sábado, 7 de julio de 2012

Un dragón en el patio trasero

La crisis política en Paraguay y sus repercusiones en la región, desplazaron la visita del primer ministro chino, Wen Jiabao y la renuncia del principal cargo del Mercosur, a un segundo plano de la agenda informativa. China mostró que está dispuesta a jugar fuerte incluso en la principal zona de influencia de Estados Unidos.

Las polémicas a raíz del golpe en Paraguay, la suspensión del país del Mercosur y el ingreso de Venezuela no consiguen disimular las dificultades del bloque, aquejado por las consecuencias de la crisis mundial y el ascenso de China como potencia global. La alianza está paralizada porque lo que conviene a unos perjudica a los otros.

Expresión de las dificultades fue la renuncia del embajador Samuel Pinheiro Guimarães, Alto Representante General del Mercosur, en la reciente cumbre en Mendoza. En su carta-relatorio de despedida traza un lúcido análisis sobre la realidad actual del bloque.

Señala que la crisis económica en Europa y Estados Unidos y el ascenso de China generan un enorme flujo de capitales hacia el sur que “erosiona los vínculos comerciales intra-Mercosur que son el principal cimiento del proceso de integración”. La desindustrialización, señala, es una de las peores consecuencias y debe ser enfrentada utilizando los recursos de la exportación de commodities.

Expansión gradual


En uno de los párrafos más polémicos, Pinheiro asegura que la Unasur “no puede ser la piedra fundamental para la construcción del bloque económico de América del Sur” porque Chile, Colombia y Perú firmaron tratados de libre comercio con Estados Unidos lo que imposibilita la construcción de políticas regionales de promoción del desarrollo.

Por eso cree que el bloque regional debe ser formado “a partir de la expansión gradual del Mercosur”, incluyendo a Venezuela, Ecuador, Bolivia, Surinam y Guyana. Los últimos deberán contar con condiciones de ingreso especiales por su bajo nivel de desarrollo y el interés político que tienen para la región.

Para avanzar, dice el embajador, el bloque debe aumentar de forma significativa la coordinación política y la cooperación económica. “La característica central del Mercosur son las asimetrías”, que provocan tensiones políticas. Apuesta por una fuerte expansión de los recursos del Fondo para la Convergencia Estructural para favorecer a los más pequeños, que hoy cuenta con apenas 100 millones de dólares anuales.

Quizá el momento más luminoso de su carta sea el párrafo 34: “En un mundo multipolar, en crisis, con grandes cambios de poder, no es del interés de ningún bloque o de ninguna gran potencia la constitución o el fortalecimiento de un nuevo bloque de Estados, en especial si son periféricos. Cualquier gran potencia considera más conveniente negociar acuerdos con Estados aislados, en especial si son países subdesarrollados, más débiles económica y políticamente”.

Sólo a los miembros del Mercosur les interesa su bloque. Sin embargo, cuando fue creado en 1991 no fue concebido como organismo para apoyar el desarrollo sino como unión aduanera para promover el libre comercio. La propuesta de Pinheiro consiste en que llegue a ser capaz de impulsar un desarrollo regional armonioso y equilibrado, eliminando las asimetrías y construyendo una legislación común de modo gradual.

Este viraje es necesario porque las respuestas de los países industrializados a la crisis son “una verdadera suspensión, en al práctica, de los acuerdos de la OMC negociados en la época de hegemonía del pensamiento neoliberal”. Si el Mercosur no da estos pasos, “podrá sobrevivir pero siempre de modo claudicante y no se transformará en un bloque de países capaz de defender y promover sus intereses en este nuevo mundo que surgirá de las crisis que vivimos”. El diagnóstico hecho por uno de los más destacados intelectuales de Brasil apunta que el mundo está ingresando en un período de creciente proteccionismo, de ahí la necesidad de formar bloques con fuerte comercio interior.

China se anima


Wen Jiabao, primer ministro chino, visitaba la región cuando se producía el golpe en Paraguay. El momento álgido de su visita a Brasil, Uruguay y Argentina, fue la videoconferencia que mantuvo desde Buenos Aires el lunes 25 con Dilma Rousseff, Cristina Fernández y José Mujica.

Según la agencia china Xinhua el primer ministro hizo tres propuestas: fortalecer la confianza mutua y la comunicación estratégica con el Mercosur, duplicar el comercio para 2016 llevándolo a 200.000 millones de dólares, además de las inversiones y la cooperación financiera y tecnológica, y fomentar las relaciones bilaterales en el campo de la educación y la cultura (Xinghua, 25 de junio de 2012).

La propuesta de Wen Jiabao fue interpretada por sus interlocutores como lo que realmente es: una vasta alianza estratégica que incluye también un tratado de libre comercio China-Mercosur. A destacar que se aprovechó que Paraguay estaba por ser suspendido del Mercosur, ya que no tiene relaciones con China. Dos días después ofreció una importante disertación en la CEPAL, en Santiago de Chile.

Su propuesta dirigida a América Latina y el Caribe consiste en “combatir el proteccionismo”, “profundizar la cooperación estratégica” y abrir nuevos mercados con el objetivo de que el intercambio comercial bilateral “supere los 400.000 millones de dólares en el próximo lustro” (Xinghua, 26 de junio de 2012). Propuso la creación de un fondo de cooperación al que China hará un aporte inicial de 5.000 millones de dólares y una línea de crédito de 10.000 millones del Banco de Desarrollo de China para la construcción de infraestructuras.

