Las denuncias de abusos contra los derechos humanos son especialmente numerosas en la industria extractiva. Esto no resulta sorprendente, dado el impacto que estas operaciones tienen en los recursos de tierras y agua. Las comunidades pueden ser reubicadas por la fuerza para dejar paso a las actividades de extracción. La contaminación o la sobreexplotación de la tierra y del agua puede destruir o poner en peligro medios de subsistencia –y formas de vida–tradicionales.
La llegada de empresas con recursos que tratan de conquistar a las comunidades locales puede desembocar también en un aumento de la violencia y de los conflictos sociales, ya que algunas personas quedan excluidas de los beneficios del desarrollo económico. Esta situación puede verse exacerbada por la falta de transparencia en el modo en que las empresas conceden los contratos y pagan a las comunidades.
A menudo se niega sistemáticamente a las comunidades afectadas el acceso a la información sobre el impacto de las actividades de la empresa y se las excluye de participar en decisiones que afectan a sus vidas, lo que incrementa la inseguridad y la privación.
Si se cometen abusos, la situación se agrava aún más cuando se niega a las comunidades el acceso a la justicia y los gobiernos no pueden o no quieren hacer que las empresas rindan cuentas. La consecuencia es que los abusos continúan, lo que consolida aún más el ciclo de la pobreza.
En nombre de la eficiencia económica, los Estados han privatizado muchos servicios públicos, algunos de los cuales son fundamentales para el disfrute de derechos humanos como el derecho a la educación, a la salud y al agua. Sin embargo, los Estados por lo general no garantizan que las empresas presten esos servicios sin discriminación.
Los contratos de servicios públicos no pueden ser una forma de que los Estados eludan sus obligaciones en materia de derechos humanos. Deben garantizar que todas las empresas actúan dentro del marco de las normas de derechos humanos.
La globalización económica ha ampliado el alcance de las empresas más allá de las fronteras nacionales. Sin embargo, la normativa para regular la actividad empresarial no ha seguido el mismo ritmo. Debe ponerse en marcha urgentemente un sistema de regulación que garantice el resarcimiento de las personas afectadas y evite la búsqueda del beneficio a expensas de los derechos humanos.
Nigeria
Las empresas se suelen aprovechar de los sistemas regulatorios endebles que existen en muchos países pobres, de modo las personas que viven en la pobreza se convierten en uno de los sectores más vulnerables a los abusos contra los derechos humanos por parte de las empresas.
Los derechos humanos de las personas que viven en las zonas productoras de petróleo del delta del Níger se han visto socavados por una industria a la que el gobierno de Nigeria no quiere o no puede obligar a rendir cuentas. La contaminación petrolífera ha dañado medios de vida tradicionales como la pesca o la agricultura, ha puesto en peligro la salud de las personas, y ha socavado el acceso a alimentos seguros y agua apta para el consumo. Son muchas las víctimas que no han tenido acceso a la justicia ni a un resarcimiento.
El gobierno de Nigeria debe hacer que las empresas petroleras rindan cuentas. Las empresas petroleras deben limpiar el producto de sus acciones.
India: Una mina de bauxita y una refinería devastan vidas en Orissa
Papúa Nueva Guinea: Desalojos forzosos y brutalidad policial en los alrededores de la mina de oro de Porgera
Nigeria: Petróleo, contaminación y pobreza en el delta del Níger
India: 25 años de injusticia para la población de Bhopal
Fuente: Amnistía Internacional
http://amnesty.org/es/50/campaigns/stop-corporate-abuse
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