Es un hecho desde el 2001 la confrontación anual de dos lógicas de
análisis de la realidad económica mundial. Hace más de 10 años que
surgió el Foro Social Mundial (FSM), en paralelo y en réplica al Foro
Económico Mundial (FEM), surgido en 1971, hace 40 años.
Uno expresa
el debate de la élite mundial, con más del doble de guardias que los
custodian de la resistencia popular que rodea los cónclaves del poder.
El otro, desde la autogestión, convoca a decenas de miles que desde la
subalternidad debaten y construyen una búsqueda por organizar
alternativas al orden vigente.
En ambos se procesan
interrogantes, dudas y controversias. Unos por restablecer el orden
capitalista y por ende la ganancia, el crecimiento y el consenso social
de que otro mundo es imposible. Ese es el razonamiento que los lleva a
discutir el capitalismo en el Siglo XXI. En los otros, la búsqueda se
empecina en darle carnadura y visibilidad a “otro” orden económico,
social, político y cultural para transformar la realidad. Es una mirada
desde los de abajo, sin edulcorarla, puesto que los debates apuntan a
rumbos a veces contrapuestos, sin síntesis superadoras en la experiencia
del decenio transcurrido.
Lo concreto es la continuidad por una
década de un debate en contraposición, manifestando la existencia de
sujetos en pugna y de proyectos en discusión en uno y otro de los Foros,
dando cuenta de un tiempo de crisis que anima una agenda que puede
construir nuestro futuro, en el sentido que propone el frío de Davos, o
en la calidez de Porto Alegre.
El Foro de Davos, el Foro del poder mundial
Las
motivaciones del FEM aludían a la necesidad de los capitales más
concentrados, en pleno despliegue de la crisis capitalista de esos años,
manifestada como crisis monetaria, energética, ecológica; importante
recesión, inflación, con reducción de las ganancias, e importante poder
de los trabajadores, con un difundido imaginario por el socialismo y el
cambio social anticapitalista. A comienzos de los setentas hacía falta
renovar el discurso del poder económico y contrarrestar la hegemonía del
orden “keynesiano” emergente a la salida de la segunda posguerra y que
fuera la fundamentación teórica de los 30 años gloriosos entre 1945 y
1975.
En 1971, en Davos, Suiza, se concentraron propietarios,
ejecutivos, gerentes, jefes de Estados e intelectuales orgánicos del
poder para discutir el programa necesario para reinstalar el orden
económico y social bajo el paradigma del libre comercio, que había sido
soterrado por la bipolaridad de un desarrollo capitalista de Estado del
Bienestar y el intento de organización socialista en el Este de Europa y
otras latitudes del planeta (China, Cuba, Viet-Nam). Ese programa fue
ensayado en Chile y en las dictaduras del terrorismo de Estado del Cono
Sur americano, para instalarse en el Norte desarrollado con la
restauración conservadora con Margaret Thatcher en 1979 y con Ronald
Reagan en 1980, en Inglaterra y EEUU respectivamente.
Esa fue la
plataforma de lanzamiento de la política neoliberal que una y otra vez
fue discutida por 40 años en Davos y que sirvió de inspiración para
políticas globales aplicadas por gobiernos nacionales y supervisados por
organismos supranacionales, todos bajo el interés de los capitales
transnacionales; todos los cuales se han constituidos en sujetos
históricos de este tiempo del capitalismo. El debate inicial sirvió para
construir la realidad de las décadas transcurridas, y el resultado es
el funcionamiento del capitalismo con mayor nivel de inequidad, de
desigualdad, con fortunas inaccesibles convergentes con 1.000 millones
de hambrientos.
La cuestión es el agotamiento del “modelo”
definido en este trayecto de cuatro décadas, y la necesidad de redefinir
el presente y el futuro para retomar la “normalidad” de la explotación
capitalista. Es el desafío planteado en la versión de 2012 del FEM. En
ese sentido, Klaus Schwab, fundador del Foro de Davos señaló que “No se
pueden resolver los problemas con modelos superados”, convocando a
superar recetas que sirvieron para desmantelar el orden criticado a
comienzos de los 70´ y pensar con las claves del capitalismo de esta
época, que lo imaginan bajo la batuta de la “economía verde”, una suerte
de privatización de la naturaleza.
El primer interrogante que
se les suscitó a los miles de dirigentes empresarios y representantes de
gobiernos de 40 países remitió a si el capitalismo del Siglo XXI le
está fallando a la sociedad del Siglo XXI, en clara alusión a la larga
crisis iniciada en 2007 y que se prolonga sin final a la vista en las
principales potencias del capitalismo mundial. La desazón de una
recesión inacabada, de impactos sociales que se generalizan con sus
respectivos conflictos de “indignados” por doquier, desde África a
Europa, Israel o EEUU, suma un mapa de rebelión que solo atinaba a
expresarse en los 90´ en nuestra América.
El lema en discusión
por estas horas reza “La gran transformación. Dando forma a nuevos
modelos”, en el mismo momento donde los pronósticos de la ONU y los
Organismos Internacionales son poco alentadores sobre el panorama
económico de mediano plazo, es decir, más allá, aún, del 2012.
En
la sesión inaugural la jefa del gobierno alemán, Angela Merkel, demandó
por más Unión Europea, en lo que debe leerse mayor subordinación de los
miembros al dictado del imperialismo alemán y sus empresas, con ajustes
y desmantelamiento de los remanentes del Estado de Bienestar en el
viejo continente.
