Presentamos una panorámica de la
situación de algunos países cuyos pueblos se levantaron en 2011 pidiendo
democracia.
Todo empezó en Túnez el 17 de
diciembre de 2010, cuando el joven Mohamed Bouazizi prendía en su cuerpo la que
sería la llama de la revolución de los pueblos árabes contra regímenes
dictatoriales y corruptos, a menudo apoyados por Occi - dente en nombre de la estabilidad
y la lucha contra el islamismo. Co - menzó como una revuelta desesperada por el
trabajo, contra la corrupción y por un desarrollo económico y social de las
regiones más deprimidas, y se trocó en una revolución popular que pedía también
democracia, libertad y, con un paso más, el fin del régimen. La caída de Ben
Ali, el 14 de enero de 2011, 300 muertos y 1.200 heridos después, marcó un
punto de no retorno para los pueblos árabes, y en primer lugar para el
tunecino, que inició ese día la larga lucha por una verdadera transición.
Un año después, tras haber
tumbado dos gobiernos interinos, haber logrado la disolución del partido de Ben
Ali a golpe de manifestaciones, haber impuesto unas elecciones a una Asamblea
Constituyente y haber reavivado las luchas laborales y contra la presencia del
antiguo régimen en las instituciones, los tunecinos siguen luchando hoy por
construir un país nuevo. En octubre, el partido islamista Nahdha ganó por
amplia mayoría las elecciones a la Asamblea Constituyente
y formó un gobierno en coalición con el nacionalista Congreso por la República y el
socialdemócrata Ettakatol. Pero su promesa de hacer una Carta Magna en el plazo
de un año es ahora una duda, después de que en la ley conocida como “la pequeña
Constitución” no se estableciera un plazo para acabar la misma, y desde hace un
mes su elaboración parece estancada en un debate polarizado entre islamistas y
modernistas sobre la posibilidad o no de incluir la sharia como fuente de
derecho en la
Constitución.
El pasado 20 de marzo, decenas de
miles de personas se manifestaron en la capital por una Túnez “civil, moderna y
sin referencia a la sharia”, mientras que los salafistas, un grupo reducido
pero que ha lanzado ataques contra todo lo que en su opinión es contrario al
islam, trae de cabeza al país ante la actitud cuando menos pasiva de Nahdha. El
debate sobre la sharia “ocupa todo el espacio mediático y político, mientras
que no se tratan los temas económicos que afectan al país”, explica el arabista
tunecino Farouk Jhinaoui, quien hace referencia a las continuas movilizaciones
sociales en las regiones más desfavorecidas, como en Redeyef, Sidi Bouzid y
Gasserine, donde se encadena huelga tras huelga desde hace siete meses contra
la marginalización territorial, por el desarrollo económico y por el empleo. “En
materia de libertad de prensa, expresión, asociación y derechos políticos se ha
avanzado muchísimo. Se han confiscado los bienes de Ben Ali y su familia y se
está creando la justicia de transición, que veremos cómo se concreta. Sin
embargo, en cuanto a derechos económicos no ha habido ningún cambio, y las
perspectivas son malas. El Gobierno no tiene ningún programa” y sigue aplicando
las mismas políticas económicas liberales que bajo Ben Ali, dice Jhinaoui. Sin
embargo, ante las incertidumbres futuras, una sociedad civil muy activa parece
dispuesta a seguir defendiendo en la calle los logros, los derechos y las
esperanzas que trajo consigo la revolución.
Egipto: revolución inacabada
Cayó el tirano, el régimen
continúa. 14 meses después de la eclosión de la revuelta social que ha servido
de ejemplo a medio mundo, la sensación que habita hoy en buena parte de sus
instigadores es de cansancio y decepción. Aunque la imagen de Hosni Mubarak
tumbado en una camilla, juzgado por corrupción y por el asesinato de 800
manifestantes, es un hito sin precedentes para una sociedad que ha perdido el
miedo, la mayor parte de las demandas que dieron origen al movimiento del 25 de
enero siguen sin ser atendidas. En la víspera del primer aniversario de la
revolución, la Junta
Militar, que mantendrá el poder hasta las elecciones
presidenciales de junio, atendió por fin la primera reclamación de la plaza
Tahrir, la derogación de la Ley
de Emergencia, pero se quedó a medias. Los militares pondrán fin a esta medida
de excepción, vigente desde 1981, salvo en “casos de violencia y vandalismo”.
