Frente a un nuevo fenómeno, las palabras se apresuran a nombrarlo hasta
que alguna de ellas termina por imponerse. Es lo que sucedió en francés
con el término “altermundismo”. Entró en el campo político entre el 2001
y el 2002. Nombrando a la nebulosa mundial de organizaciones y de redes
que poco a poco se fueron reconociendo en el eslogan de los Foros
Sociales Mundiales “Otro mundo es posible” adoptado por la organización
Attac (creada en junio de 1998) surgida de un artículo de Ignacio
Ramonet en Le Monde diplomatique de mayo de 1998. Se halla
íntimamente vinculada a momentos de alta visibilidad mediática como
fueron los Foros, desde el realizado en Porto Alegre en 2001 y las
grandes manifestaciones contra la OMC, el FMI, el Banco Mundial, etc.
desde Seattle en diciembre de 1999.
El “Altermundialismo” sucedió al
“antimundialismo”, concretando el paso desde una posición de simple
rechazo a la mundialización liberal a la proposición de políticas
alternativas. Una manera de contradecir el famoso TINA (There is no
alternative) de Margaret Thatcher.
En enero de 2008, la revista Utopie critique y Mémoire des Luttes propusieron el concepto de “post-altermundismo” (2) destinado
a designar a las posibles articulaciones entre movimientos sociales,
partidos y gobiernos progresistas en pos de objetivos precisos, como la
lucha contra el cambio climático. La cumbre de Cochabamba, convocada por
el presidente boliviano Evo Morales en 2010, constituye un buen
ejemplo. El post-mundialismo no se opone al altermundismo: es solo una
de sus posibles derivaciones.
Un concepto nuevo y que molesta
Y
he aquí que acaba de hacer irrupción en el léxico político francés un
nuevo concepto aunque alineado sin embargo al anterior: el de
“desmundialización”. Se ha desarrollado en por lo menos tres libros
recientes: el de Georges Corm, “Le nouveau gouvernement du monde” (La découverte 2010), “ La démondialisation” (Seuil 2011) de Jacques Sapir y el de Armand de Montebourg “Votez pour la démondialisation”
con prefacio de Emmanuel Todd (Flammarion 2011). Estos dos últimos
autores remontan el concepto al filipino Walden Bello, figura señera de
los Foros sociales mundiales en su libro titulado “Démondialisation: Ideas for a New World Economy”
editado en 2002. También había sido propuesto ya por el autor de estas
líneas en un artículo publicado en noviembre de 1996 publicado en “Manière de voir” , publicación bimestral de Le Monde diplomatique. En esa época todavía no había aterrizado en el debate público (3) . Las palabras también deben esperar a que les llegue su hora… y parece que la de desmundialización ha llegado.
Por
si quedaran dudas, solo es preciso ver las virulentas reacciones que
este concepto a suscitado en sectores esperados ( los liberales
superobedientes) pero también en otros en los que no se esperaba
(algunos altermundistas de Attac). La razón en ambos casos es la misma:
en la medida en que Arnaud Montebourg la convierte en voz de orden de la
campaña de las “primarias” del Partido Socialista en relación con la
designación de su candidato para el Elíseo, el tema de la
desmundialización queda confinado a los debates de la izquierda crítica
para instalarse en el panorama electoral y adquirir una legitimidad y
una “respetabilidad” política que supera el círculo de los convencidos.
Uno
podría preguntarse si no es esa la razón por la cual, en una
publicación del 6 de junio de 2011 del sitio de Mediapart titulada
“Desmundialización y altermundismo son dos proyectos antagónicos”, nueve
miembros del Consejo Científico de Attac – es decir las principales
figuras de la dirección de la asociación han creído poder afirmar en
tono polémico y sentencioso que la “desmundialización” es “un concepto
superficial y simplista” Sin dudar, de paso, en poner en escena el torpe
-y escandaloso– artificio de una pretendida convergencia con las tesis
del Frente Nacional.