Ya no se discuten los eufemismos de la
“cooperación para el desarrollo” que poblaban anteriores encuentros,
como una dádiva de los ricos a los pobres. El problema se concentra en
la “solución” de la crisis de los grandes de la economía mundial. A los
más débiles se les propone el “ajuste” más crudo junto al recetario de
apertura y liberalización. Ni hablar de las dimensiones alimentarias,
energéticas o medioambientales de la crisis contemporánea.
Se
trata de salvar empresas y bancos transnacionales en problemas. La
insignia alemana preside las “soluciones” de época en la vieja Europa,
intentando sostener una moneda, el euro, en disputa con el dólar, moneda
de su rival en la dominación capitalista. Ni el euro logró emerger en
la década de existencia como moneda global hegemónica, y el dólar sufre
las consecuencias del debilitamiento estructural de la economía
estadounidense y las experiencias de autonomía monetaria en el comercio
mundial que empuja China y otros “emergentes”. Son variados los países
del mundo que suscriben acuerdos “swap” con China para intercambiar y
garantizarse mutuamente con monedas locales (Argentina y otros países de
la región latinoamericana; de Asia y de África lo vienen realizando).
El Foro por el “otro” mundo posible
No
puede pensarse en la convocatoria del 2001 sin las resistencias
populares de los 80´ y los 90´ en nuestra América, contra el ajuste y
las reformas estructurales, de privatización, descentralización,
precarización del empleo, superexplotación y liberalización de la
economía.
Por eso la cita fue en Porto Alegre, gobernada
entonces por el Partido de los Trabajadores, entonces un Partido de
Izquierda, de bandera roja y con un líder obrero metalúrgico, que
reconocía como principal aporte la construcción de un “presupuesto
participativo” que expresaba las banderas de la democracia participativa
enarbolada por la izquierda luego de la caída del este de Europa y la
pérdida del imaginario socialista en el movimiento popular mundial.
El
encuentro de variadas expresiones de la institucionalidad popular
construida en la resistencia animó las discusiones en el FSM y habilitó
el camino de la transformación de movimientos populares en lucha contra
el neoliberalismo y el capitalismo en soportes de nuevos gobiernos que
discutían la argumentación hegemónica de las políticas de los años
previos. El FSM es producto de la lucha que contribuyó a modificar el
mapa político de la región en la primera década del Siglo XXI. Cada uno
de los gobiernos de la región latinoamericana que generaron y aún
generan expectativas en los pueblos del mundo tiene sustento de origen
en aquella resistencia y en el ideario crítico, con matices, sustentado
en la historia del FSM. Uno de los temas en debate en la presente
versión y aún en las últimas se asocia a la cooptación de varios de los
movimientos, o de sus lideranzas por los gobiernos, en una fusión entre
movimientos y gobiernos, o movimientos y Estados.
El debate se
convoca bajo el lema de “Crisis capitalista, justicia social y
ambiental”, preparando las condiciones de movilización y debate para la
Cumbre +20 a realizarse en Río de Janeiro en junio próximo, a 20 años de
la Cumbre de la Tierra, donde se hizo evidente la dimensión ecológica
de una crisis que se profundiza en el presente. Es que el modelo
productivo asentado en la depredación de los bienes comunes se potenció
en nuestra región, haciendo ampliamente funcional a nuestra América a la
demanda de petróleo, gas, cobre, litio, tierra, agua, de las
principales potencias económicas del capitalismo mundial. Convengamos
que uno de los límites del FSM transcurre entre quienes imaginan la
posibilidad de cambios sin modificar el sistema capitalista, que los
lleva a propuestas dentro de lo posible, de lo permitido, sin apuntar a
discutir a fondo el orden capitalista, posición sostenida por aquellos
que animan al interior del FSM la asamblea de movimientos y que empujan
un cronograma de acciones que pueda pasar de la defensiva a la ofensiva
por otro mundo posible. Entre otras iniciativas se piensa en una campaña
continental contra la “economía verde”, un nuevo ALCA que requiere ser
contrarrestado.
La cita del 2012 reúne experiencias de los
trabajadores, campesinos, pueblos originarios, mujeres, estudiantes; de
la economía solidaria, cooperativa, autogestionaria; como iniciativas de
educación popular, resistencias contra el negocio inmobiliario y por el
hábitat popular, por el empleo. Siendo un clásico, la inauguración se
realizó con una gran movilización por las calles de la ciudad, en lo que
anticipa la gran manifestación en la cumbre popular sobre los problemas
de la tierra en la ciudad carioca a mediados de año.
El
escenario está montado. Ya no existe el pensamiento único imperante en
décadas pasadas. Sin síntesis, el debate se reanima entre visiones de
avanzar por el camino de lo posible o ir más allá, extendiendo la mirada
del otro mundo posible por la senda de la alternativa al capitalismo en
crisis. Lo novedoso son los indignados, paso inicial de una protesta
que se inscribe en la búsqueda de construcción de alternativas. En ese
rumbo se construyen sujetos que proyectan rumbos de transformaciones
sociales y fuerzas políticos sociales que asuman la iniciativa necesaria
del cambio social por otro mundo posible.
Julio C. Gambina
Rebelión