Como denuncian las organizaciones de derechos humanos egipcias, hostigadas por
el Gobierno, la tortura sigue siendo una práctica habitual en comisa - rías y
prisiones y las detenciones y juicios militares contra activistas se suceden.
Las manifestaciones se han cobrado más de un centenar de muer tos y 2.000
heridos desde la caída del dictador y en un año se han iniciado 14.000 procesos
marciales frente a los dos millares celebrados en los 29 años de la era
Mubarak. El Ejército, que controla casi un tercio de la economía del país,
apenas ha visto recortados sus privilegios.
Las palabras de Ahmad Khater,
ingeniero residente en El Cairo, resumen el sentir de buena parte de la
población: “No sé hacia dónde va la revolución, pero pienso que no se ha
terminado y lo más importante es acabar con el antiguo régimen y el Ejército. Después
tiene que haber unas elecciones realmente limpias. Así, poco a poco, los
problemas del pueblo irán teniendo solución”.
Otros egipcios, como Islam Abd El
Fattah, exprofesor de la
Universidad de Ain Shams, son más pesimistas: “En Egipto no
ha habido ninguna re- volución, sino un intento de revolución que acabó en un
simple cambio de presidente”. “Los activistas han sido marginados mientras los
aprovechados están en el poder: la revolución ha fracasado y la única solución
es hacer otra”, concluye, reflejando el sentir de los jóvenes laicos y
progresistas que iniciaron la rebelión, para los que el resultado de las
elecciones legislativas supuso un jarro de agua fría. Como era previsible, los
Hermanos Musulmanes vencieron y controlan el 47% del Parlamento, seguidos por
los ultraconservadores de Nur, que tienen el 25% de los escaños. Esta mayoría
islamista determinará la composición de la Asamblea Constituyente
que elaborará la nueva Constitución. Para Khater, tras estos resultados se
encuentran, “en parte, la pobreza y la ignorancia: tenemos un 40% de
analfabetismo y una de cada cinco personas vive bajo el umbral de la pobreza.
Es gente muy manipulable y la religión ocupa un lugar importante en sus vidas.
Además, como en Túnez, Libia o Siria, el gobierno siempre estuvo contra los
movimientos islamistas. De ahí su popularidad, unida a la ayuda que reciben de
los países del Golfo, que destinan a la caridad”.
Los retos a los que se enfrenta
hoy el movimiento son enormes, pero pocos se rinden. La plaza Tahrir, convertida
en torre de vigilancia de la revolución, se volverá a llenar para recordar a
los nuevos gestores por qué y cómo llegaron hasta allí.
Libia tras Gadafi
La rápida militarización de lo
que empezó como una revuelta popular el 15 de febrero, brutalmente reprimida
por el régimen, y la posterior intervención militar de la OTAN en apoyo al Consejo
Nacional de Transición (CNT), que perdía terreno en la guerra contra Gadafi,
han marcado irremediablemente el futuro del país. El 23 de octubre, tres días
después del asesinato del dictador, en Libia se declaraba el fin de la guerra,
que entre enfrentamientos y bombardeos dejó atrás 60.000 vidas humanas. Hoy, el
país se enfrenta al reto de la desmilitarización de los 125.000 milicianos que
siguen conservando sus armas, pues los actos de violencia siguen
reproduciéndose en el país. En marzo, una comisión de investigación de la ONU advertía de que, además de
las fuerzas de Gadafi, estas milicias también son responsables de crímenes de
guerra y han seguido cometiendo crímenes contra la humanidad.