Sin nombrarlos ni citarlos se apoyan,
travistiéndolos, en las tesis de Jacques Sapir, Arnaud Montebourg y
Emmanuel Todd. Lo que les valió la réplica de un nuevo interlocutor
Fréderic Lordon: uno en el blog de Le Monde diplomatique “Quién tiene miedo a la desmundialización” (4) ; el otro en el número de agosto de 2011 del semanario “La démondialisation et ses ennemis”
Detrás de una palabra, una orientación estratégica
Contrariamente
a lo que afirman los dirigentes de Attac, altermundialismo y
desmundialización no son conceptos antagónicos, sino que pertenecen a la
misma familia. En el primer caso se trata de un haz de reivindicaciones
y de diferentes propuestas (debido a la heterogeneidad de los
protagonistas) y cuyo principal denominador común, como si puede
reconstituir desde afuera es el imperativo del acceso universal a los
derechos (5) .
La desmundialización es una
orientación estratégica que tiende tanto mediante acciones políticas
(elecciones, instituciones y gobiernos) como ciudadanas (luchas de los
movimientos sociales especialmente) a recuperar concretamente la esfera
económica y financiera que las instancias políticas les ha entregado
deliberadamente y que son la causa de la actual crisis sistémica del
capitalismo. Sin esa orientación prácticamente ninguna de las propuestas
altermundistas tiene posibilidades de lograr éxito.
El objetivo
de la desmundialización puede formularse muy simplemente, pero de otro
modo sería difícil de alcanzar: tender a que el entorno de la toma de
decisiones democráticas coincida lo más posible con la capacidad de
regular los flujos económicos y financieros. Lo que plantea el tema de
la instancia del espacio nacional.
Lo nacional: una palanca y no un “repliegue”
Aunque
sea necesario establecer objetivos convergentes para las movilizaciones
sociales a escala regional (europea en el caso de los europeos) y
mundial, ese escenario por ahora solo es nacional. Es necesario disponer
de todas las potencialidades aprovechando las fallas y las debilidades
del adversario. Y eso sin dejarse impresionar por las denuncias de
“unilateralismo” trivial de una parte de la extrema izquierda y del
movimiento altermundialista y que remite todo cambio en Francia a las
calendas europeas o mundiales, es decir a un futuro que se sabe que no
llegará. Después de todo el 29 de mayo de 2005, los ciudadanos franceses
no esperaron para votar “no” a que lo hicieran los demás.
Todas
las experiencias de rupturas concretadas en estos últimos años han
demostrado que no es en los niveles mundiales o regionales, sino a nivel
nacional, como ha sido posible alcanzar algunos cambios y aún lograr
algunas victorias. Ya sea por el accionar de los gobiernos apoyados por
los movimientos sociales (como en América latina) o por la presión sobre
los Estados de los movimientos populares capaces de movilizar a los
pueblos (como en el mundo árabe).
Los tres motores de la
mundialización liberal, promovidos igualmente por los tratados europeos
como estatuto de “libertades fundamentales” son la libertad de
circulación de capitales, la libre inversión y el libre comercio de
bienes y de mercancías. Y esto no solamente en la UE sino también entre
la UE y el resto del mundo. Esos son los tres motores que es necesario
atrapar y someter al control democrático.
El neoliberalismo ha
definido el territorio de sus intervenciones: todo el planeta, sin
fronteras de ningún tipo. Lo importante es saber si para combatirlo
debemos ubicarnos en el mismo terreno o si es necesario elegir otros y
en lugar de una guerra de trincheras a nivel mundial, desarrollar una
guerra en movimiento, como una guerrilla en los primeros escalones. Todo
depende de la relación de fuerzas.
Precisamente para ganar
ventaja se crearon las organizaciones multilaterales como el Banco
Mundial, el FMI, la OMC, la OCDE, así como las demás instituciones
Europeas y sin olvidar al G-7,G-8 o G-20. Saben que no tienen
estrictamente nada que temer de una eventual confrontación con sus
adversarios en ese nivel. Pueden hasta darse el lujo de “dialogar”
públicamente con ellos como lo hicieron algunos de sus miembros en
oportunidad de la teleconferencia debate “Porto alegre contra Davos” que
se organizara en el primer Foro social mundial de 2001 y en la que
participó personalmente el megaespeculador George Soros.
En
cambio los “habitués” de Davos no se arriesgarían a algo similar a nivel
“regional” por ejemplo, europeo, ¿sería imaginable un diálogo
televisado entre Carlos Ghosn y el comité de la empresa europea Renault?
