En medio de la más grave crisis de la economía capitalista a escala
mundial, el deterioro ambiental ha sido relegado a un plano secundario.
Es cierto que algo se habla sobre la pérdida de biodiversidad o el
cambio climático. Pero en los hechos el medio ambiente no es prioridad.
Los
términos del debate sobre la crisis los ha impuesto la derecha y en su
pantalla de radar el problema ambiental siempre ha ocupado un lugar
subsidiario. Por eso no sorprende que ahora que los centros de poder
castigan con austeridad fiscal y promueven la destrucción de cualquier
vestigio del estado de bienestar, el medio ambiente brille por su
ausencia. Y cuando se le pretende tratar como tema prioritario, la
realidad es que sólo es para mantener el proyecto neoliberal a escala
global.
El Programa de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente
(PNUMA) promueve desde hace ya tres años una serie de proyectos que se
encuadran dentro de lo que ha bautizado como la Iniciativa de Economía
Verde (IEV). Este proyecto define a una economía verde como el
resultado de mejoras en el bienestar humano y equidad social, al mismo tiempo que se reducen los riesgos ambientales y la escasez ecológica. El PNUMA sostiene que el manejo eficiente de los recursos ambientales ofrece oportunidades económicas importantes. Finalmente, afirma que una economía verde debe ser baja en el uso de combustibles fósiles y socialmente incluyente.
Esa retórica puede dar una buena
impresión. Pero la realidad es que la iniciativa del PNUMA adolece de
grandes defectos que, al final de cuentas, anulan lo que podría aparecer
como buenos deseos. Lo que queda es un disfraz mal armado para darle
una cara amable al neoliberalismo desde el punto de vista ambiental.
El
primer gran problema de la IEV es la incapacidad para examinar las
causas de la destrucción ambiental. Ninguna de las fuerzas económicas
que provocan el deterioro ambiental es objeto de un análisis cuidadoso.
Ni la concentración del poder económico en centros corporativos, ni los
procesos de acaparamiento de tierras en grandes regiones de África y
América Latina, ni el efecto de la especulación financiera sobre
productos básicos, ni el peso enorme de la deuda de los países más
pobres del mundo son temas importantes para el PNUMA. En contraste,
abunda la retórica sobre instrumentos de política basados en el
mecanismo de mercado y la necesidad de alentar la inversión privada.
El
PNUMA también ignora las causas de la feroz desigualdad, que es rasgo
dominante en la economía mundial. Tal pareciera que esa desigualdad cayó
del cielo, como si se tratara de un fenómeno meteorológico. Así, la IEV
habla de la necesidad de aliviar e incluso de eliminar la pobreza. Pero
siempre que lo hace es en referencia al potencial que ofrece el buen
manejo de los recursos. Nunca se menciona la necesidad de corregir el
marcado sesgo en contra de los salarios reales. De sobra se sabe que en
casi todo el mundo los salarios reales experimentaron una declinación
importante a partir de los años setenta. Entre las causas más visibles
de ese resultado está la represión salarial impuesta para controlar la
demanda agregada y, de ese modo, llevar adelante la lucha contra la
inflación (el principal enemigo del capital financiero). A pesar de la
importancia de esta variable de la distribución, la palabra
salariosno tiene cabida en el diccionario de la IEV.
La
desigualdad también está fuertemente anclada en una política fiscal
regresiva. Sin embargo, cuando se trata de recomendaciones en materia de
política fiscal, el documento del PNUMA sugiere que el mejor marco
fiscal para el crecimiento debe descansar en los impuestos indirectos y
en bajas tasas impositivas para el sector corporativo. Esto debe ir
acompañado de
mayor eficiencia en el gasto público, lo que en la jerga neoliberal se traduce en mayores ajustes y generación de un superávit primario para pagar cargas financieras. Claro, las referencias del PNUMA son la OCDE, el Banco Mundial y la consultora PriceWaterhouseCoopers. Eso sí, se alerta sobre los
riesgos de imponer gravámenes al capital financiero.
Aunque
la iniciativa del PNUMA se basa en la idea de que la crisis ofrece la
oportunidad para reencaminar la economía mundial por el sendero del
desarrollo sustentable, ningún documento del organismo contiene un
análisis serio sobre los orígenes y naturaleza de la crisis. Los
lectores pueden corroborar lo anterior en la página de la IEV (www.unep.org/greeneconomy).
Por extraordinario que parezca, un análisis serio sobre la crisis y sus
ramificaciones no es relevante para hablar de la transición hacia una
economía verde.
La
iniciativa del PNUMA intenta extender la vida del modelo neoliberal. Es
también un buen ejemplo de la sentencia de Keynes: no sólo hemos
fracasado en el intento de comprender el orden económico en el que
vivimos, sino que lo hemos mal interpretado al grado de adoptar medidas
que operan duramente en nuestro detrimento.
Alejandro Nadal
La Jornada
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