miércoles, 16 de noviembre de 2011

¡Dejad que las bolsas se derrumben!

En el periódico noruego Klassekampen, escribe hoy el profesor de economía Rune Skarstein un artículo que se titula "¡Dejad que las bolsas se hundan!". Tras ese título se esconde un fantástico análisis sobre la evolución de la crisis, de crisis financiera a crisis de deuda, sobre los ganadores y los perdedores y sobre por qué las soluciones que proponen la UE y el FMI ni han funcionado ni van a funcionar.
El artículo me ha parecido tan interesante para los lectores españoles que he dedicado un rato a traducirlo. Me ha parecido que pone muchas cuestiones en perspectiva y que apunta hacia las verdaderas razones de una crisis de sistema que nos intentan cargar "a los de siempre". Aquí os dejo la traducción:

¡Dejad que la bolsas se derrumben!
Del debate en los medios puede quedar la impresión de que con que Grecia e Italia retiren a sus nefastos políticos y lleven a cabo los recortes presupuestarios que les han recetado la UE y el Fondo Monetario Internacional, los “mercados” (¡como sujeto!) quedarán satisfechos y el problema de la deuda estatal despararecerá. ¡Qué fantasía! La crisis en el capitalismo occidental es el resultado de procesos internos de larga duración, no de “conmociones externas”, que es la explicación estándar que dan los economistas neoclásicos. Y la crisis se muestra de diversas formas, que están estrechamente relacionadas entre sí.

Una cuestión importante es que los Estados Unidos desde 1976 han tenido déficits en la balanza comercial y, por tanto, una creciente deuda exterior. En 2009, la deuda exterior neta de los estados Unidos era de 8,206 billones de dólares (el equivalente al 58 por ciento del PIB). Al mismo tiempo, China poseía obligaciones norteamericanas por mas de  800 mil millones de dolares. En octubre de 2011, la reserva de divisas china había crecido hasta los 3,2 billones de dolares, principalmente en dólares. China se ha convertido con diferencia en el mayor acreedor de los Estados Unidos.

El déficil comercial de Estados Unidos se refleja especialmente en grandes déficits en el presupuesto federal, que se cubren a través de bonos del estado. A través de estas ventas se recircula hacia los Estados Unidos la cantidad de dólares que fluye hacia el exterior a causa del déficit comercial. La compra de bonos norteamericanos llegó a su cima en 2008, con 963 mil millones de dólares (equivalente 6,7 por ciento del PIB). Esta fantástica corriente de dólares tuvo como resultado un fuerte aumento de la liquidez en el sector financiero de los Estados Unidos, y fue un estímulo importantísmo para el crecimiento de la refinanciación del crédito doméstico. Esto elevó la demanda de consumo en momentos de congelación del poder adquisitivo. Los créditos se transformaron en derivados de crédito que fueron comprados por bancos y otras instituciones financieras de Estados Unidos y Europa. Este proceso llevó a una colosal acumulación de capital financiero que llevó a la crisis financiera internacional de 2007-2009.

Se afirma hoy que la crisis de deuda de los países europeos se debe a una “política financiera irresponsable” en un periodo prolongado. Con la excepción parcial de Grecia, esto no es verdad. La crisis de deuda estatal en la zona euro tiene dos causas: por un lado, los colosales paquetes estatales de ayuda al sector financiero; por otra parte, las diferencias en la evolución de la productividad y los costos en la zona euro. Si se mira la zona euro como una unidad, la balanza comercial está en equilibrio, y la deuda pública total es mucho menor, en porcentaje, que la de los Estados Unidos.

Pero el euro ha sido una mina de oro para Alemania. A través de una política salarial restrictiva en una situación de niveles altos de poder adquisitivo y productividad, Alemania ha reforzado su competitividad en relación al resto de los países de la eurozona. Entre 2002-2008 subieron los gastos salariales medios por unidad producida sólo el 2,7 % en Alemania, contra el 26,2 % en Grecia, el 29,6 % en España y el 16,5 % en la eurozona.

El superávit comercial de Alemania con la eurozona creció de los 63 800 millones de euros en 2002 a los 139 900 millones en 2009. Ese año, el superávit total de Alemania ascendió a 117 600 millones de euros. Esto significa que el superávit con los países de la eurozona financión el déficit con otros países, especialmente Rusia y China. Este proceso trajo consigo que los países más “débiles” en las economías del euro tuvieron que asumir una deuda exterior creciente.

A través de los paquetes de ayuda a los bancos, se ha transferido la crisis desde el sector financiero privado al sector de los servicios públicos y a la clase trabajadora. Esto, combinado con una política financiera expansiva, para contrarrestar el paro, llevó a un crecimiento fortísimo de la deuda de los llamados “países PIIGS” (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España –Spain, en inglés-[N. del T.]). Así se le dio al al capital financiero una nueva fuente de beneficios: el economista alemán Walther Otremba ha calculado que los bancos, en los tres últimos años, han metido en caja 100 000 millones de euros a través de primas de riesgo pagadas por esos países. Esto equivale a una tercera parte de la deuda pública griega.

La Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional exige que los países PIIGS pongan en marcha fuertes recortes en los salarios, los gastos sociales y las pensiones, reduzcan el empleo público y privaticen propiedad pública para pagar la deuda. Esto es una exigencia de una política de deflación que va a llevar a una menor demanda y producción, un aumento del paro, ingresos fiscales más bajos, más pobreza y una creciente desesperación en la población. Pero esta política no elimina la sobreacumulación de capital financiero. Mientras el sector financiero siga protegido en su hipertrofia, y no se dé una amortización de activos financieros a través de una condonación de deuda (lo que llevará a una caída duradera de la bolsa), la crisis va a continuar.
 
Rafale Cobo
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