Y menos aún a nivel nacional, es decir allí donde la capacidad
militante puede ser realmente movilizada (6) Las
fuerzas del capital comprendieron perfectamente que una compulsa social
en un Foro mundial perdería rápidamente su fuerza a medida que se fuera
alejando de su “epicentro” para haber desaparecido prácticamente al
llegar al nivel nacional.
La experiencia nos enseña inversamente
que las luchas sociales y políticas en un determinado país pueden
producir contagio en otros y así regionalizarse e internacionalizarse.
Es lo que han demotrado las sublevaciones árabes, partiendo de la
situación tunecina y las manifestaciones en masa contra las
desigualdades en Israel directamente inspiradas en los indignados de la
Puerta del Sol -y la rueda se cierra- réplica de las ocupaciones de las
plazas públicas en Túnez y el Cairo…
Lo “nacional” no es de
ningún modo un sustituto de lo “internacional” o de lo “europeo”. Lejos
de constituir un “repliegue” es por el contrario una condición previa de
una estrategia del débil contra el fuerte. No se comprende que tales
evidencias avaladas por los hechos, escapen a la comprensión de los
“anti-desmundializacion” que plantea la izquierda crítica, especialmente
en una parte del altermundialismo-
La desmundialización no es un
concepto rígido, sino dinámico, y se puede traducir en una serie de
medidas políticas prácticas, tales como, entre otras, las propuestas de
los autores anteriormente citados (7) y que no se
limitan a la necesidad de un proteccionismo europeo. Su “combustible” es
la exigencia democrática de recuperar la soberanía popular en el
espacio en que pueda ejercerse realmente para regular los flujos
económicos y financieros.
En teoría son posibles dos soluciones
extremas: o bien “renacionalizar” los flujos para que respondan a una
voluntad política nacional expresada a través del sufragio universal
–cuando existe– o ampliar a todo el planeta el espacio público
democrático con objeto de realizar un control efectivo sobre los ya
mundializados. Se ve que ninguna de estas dos posiciones es íntegramente
sustentable. Por un lado, existen efectivamente una cantidad de
dominios –no solo el de la lucha contra el cambio climático– que por
naturaleza exceden los límites fronterizos y por el otro un gobierno
mundial con todas las competencias de un ejecutivo nacional del presente
que no resulta previsible en un tiempo histórico demasiado próximo. Se
trata por lo tanto de jugar dentro del marco de las soluciones extremas e
intermedias.
Las soluciones intermedias pueden adoptar dos
formas. Se puede construir lo internacional a partir de los Estados
constituidos, es decir ir poniendo gradualmente en común fragmentos de
soberanías nacionales que formen parte de temas libremente delegados y
decididos, limitados, controlados, y revocables en condiciones
previamente acordadas.
El otro término alternativo, consiste en
hacer evolucionar a los cuadros estatales para incluir mayores conjuntos
de soberanía popular. Es necesario no confundir esta idea con la de los
agrupamientos regionales basados en el libre comercio y la “competencia
libre y no falseada”. Lo que hace la diferencia es la existencia o no
de mecanismos de regulación política con bases democráticas que hagan
contrapeso al mercado.
La Unión europea (UE), que teóricamente
habría podido entrar en esta categoría, al contrario es un agente activo
de de la mundialización neoliberal, una verdadera máquina de
liberalizar. Por lo tanto un terreno muy extenso para una contraofensiva
desmundializadora.
Una “Grenelle”(8) de la UE para hacer saltar el cerrojo europeo
En
la medida en que las decisiones europeas sobresalen y enmarcan todas
las demás y que el 57% de los textos que nos gobiernan no son más que
actos legislativos decididos por instancias de la Unión, la cuestión
europea se sitúa en primera línea en todo proceso de desmundialización.
En
la perspectiva de las próximas elecciones presidenciales y legislativas
francesas, el ciudadano debe saber que márgenes de acción se darán tal o
cual partido para poner en marcha un verdadero programa de
transformación social, incompatible por lo tanto con el tratado de
Lisboa.
En el caso de que las instituciones europeas establezcan
un cerrojo, ¿estarán o no dispuestas a tomar decisiones unilaterales de
ruptura (9) o por lo menos a amenazar con tomarlas en
plazos próximos y previamente anunciados con el objeto de obligar a una
negociación? La reacción que habría de esperar de la Comisión y de la
Corte de Justicia y de la mayor parte de los dirigentes europeos podría
ser rápidamente contrarrestada y aún ir más allá mediante la vinculación
de numerosos movimientos sociales de otros países que presionarían a la
vez sobre sus gobiernos.