Mientras ciertos sectores de la
región Cirenaica, donde se concentran los recursos petrolíferos, han abierto la
caja de los truenos al reclamar un régimen federal, los libios se enfrentan a
un tercer problema, explica el arabista Iñaqui Gutiérrez de Terán: la
incapacidad del consejo transitorio para dirigir el país. Hay “una demanda
popular urgente para que se responda a las expectativas que se crearon con este
alzamiento: una organización territorial más justa, combatir la corrupción,
asegurar que haya una verdadera libertad de expresión y, sobre todo,
participación de las tres regiones en pie de igualdad”. Uno de los retos a los
que se enfrenta el país es, precisamente, cómo construir una sociedad civil
inexistente durante la dictadura de Gadafi. Numerosas asociaciones están
naciendo “en un ambiente de debate y hay una efervescencia de puntos de vista
sobre cómo debe ser el futuro de Libia”, explica este arabista. En los últimos
meses, las manifestaciones se han sucedido para pedir al CNT, y al gobierno
interino nacido en diciembre, mayor transparencia y que se aparte a los
miembros del antiguo régimen. Además, crece la frustración de la población
porque la situación económica no ha mejorado, a pesar de que la producción de
petróleo está alcanzando los índices anteriores al levantamiento. Para
Gutiérrez de Terán, hay que tener en cuenta que “la letra pequeña del respaldo
de la OTAN
exigía contrapartidas que iban sobre todo en la línea de concesiones
petrolíferas, que ya se están dando, y hay tensiones entre quienes tienen una
agenda local de desarrollar el país, combatir la corrupción y promover
libertades básicas y la agenda más o menos oculta del CNT de cumplir sus
compromisos con Occidente”.
En este ambiente se preparan las
elecciones a la
Asamblea Constituyente que tendrán lugar el próximo 23 de
junio, para las que ya se ha elaborado una ley electoral y en las que el triunfo
islamista parece inevitable.
La debacle de Siria
8.000 personas han muerto ya por
la brutal represión del régimen y por los enfrentamientos, según datos de la ONU, un año después de que se
iniciaran las revueltas en Siria. Después de que durante meses cientos de miles
de personas salieran a las calles de distintas ciudades para exigir el fin del
régimen de Bashar al-Assad, en noviembre nacía el Ejército Libre Sirio (ELS),
compuesto principalmente por desertores, que se opone, aún mal armado, a las
fuerzas del dictador. La represión no ha cesado, y los temores de que la
revolución popular se trocase en guerra civil se han hecho realidad. Entre
masacre y masacre, el régimen anunció “un programa de reformas”, celebró un
referéndum sobre la nueva Constitución y ha convocado elecciones legislativas
para el 7 de mayo, pero la oposición denuncia estas acciones como mero
maquillaje de un régimen que sigue masacrando a la población. El Consejo
Nacional Sirio (CNS), reconocido por varios países, está formado principalmente
por opositores en el exterior y no representa a toda la oposición, y “se están
produciendo escisiones porque, ante la incapacidad del CNS para unificar a la
oposición exterior, coordinarse con los movimientos de protesta en el interior,
que sobre todo se está llevando a cabo por comités locales, y conseguir un
apoyo efectivo de la comunidad internacional, ha habido una ruptura y ya hay
gente del interior actuando por libre con la idea de que la única solución es
hallar un vínculo directo con el ELS”, explica Gutiérrez de Terán.
Entretanto, el país, de gran
interés geoestratégico para numerosas potencias regionales e internacionales,
se ha convertido en “un sucio juego de ajedrez en el que las distintas
potencias mueven sus fichas”, resume este analista. Algunas, como Irán y Rusia,
apoyan al régimen; otras, como Qatar, Arabia Saudí o Turquía, apoyan en mayor o
menor medida la insurrección armada, mientras Occidente e Israel juegan a
debilitar al régimen pero no quieren su caída si no es controlada. “El
desarrollo del conflicto dependerá de en qué medida unos y otros apoyen a las
facciones que empiezan a dibujarse, y esto será a costa de la propia integridad
de la sociedad siria, que sufre en sus carnes la represión”, concluye de Terán.
Jordania: protestas y reformas
A diferencia de la mayor parte de
los países que han vivido la primavera árabe, el Gobierno de Jordania, como los
de Argelia y Marruecos, reaccionó ante la protesta aprobando medidas que
recogían parcialmente las demandas de la población. Pero este hecho no ha
conseguido calmar la calle. Raro es el mes en que no tengan lugar huelgas
sectoriales o manifestaciones que reclaman derechos ciudadanos y protestan
contra los desmanes de una administración atravesada por la corrupción y la
ineficacia. Las multitudinarias movilizaciones de principios de 2011 tuvieron
un origen económico, resultado de la subida de los precios de productos
básicos, la dificultad de acceso a la vivienda y la pérdida de poder
adquisitivo. El segundo día de la protesta, el rey Abdallah II redujo un 20% el
precio del petróleo y aumentó en 20 euros el salario de los funcionarios.
