El anuncio por parte de Italia del desembolso
masivo de capital chino para apoyar su economía nacional ha suscitado la
esperanza de una intervención de Pekín para salvar al euro. No obstante, hay
que protegerse de las falsas esperanzas, puesto que China es un inversor cauto
y prudente, explica La
Repubblica.
¿Entrarán los chinos en el gigante público de la
energía ENI o en la compañía eléctrica pública ENEL? ¿pueden adquirir una parte
del conglomerado industrial Finmeccanica, o del puerto de Génova? ¿desembolsar
capital en el banco Unicredit a cambio de su participación en las subastas de
bonos del tesoro plurianuales, ocupando así el puesto de Muamar el Gadafi?
Para comprender qué fundamento tienen las
especulaciones en los distintos ámbitos – o si es la misma Italia quien
alimenta estos rumores – es necesario desplegar el mapa de inversiones chinas
en el mundo, las estrategias financieras de Pekín, y sus implicaciones con los
intereses geopolíticos de la segunda economía mundial.
Se están produciendo dos tipos de ajustes
en la gestión del capital chino: la diversificación con respecto al dólar
frente a otras monedas; y el desplazamiento de títulos públicos hacia paquetes
de acciones en empresas industriales y, en la medida de lo posible, de
relevancia estratégica para China. Estos ajustes son graduales y, en ningún
momento, deben poner en riesgo la "estabilidad del sistema económico
global".
La "SAFE", un coloso financiero
Quienes se afanan en interpretar los contactos Roma-Pekín como “un voto de confianza” del Gobierno chino en la solvencia italiana, se confunden, y mucho. El presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, también cayó en esa trampa al anunciar muy rápidamente que China iba a comprar grandes cantidades de deuda pública española, cuyo montante a la postre se podría considerar como más bien modesto.
En pleno desastre sistémico de 2008,
Estados Unidos solicitó a los estrategas chinos que hiciesen de “caballeros
blancos”, lo que desencadenó agrias polémicas en China, por la cordura de
dichas operaciones. En el peor momento, cuando los índices bursátiles habían
alcanzado sus mínimos históricos, los propios dirigentes políticos chinos
acusaron a sus gestores de haber malgastado sus recursos nacionales para
prestar auxilio de manera tan arriesgada como inútil a los bancos
estadounidenses. Hoy el balance de estas operaciones resulta menos negativo,
pero las cicatrices perduran y aconsejan prudencia a los responsables en
Pekín.
Los jugadores de esta partida son dos colosos
financieros. En primer lugar, hay una “sede social”, el organismo de Estado
que, como un verdadero ministerio, administra las reservas monetarias del banco
central. Dichas reservas son el resultado de años de activos comerciales que
China ha acumulado en el resto del mundo, y son los más ricos del planeta: 3,2
billones de dólares [2,3 billones de euros]. El acrónimo de la Comisión Estatal
de Administración de Divisas – “SAFE” [State Administration of Foreign
Exchange] por sus siglas en inglés, que significa en ese idioma “seguro” y
también “caja fuerte” – es una síntesis eficaz de su filosofía en materia de
inversiones.
Con la velocidad con la que los nuevos activos
comerciales reflotan las reservas del banco central chino, ya que únicamente en
el primer semestre de este año, la
SAFE ha invertido 275.000 millones de dólares [200.000
millones de euros], lo que implica que, si quisiese, la SAFE podría comprar todos los
títulos de deuda italianos que vencen antes de final de año. Lo cual no sería
precisamente “safe” [seguro], por lo que el banco central chino sigue
reinvirtiendo la mayoría de sus reservas en bonos del Tesoro estadounidenses.
Los rumores sobre un apoyo a España tuvieron impacto efímero
Respecto a la diversificación en curso del dólar
hacia otras monedas, el banco central de Pekín favorece, para seguir estando
“safe”, los bonos alemanes y los títulos de deuda japonesa, todos ellos
considerados inversiones sólidas. Los reiterados anuncios de adquisiciones
masivas por parte de China de bonos de los países mediterráneos se consideran
todavía exagerados. En julio de 2010, los rumores sobre un apoyo a España
tuvieron un impacto efímero sobre los mercados (SAFE había adquirido 500
millones en bonos a diez años, una inversión modesta).
En octubre de 2010, el primer ministro chino, Wen
Jiabao, visitó Atenas y allí también las expectativas de compras masivas de
títulos griegos tuvieron una vida muy corta. La única compra real fue la
entrada del gigante chino de la logística Cosco en la gestión del puerto de Atenas. Este episodio ilustra otra
dimensión de la estrategia china, más agresiva y que tiene como protagonista a la China Investment
Corporation (CIC, Corporación China de Inversión), el fondo soberano de Pekín.
Todos sus recursos provienen de la misma fuente: las reservas monetarias del
banco central.
Pero la
CIC tiene más libertad de acción y funciones diversas, es la
avanzadilla de la penetración de China en la economía global. Su estatus le
atribuye una “orientación comercial y los objetivos puramente económico
financieros”. La CIC
es una sociedad que debe rendir cuentas a sus accionistas (el Gobierno de
Pekín), y eso no excluye que pueda servir de caballo de Troya para sus
objetivos estratégicos, como la adquisición de nuevas tecnologías, de know how
en cuestión de gestión, la creación de puntas de iceberg sobre los mercados que
prometen, o en las actividades en las que China todavía debe mejorar su
competitividad.
Europa, relegada a la tercera posición en inversiones
Geográficamente, las inversiones directas siguen
concentrándose en Estados Unidos, con un 42%, seguidas de Asia con un 30%,
mientras Europa queda relegada a la tercera posición, con el 22%. Europa
representa también un ejemplo de la diversificación de China hacia los activos
industriales: sacando partido de la crisis de 2008, los chinos consiguieron que
el fabricante de automóviles Ford les cediese el control de
Volvo.
La próxima cumbre de los Brics (Brasil, Rusia,
India, China y África del Sur), que se celebrará la próxima semana en
Washington y donde se debatirán los posibles apoyos a la zona euro, es un signo
de este cambio de era. Hoy en día son las potencias emergentes quienes disponen
de capitales y a quienes hay que pedírselos. Guido Mantega, el ministro de
Finanzas de Brasil, ha anunciado que la crisis de la zona euro está “a la orden
del día”.
El mundo al revés. Brasil y Rusia que ayer eran
sinónimo de “impago” están hoy, junto con China, en la lista de potenciales
“caballeros blancos”, con tal de que quieran desempeñar ese papel y que las
contrapartidas que les ofrecemos sean de su agrado.
Federico Rampini
La Repubblica
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