisis acelera el curso de la historia”, Clarín
27-11-11 Turzi Mariano, “La nueva divisoria global: emergentes y
declinantes”, 18-8-11. Tokatlian Gabriel, “El año de la encrucijada”, La
Nación, 11-1-11. Cufré David, “Con la vieja receta”, Pagina 12,
26-6-10.
[26] Belson K, Onishi N, “Una falta de liderazgo que agudiza la crisis”, La Nación, 17-2-11.
[27] Hemos desarrollado
los temas de este capítulo en nuestro reciente libro , Katz Claudio,
Bajo el imperio del capital, Espacio Crítico Ediciones, Bogotá 2011.
Próxima edición Luxemburg, Buenos Aires.
[28]
Estas visiones en: Gros Daniel, Eco “En defensa de la austeridad para
Europa”, Clarín, 4-12-11, Pagni Carlos, “La crisis del estatismo”, La
Nación, 19-7-10, Schauble Wolfang y MacFadden Daniel, Página 12,
28-8-2011.
[29] Krugman Paul, Clarín, (11-7-10,
13-7-10, 22.5-10, 10-8-10, 6-11-2010, 28-8-2010, 14-8-10). Stigliz
Joseph, “Qué puede salvar el Euro”, El País, 8-12-11, “El mercado
hipotecario”, Clarín, 6-11-201, “La austeridad es camino suicida”,
Página 12, 7-12-11, “Un contagio de malas ideas”, Sin Permiso, 14-8-11.
También, Skidlesky Robert, “El mundo para volver a leer a Keynes”,
Página 12, 2-8-11, Mitchell. William, “Entrevista”, Página 12, 10-10-11.
[31] Esta
reacción fue coronada con la instalación de un gobierno directo de los
banqueros (Papademos). La misma sustitución se impuso en Italia
(Berlusconi por Monti) con tecnócratas que postulan una ideología
derechista para sortear al parlamento, impugnando a los políticos y
menospreciando a los partidos. Stathis Kuvelakis, “Golpe de Estado
europeo frente al levantamiento popular”, www.vientosur 11-11-1. John Brown, “El capital financiero castiga a sus devotos partidarios”, www.rebelion 23-11-11.
[32] Stiglitz Joseph, “Europa no aprendió la lección de Argentina” Página 12. 10-12-11.
[33] Nuestra visión en: Claudio Katz, “Lecciones de Argentina para Grecia” www. cadtm . org, 25-10-2011. |
|
[34] Es la visión de Rogoff Kenneth, “El capitalismo está lejos de encontrar su sucesor”, La Nación, 11-12-11.
[36] Vicens Navarro, “Habermas y la sabiduría”, www.sin permiso, 13-6-10.
Claudio Katz
Rebelión