Más allá de las conquistas
económicas, “las protestas de los jordanos han provocado tres cambios de
gobierno en un año, la inclusión de enmiendas en la Constitución, el
encarcelamiento por corrupción del alcalde de Ammán y la detención del antiguo
dirigente de los servicios secretos”, informa Ana García Díaz desde la capital
jordana. “Sin embargo, la sensación de los ciudadanos es que estas reformas son
superficiales. Tras más de un año de protestas, las críticas al régimen ya no
sólo ponen en peligro al Ejecutivo, sino que han debilitado la figura del
propio rey Abdallah”, indica García Díaz. Según esta periodista, “el país se
enfrenta a cambios decisivos para su futuro. A finales de marzo se espera la
publicación de la polémica ley de reforma electoral que se cree favorecerá al
Frente de Acción Islámica, rama de los Hermanos Musulmanes en Jordania”.
Marruecos y el 20F
Para responder a las protestas,
el Gobierno de Marruecos ha puesto en marcha reformas calificadas de cosméticas
por los activistas, a la vez que recurría a la desinformación sobre el
movimiento, con un nivel represivo notablemente inferior al de otros regímenes
árabes.
Tras ver el éxito de las
manifestaciones del 20 de febrero, que se organizaron en 60 ciudades, la
creación de un Comité Nacional de Apoyo al movimiento formado por cerca de cien
organizaciones y la convocatoria de otra gran movilización para el 20 de marzo,
y visto el resultado de las revueltas en Túnez y Egipto, el majzen se apresuró
a anunciar ciertas medidas y la reforma de la Constitución,
aprobada en julio con gran bombo mediático, pero cuyo mayor cambio es que el
rey deje de tener potestad para designar a un primer ministro no salido de las
urnas. Como segunda medida para calmar las protestas, se celebraron elecciones
legislativas anticipadas en noviembre, de las que salió un Gobierno islamista
del partido Justicia y Desarrollo. Esto, además de diferencias internas, supuso
el abandono del movimiento –que había llamado al boicot de los comicios– por
parte del partido islamista Justicia y Espiritualidad, con gran número de
adherentes.
Sin embargo, las manifestaciones
han continuado a lo largo del país, y no sólo coordinadas por el movimiento 20
de Febrero. Las movilizaciones contra la vida cara, por el empleo o la
vivienda, o las llevadas a cabo por los licenciados en paro se intensifican en
diversas regiones, lo que demuestra que la llama de las protestas sigue
prendida.
Bahréin: la intervención saudí no consigue acallar al pueblo
A pesar del silencio de los
grandes medios, la revuelta en Bahréin sigue tan viva como hace un año. El
pasado 9 de marzo, más de 200.000 personas, una cuarta parte de la población
adulta del emirato, se manifestaron para exigir el fin de la corrupción y una
mayor participación de la sociedad en la vida política. En la marcha, que
finalizó con la muerte de un joven por los gases lacrimógenos lanzados por la
policía, participaron exponentes de todas las fuerzas opositoras. Tanto la
monarquía suní como sus aliados occidentales y saudíes se han empeñado en
reducir el conflicto a un levantamiento de los chiíes, que representan el 75%
de la población. Pero la primavera de este Estado del Golfo tiene otros rasgos.
Bahréin, que acoge la base naval de la Quinta Flota de EE UU, ha vivido, al igual que
Libia, una intervención militar extranjera con la complicidad de las potencias
occidentales. Pero a diferencia de lo sucedido en el país magrebí, el millar de
soldados saudíes y los 500 policías emiratíes que el 14 de marzo de 2011
entraron en la capital lo hicieron para aplastar la rebelión ciudadana.
Desalojada la Plaza
de la Perla y
demolido su monumento, símbolo de la lucha por la democracia y las libertades,
la represión posterior, que se ha cobrado más de 60 muertos, no ha conseguido
acallar las protestas, en las que cada vez cobra más fuerza la reclamación de
que el monarca Al Jalifa abandone el poder.
