La maquinaria
institucional e ideológica heredada de 30 años de neoliberalismo no está
ahí por nada: sus objetivos son el retroceso político y mantener vivos
los viejos dogmas. Esto se logra imponiendo una narrativa dominante
sobre los orígenes y naturaleza de la crisis que impida pensar en
caminos alternativos.
Lo notable es que esta narrativa termina con el principio de la pesadilla. Su culminación es el ¡retorno al neoliberalismo! Eso es absurdo: si algo sabemos es que el neoliberalismo ya no va a poder funcionar jamás. Un vistazo a la historia de las principales economías capitalistas durante los últimos tres decenios permite comprobarlo.
En los años 70 termina el periodo
gloriosode acumulación rápida de capital y crecimiento del ingreso personal de los trabajadores. Ese lapso (1945-1975) se caracterizó por altas tasas de crecimiento, fuertes incrementos en productividad y fuerte inversión en capacidad productiva.
En los años 70 la tasa de ganancia se estancó y declinó durante varios años. No importa qué medida prefieran los lectores, y más allá de las polémicas sobre el significado de este movimiento en la tasa de ganancia, lo cierto es que se puede documentar sin dificultad esta declinación en la tasa de ganancia. Y a partir de ese hecho, todo cambió: para enfrentar esta caída en la rentabilidad el capital desencadenó una ofensiva de largo aliento en contra del trabajo.
El resultado de esta acometida fue el estancamiento de los salarios. El crecimiento en productividad que pudo mantenerse (y hasta acelerarse durante algunos periodos) no tuvo su contraparte en un incremento de los salarios. En la distribución de la renta, las ganancias se beneficiaron y el asalariado se llevó la peor parte. Esa redistribución mejoró las condiciones de rentabilidad en los años 1988-2002, con sus diferencias entre países y sectores.
El estancamiento en la rentabilidad durante los 70 también provocó una búsqueda de espacios de inversión financiera que pudiera darle la vuelta a ese
mal necesario(como decía Marx) que es el circuito productivo. La expansión del sector financiero fue la consecuencia directa y los centros de poder a nivel nacional y supranacional se afanaron en eliminar las barreras a la circulación del capital financiero.
Uno de los rasgos más interesantes de la reproducción
capitalista en los últimos decenios consiste en que mientras los
salarios se estancaron, el nivel de consumo se mantuvo más o menos
constante. ¿Cómo fue eso posible? La explicación se encuentra en la
caída en la tasa de ahorro y en el crédito. Es decir, las familias
aumentaron la parte de su ingreso que se destina al consumo y, por otra
parte, incurrieron en un sobre endeudamiento crónico. El sector
financiero ya las estaba esperando.
La desregulación y las
innovacionesfinancieras hicieron bien su trabajo. La capitalización de títulos financieros, acciones y activos inmobiliarios, alimentó la ilusión de un aumento de riqueza virtual que pudo respaldar durante unos años el nivel de consumo de las clases medias. En Estados Unidos hasta tenemos el fenómeno de un segmento de la clase trabajadora que tuvo ingresos derivados de la rentabilidad del mercado accionario. Pero el sobre endeudamiento fue el mecanismo más importante para mantener el nivel de demanda agregada que necesita todo sistema capitalista.
En ese periodo (1980-2000) la inversión productiva mantenía tasas de
crecimiento raquíticas. Es decir, la recuperación de la rentabilidad
derivada de la ofensiva anti-laboral no se acompañó de un incremento en
la capacidad productiva o en la introducción de una nueva plataforma
tecnológica capaz de sostener una nueva fase de expansión. De las varias
interpretaciones, la más cercana a la realidad se relaciona con un
agotamiento de las oportunidades de inversión asociadas con altas tasas
de beneficios.
Esto es lo que cierra el circuito de acumulación neoliberal en los espacios
nacionales. En el plano internacional, la famosa globalización permitió poner a competir entre sí a la fuerza de trabajo de todo el mundo. Y eso se acompañó del desmantelamiento de una parte de la capacidad industrial estadunidense al transferir las multinacionales líneas completas de producción hacia China. El proceso culminó con la consagración de Estados Unidos como consumidor en última instancia a escala mundial.
En la actualidad no existen instancias internacionales capaces de
marcar un nuevo derrotero. La guerra social al interior y entre espacios
nacionales, así como los desequilibrios internacionales son la señal
más clara: la única recuperación posible pasa por la destrucción del
neoliberalismo.
Alejandro Nadal
La Jornada
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