Lo que convierte a la UE en agente
activo de la mundialización liberal debería ponerse sobre el tapete:
libertad de circulación de capitales; libre comercio; pertenencia a la
zona euro, planes de “rescate”; poderes de la Comisión y de la Corte de
Justicia de Luxemburgo; estatuto del Banco Central europeo; dumping
social, fiscal y ecológico: primacía de la competencia, etc. Para
tratar de concretar una especie de “Grenelle” (versión 1968) a nivel
europeo.
Se objetará no sin razón que eso haría entrar a la UE en
una zona de turbulencias sin precedentes y que los resultados no
estarían garantizados de antemano. Lo que por el contrario puede
garantizarse con anticipación es que si la trayectoria de la
construcción europea no da un giro de 180 grados la austeridad será
perpetua, así como la explosión de las desigualdades y de la
precariedad, el desguace del tejido social, el empuje de la extrema
derecha y la xenofobia.
Los liberales no son sensibles a este
tema, ya han hecho su elección y su única obsesión es el temor a mayores
turbulencias sociales. Por pusilanimidad, por confusión mental entre
nación y nacionalismo y por europeísmo beato, la mayor parte de la
izquierda socialdemócrata y una parte de la izquierda crítica parecen
partidarias de hacer lo mismo, pero por defecto. Están liberando de este
modo un amplio espacio para las fuerzas que rechazan verse atrapadas en
la trampa de una alternancia posible.
(Este texto fue redactado sobre la base de intervenciones, artículos y obras anteriores. En especial mi conclusión en Manière de voir
nº 32, noviembre de 1866); una comunicación al coloquio M’PEP “ Qué
hacer con la Unión europea” de junio de 2011 y un artículo publicado en Politis del 7 de julio 2011)
NOTAS
[5]
Leer sobre este tema un obra muy documentada de Gustave Massiah, Une
stratégie altermondialiste, La Découverte, Paris, 2011.
[6]
Paradójicamente, el altermundismo se fortalece defendiendo este
planteamiento. Existe una presencia “supranacional” muy importante, en
parte gracias a los medios. Su presencia en Europa (al margen de la red
Attac Europa), es marginal como lo atestigua la declinación de los Foros
sociales europeos y el hecho de que los movimientos de los indignados
se desarrollan al margen de él. Y no hablemos del nivel nacional: sobre
el total francés, en enero de 2008, a lo sumo entre 3.000 y 4.000
personas participaron en la Jornada mundial de movilización y de acción
convocada por el Consejo Internacional del FSM. El año anterior José
Bové, figura emblemática del movimiento alter, había logrado el 1,32% de
los votos en la elección presidencial…
[7] En lo inmediato y
esperando una futura síntesis crítica de las diferentes propuestas
remitimos al lector a los textos de esos autores como también al libro
de Jeann-Luc melenchon “Qu’ils s’en aillent tous”. El candidato
del Frente de Izquierda en las elecciones presidenciales no emplea la
palabra “desmundialización” pero ciertamente sus propuestas se inscriben
en esta misma lógica.
[8] Grenelle (N. de T.) Los acuerdos de
Grenelle se negociaron en plena crisis de mayo de 1968 entre el gobierno
de Pompidou, los sindicatos y las organizaciones patronales. Sin
embargo nunca se firmaron y se referían esencialmente a un aumento del
35% en los salarios mínimos interprofesionales y la creación de
sindicatos de empresa.
(9) Invocando particularmente el
“compromiso de Luxemburgo” de enero de 1966 impuesto por el General De
Gaulle a sus socios de los Seis de esa época llamado también la política
de la “silla vacía”, recordamos los dominios comunitarios regidos por
el procedimiento de mayoría calificada (tal el caso del mercado interno,
liberalizaciones de todo tipo en consecuencia) como regla de
unanimidad. Lo que significa el derecho a veto.
Bernard Cassen es Secretario General de “Mémoire des luttes” y presidente honorario de Attac
Traducido para Rebelión por Susana Merino