Yemen: la continuidad del régimen tras Saleh
La represión de las protestas
pacíficas en Yemen se ha cobrado más de 250 muertos. Desde abril, el presidente
Saleh había negociado su retirada con el Consejo de Cooperación del Golfo, pero
se retractó en varias ocasiones. Sin embargo, el 21 de enero, el Parlamento
concedió la inmunidad a Saleh a cambio de su retirada y aceptó el Mecanismo de
Implementación acordado por el Consejo de Cooperación del Golfo, que establecía
que el vicepresidente, Abd Rabbuh Mansur Hadi, se presentaría como único
candidato a la presidencia en las elecciones del 21 de febrero, a pesar de que la Constitución
establece que no puede haber menos de dos candidatos en los comicios. La
permanencia del vicepresidente en el poder implica la continuidad del régimen y
también de las protestas, como viene ocurriendo desde la celebración de unas
elecciones marcadas por el boicot por gran parte de la oposición. Los
manifestantes exigen que se realicen sus demandas y que el expresidente y
responsables del antiguo régimen sean procesados por el asesinato de cientos de
manifestantes. Además, condenan los actos de violencia perpetrados por las
fuerzas del orden durante las protestas posteriores a las elecciones. Los
yemeníes sufren también el encarecimiento de los precios de productos básicos,
carestía de petróleo, cortes eléctricos y un empeoramiento de la situación
económica.
REVUELTAS ÁRABES. Otros países con protestas
- ARGELIA: REFORMAS PARA ACALLAR LA CALLE
En enero de 2011 los argelinos se
echaron a la calle para protestar por la subida de los precios de los productos
básicos y por el derecho a la vivienda. Bouteflika se vio obligado a anular las
tasas sobre los alimentos y a prometer miles de viviendas. Pero protestas de
todo tipo siguen.
- ARABIA SAUDÍ: REPRESIÓN Y MEDIDAS
Las protestas laborales, contra
la discriminación de los chiíes y por los derechos de las mujeres han sido
reprimidas, con 500 detenidos y varios muertos. La corona aprobó nuevos
subsidios y ciertos derechos para las mujeres, pero la situación económica
empeora y las manifestaciones siguen.
- IRAQ: PROTESTAS APLASTADAS CON RAPIDEZ
El 12 de febrero de 2011 se
iniciaron las protestas, que tuvieron su punto culminante el día 25, cuando se
organizaron manifestaciones en casi todas las regiones. Sin embargo, las
fuerzas de seguridad las reprimieron y mataron a unas 30 personas, y la
inseguridad impidió su continuidad.
- OMÁN: REVUELTAS SILENCIADAS
Las movilizaciones se iniciaron
en enero de 2011 para pedir más empleo y la redistribución de las riquezas.
Después de unos meses en calma, las protestas retomaron en diciembre, y el
sultán ha anunciado un plan de creación de empleo, seguridad social y otras
medidas de contención.
- KUWAIT: LOS SIN DERECHOS SE MOVILIZAN
A finales de febrero de 2011 se
produjeron manifestaciones entre los más de 100.000 extranjeros que viven en el
país, que carecen de derechos como la educación y sanidad gratuitas. Las
movilizaciones fueron duramente reprimidas y decenas de manifestantes,
detenidos.
- SUDÁN: CONTINÚAN LAS MANIFESTACIONES
Los activistas sudaneses crearon
el movimiento no violento Girifna (Estamos hartos) y quieren mejoras económicas
y la caída de Omar Bashir, en el poder desde 1989. Éste ha encarcelado a la
mayoría de líderes opositores y ha anunciado que no se presentará a los próximos
comicios.
- SÁHARA OCCIDENTAL: LAS REVUELTAS PREVIAS
En noviembre de 2010, unos 20.000
saharauis se levantaron en protesta en el campamento de Gdeim Izik con demandas
sociales como vivienda, sanidad y empleo. Las fuerzas de seguridad marroquíes
arrasaron el campamento. Hubo al menos 13muertos y cientos de heridos y
detenidos.
Óscar Chaves y Gladys Martínez
(Redacción)
Diagonal
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