viernes, 2 de septiembre de 2011

Gobernados por irresponsables

Afinando los muchos análisis hechos acerca del conjunto de crisis que nos asolan, llegamos a algo que nos parece central y sobre lo que toca reflexionar seriamente. Las sociedades, la globalización, el proceso productivo, el sistema económico-financiero, los sueños predominantes y el objeto explícito del deseo de las grandes mayorías es consumir sin límites. Se ha creado una cultura del consumismo propalada por todos los medios. Hay que consumir el último modelo de móvil, de zapatillas, de ordenador. El 66% del PIB en EE.UU. no viene de la producción sino del consumo generalizado. Las autoridades inglesas se sorprendieron al constatar que, entre quienes promovían los disturbios en varias ciudades no solamente estaban los habituales extranjeros en conflicto entre sí, sino muchos universitarios, ingleses desempleados, profesores y hasta reclutas. Gente enfurecida porque no tenía acceso al tan propalado consumo. No cuestionaban el paradigma de consumo sino la exclusión del mismo. 

En el Reino Unido después de Thatcher y en EE.UU. después de Reagan, así como en el mundo en general, va creciendo una gran desigualdad social. En el primero de ambos países, los ingresos de los más ricos se incrementaron en los últimos años 273 veces más que las de los pobres. Por eso, no es de extrañar la decepción de los frustrados ante un software social que les niega el acceso al consumo y ante los recortes en el presupuesto social, del orden del 70%, que los castiga duramente. El 70% de los centros recreativos para jóvenes fueron simplemente cerrados. Lo alarmante es que ni el primer ministro David Cameron ni los miembros de la Cámara de los Comunes se tomaron el trabajo de preguntar el porqué de los saqueos en las distintas ciudades. Respondieron con el peor remedio: más violencia institucional. 

El conservador Cameron dijo con todas las letras: "Vamos a detener a los sospechosos y publicaremos sus caras en los medios de comunicación sin importarnos las preocupaciones ficticias con respecto a los derechos humanos". He aquí una solución del despiadado capitalismo neoliberal: si la orden que es desigual e injusta lo exige, se anula la democracia y se pasa por encima de los derechos humanos. Y esto sucede en el país donde nacieron las declaraciones de derechos de los ciudadanos. 

Estamos enredados en un círculo vicioso que puede destruirnos: necesitamos producir para permitir tal consumo. Sin consumo, las empresas quiebran. Para producir, necesitan los recursos de la naturaleza. Estos son cada vez más escasos y ya hemos dilapidado un 30% más de lo que la tierra puede reponer. Si paramos de extraer, producir, vender y consumir no hay crecimiento económico. Sin crecimiento, los países entran en recesión, generando altos índices de desempleo. Con el desempleo, irrumpen el caos social explosivo, depredaciones y todo tipo de conflictos. ¿Cómo salir de esta trampa que nos hemos preparado a nosotros mismos? 

Lo contrario del consumo no es el no consumo, sino un nuevo software social en la feliz expresión del politólogo Luiz Gonzaga de Souza Lima. Es decir, urge un nuevo acuerdo entre un consumo solidario y frugal, accesible a todos y los límites intraspasables de la naturaleza. ¿Cómo hacer? Existen varias sugerencias: el "modo sostenible de vida" de la Carta de la Tierra, el "vivir bien" de las culturas andinas, fundado en el equilibrio hombre/Tierra, la economía solidaria, la bio-socio-economía, el "capitalismo natural" que intenta integrar los ciclos biológicos en la vida económica y social... 

Pero los jefes de los Estados opulentos no hablan de estas cosas. Tratan de salvar el sistema que hace agua por todas partes. Saben que la naturaleza ya no puede pagar el alto precio que el modelo consumista cobra. Estamos gobernados por ciegos e irresponsables, incapaces de darse cuenta de las consecuencias del sistema económico-político-cultural que defienden. Es imperativo un nuevo rumbo global, si queremos garantizar nuestra vida y la de los demás seres vivos. La civilización científico-técnica que nos ha permitido niveles exagerados de consumo puede poner fin a sí misma, destruir la vida y degradar la Tierra. Seguramente no es para esto para lo que hemos llegado a este punto en el proceso evolutivo. Urge tener valor, osadía para cambios radicales, si es que todavía nos tenemos un poco de amor a nosotros mismos.

Leonardo Boff. Teólogo
Deia

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