lunes, 8 de agosto de 2011

El fracaso de la política, el final de la institucionalidad y el comienzo de la rebelión. (I) La dictadura de los mercados y la respuesta ciudadana.

Los organismos y las instituciones desaparecen cuando pierden la utilidad para la que fueron creadas. Es una regla de la historia que ahora está sometida, además, a la aceleración de las tecnologías.

El Antiguo Régimen se evaporó por los privilegios feudales cuando estos se hicieron insoportables. La revolución industrial ha terminado definitivamente cuando las finanzas han sustituido a la producción: los instrumentos han devorado a los objetivos a los que estaban destinados a servir.

La industria, la producción, ya no es el fin, es sólo la carnaza y el cebo del sistema financiero. Los ejecutivos se han convertido en dictadores de unas empresas que ni siquiera son suyas. La cotización en Bolsa, aún cuando no responda a una realidad económica productiva, es lo que cuenta.

Los sátrapas de la economía funcionan por un sistema de cooptación entre quienes han decidido que pertenecen a la actual casta de los intocables. La coartada que exhiben es que sus habilidades empujan la cotización de sus empresas. Ellos mismos deciden auto retribuirse de forma escandalosa porque pretenden que son imprescindibles y sus sueldos, sus bonus y sus primas son el mecanismo de sujeción para que no se vayan a otras empresas. ¿Y qué si se van? ¿Cuál es el término de su recorrido? ¿Irse a vivir a Dubai en un paraíso creado en un desierto soportado en el petróleo?

La ficción sobre sus habilidades hace que sean los multimillonarios del sistema. Los propietarios, diluidos en fondos de pensiones y en accionistas individuales no tienen ninguna capacidad de control sobre la propiedad. Incluso el capitalismo de la revolución industrial era mucho menos injusto.

Ellos, los dictadores del mercado, los banqueros, no corren riesgos porque formulan el chantaje de que sin la solvencia des sus empresas especuladoras la economía real no podría subsistir. Cuando se asoman al abismo, siempre acuden los estados al rescate con el dinero de los impuestos de los ciudadanos. Por muchos atropellos que cometan, jamás terminarán en la cárcel.

La ficción sobre sus habilidades hace que sean los multimillonarios del sistema. Los propietarios, diluidos en fondos de pensiones y en accionistas individuales no tienen ninguna capacidad de control sobre la propiedad. Incluso el capitalismo de la revolución industrial era mucho menos injusto.

Estos dictadores tienen, además, prestigio social. Exhiben sus obscenas retribuciones con el desparpajo que los sicarios se muestran ante las familias de sus víctimas. No les queda mucho recorrido.

El mejor ejemplo en España son los gestores de algunas cajas de ahorros. La Caja de Castilla La Mancha y la CAM han estado en quiebra técnica, pero ninguno de sus directivos ha sido procesado ni se ha visto obligado a devolver las escandalosas retribuciones recibidas.

Si los ciudadanos perciben que las instituciones democráticas han sido desbordadas por poderes autoritarios, como son los mercados, ya no tienen utilidad. Ocurre ya. Ellos, los líderes no lo saben, pero ya no son importantes; peor: han demostrado que son prescindibles.

El crédito circula sobre un dinero que en realidad ni siquiera existe y no está respaldado por la producción sino por las expectativas financieras. La deuda se convierte en usura, porque los gobiernos no tienen capacidad de influencia y las agencias de calificación determinan el precio a pagar por los prestamos que no se basan en relaciones bilaterales sino en imposiciones autoritarias. Y soportando esta inmensa pirámide especulativa están los ciudadanos a quienes la democracia actual ofrece la resignación de poder votar cada cuatro años a quienes no tienen poder de representarles.

La democracia está siendo devorada por los mercados. y quienes la rigen tienen la misma actitud de asombro que los Borbones ante la toma de La Bastilla; no pueden creer que esté sucediendo esta tragedia, pero es un hecho: sin autoridad, los gobiernos no merecen el respeto de los ciudadanos. Y ya no lo tienen. Si los ciudadanos perciben que las instituciones democráticas han sido desbordadas por poderes autoritarios, como son los mercados, ya no tienen utilidad. Ocurre ya. Ellos, los líderes no lo saben, pero ya no son importantes; peor: han demostrado que son prescindibles.

Cuando se produjo la explosión de la Revolución Francesa el sufrimiento y la violencia fue el precio que tuvo que pagar la Ilustración. Los Borbones que sobrevivieron a la guillotina tuvieron que aprender rápido que su poder no venía de Dios. Les ocurrirá igual a los ejecutivos del siglo XXI: cuando observen que la indignación de la sociedad es imparable, pedirán un pacto imposible porque la paciencia cuando se desborda no entiende de moderaciones. Y eso está ocurriendo ya. (Continuará)

Carlos Carnicero

http://ccarnicero.com/2011/08/08/el-fracaso-de-la-politica-el-final-de-la-institucionalidad-y-el-comienzo-de-la-rebelion-i-la-dictadura-de-los-mercados-y-la-respuesta-ciudadana-continuara/

Foto: Acampadamurcia


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