Su visita a Londres ha coincidido con las revueltas sociales de su país contra el presidente Bingu wa Mutharika, que se han saldado -por ahora- con 18 muertos. Protestan contra el alza de precios y contra la corrupción. Y no es para menos, porque en un país donde el 60% de la población vive con menos de un dólar al día, Mutharika ha subido el IVA hasta un 16,5% en productos de primera necesidad, como el pan, la carne, la leche o el suministro de agua. Así, sólo el precio del pan anda entre los 80 centavos y un dólar.
La mala gestión y el régimen represor que ejerce el presidente se ha convertido en la primera causa para que países como Reino Unido, su colonizador hasta 1964, rompa relaciones diplomáticas con Malaui e, incluso, cierre el grifo a la ayuda humanitaria durante los próximos 4 años (550 millones de dólares). Un duro golpe para el país africano, cuyos ingresos dependen de esta ayuda en un 40%.
La noticia coincide en el tiempo con el shock internacional que ha producido la situación de hambruna en el Cuerno de África. Una situación que no debería coger por sorpresa a nadie -como parece que coge- pues las ONGs que trabajan sobre el terreno llevan advirtiendo de ello desde hace mucho tiempo. El mismo que Landirani y otras ONGs llevan advirtiendo de lo que ahora estalla en Malaui. Pero como le sucede a Mutharika, que olvida su niñez educado en escuelas estatales y misioneras -de donde viene las profesoras que conocí- o su paso como director de UNECA (Comercio y Desarrollo Financiero de la Comisión Económica de Naciones Unidas para África), los países desarrollados nos olvidamos de África. O le somos infieles. Mientras le prometemos amor eterno y la agasajamos con el limpia-conciencias de la ayuda humanitaria, la dejamos a su suerte.
Africa tiene muchos cuernos. Los que le pone el resto del mundo.
David Bollero. Público
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