Además propuso una amplia cooperación agrícola y establecer un mecanismo de reserva alimentaria de emergencia de 500 mil toneladas destinado a contingencias naturales y ayuda alimentaria, incluyendo la instalación de centros de investigación y desarrollo en ciencia y tecnología agrícolas.

La oferta china luce tentadora en momentos en que el Mercosur atraviesa enormes dificultades. La CEPAL elaboró un documento titulado “Diálogo y cooperación ante los nuevos desafíos globales” donde analiza las posibilidades que se abren a la región ante el ascenso chino. Alicia Bárcenas, secretaria ejecutiva de CEPAL, señaló en el prólogo que la región está ante una oportunidad histórica para dar un salto en infraestructura, innovación y recursos humanos, o sea “traducir la renta de los recursos naturales en formas variadas de capital humano, físico e institucional”.

Para dar se salto debe atraer inversión directa de China que le permita diversificar las exportaciones. De los más de 40 apartados que incluye el documento, uno debería ser especialmente atendido por los países de América del Sur: hacia 2030 dos tercios de la población de clase media vivirán en la región Asia-Pacífico frente a sólo el 21 por ciento que lo harán en Europa y América del Norte.

En consecuencia, la clase media asiática se transformará en “mercado clave para los alimentos, confecciones de mayor calidad, turismo, fármacos, servicios médicos, retail y artículos de lujo”, lo que permitirá que América Latina diversifique sus exportaciones y les sume valor agregado. Agrega que la internacionalización del renminbi puede beneficiar a la región ya que China se convirtió en su segundo socio comercial.

Por una agenda regional


Entre las conclusiones se destaca que el ascenso de China permite a la región sudamericana prolongar el ciclo favorable de términos de intercambio que vive desde 2003. “Si no se aprovecha bien el momento, podría acentuarse el proceso de reprimarización exportadora, estableciendo modalidades renovadas del vínculo centro-periferia”.

La CEPAL apunta la necesidad de establecer una “agenda regional concertada de prioridades”, que supere las iniciativas unilaterales. O sea, lo decisivo es lo que denomina como el “desafío interno”. En este punto decisivo, el análisis de Samuel Pinheiro y de la CEPAL coinciden plenamente. Sin embargo, la guerra comercial entre los miembros del Mercosur sigue siendo un factor de desestabilización.

Las divisiones a menudo escalan de la economía a la política. El ingreso de Venezuela decidido en la cumbre de Mendoza provoca reacciones encontradas. Es el tipo de problemas al que alude Pinheiro: falta de confianza mutua, falta de visión estratégica, predominio de las cuestiones locales por sobre las generales y del corto plazo sobre el largo, incapacidad de comprender los cambios globales. En otras palabras, es el predominio de la “pequeña política”. Lo que está en juego es demasiado importante y no todos parecen comprenderlo.

Raúl Zibechi, periodista uruguayo, es docente e investigador en la Multiversidad Franciscana de América Latina, y asesor de varios colectivos sociales. 

jueves, 5 de julio de 2012

Terrorismo financiero al alza: los millones que faltan en el Sur hambriento

Mientras que nunca había habido en el planeta tantos humanos pasando hambre (uno de cada siete, ¡más de 1.000 millones de personas!), Jean Ziegler, uno de los pocos suizos honorables, actualmente asesor de los programas de alimentación y de derechos humanos de la ONU, no se cansa de recordarnos que “el hambre no es una fatalidad, es un asesinato” que tiene unos beneficiarios claros, como el Deutsche Bank, Goldman Sachs y otros “carroñeros” neoliberales. Incluso, los alimentos básicos están en manos de una economía de casino como si las necesidades de nutrición de enormes masas humanas fueran irrelevantes.
Entre los "detalles" que no aparecen en los medios de comunicación estándar y que permiten explicar el porqué de las cosas está la balanza fiscal negativa del Norte con el Sur. Quiero decir, la paradoja de que el Sur empobrecido mayoritario del Planeta subvencione, cada vez más, la minoría rica del Norte. A pesar del muro de obstáculos desinformativos que erige el cártel del régimen neoliberal (desde el FMI al Banco Internacional de Pagos pasando por la Banca Mundial o el G-20) para que los principales perjudicados, los cientos de millones de desposeídos en situación crítica en todo el mundo, no sepan nada, comienzan a acumularse pruebas serias de cómo se perpetúa este terrorismo económico que tiene como efectos colaterales permanentes el hambre y la emigración de capital social básico del Sur.

Una primera pregunta relevante es de cuánto estamos hablando. Según el Center for International Policy, un prestigioso think tank independiente con sede en Washington DC, los flujos de dinero ilícito que se van del Sur hacia el Norte tendrían un volumen anual entre siete y ocho veces superior a toda la ayuda oficial al desarrollo. En 2008, el volumen de dinero negro que salía del Sur para engordar el Norte oscilaba entre los 859.000 miliones y 1,06 biliones de dólares. La ayuda oficial al desarrollo fue en 2011 de apenas 133.500 miliones de dólares. Visto de otro modo, supone perder ingresos equivalentes a tres veces las remesas de dinero que los 215 millones de emigrantes en el Norte envían a casa, 372.000 millones de dólares el año pasado. Para el caso de África, el continente más empobrecido y con más personas hambrientas, entre 1970 y 2008 el Norte le habría extraído entre 854.000 millones y 1,8 billones de dólares. Con esta suma fabulosa, los africanos no sólo habrían podido cancelar su deuda externa total (de unos 250.000 millones de dólares en 2008) sino que, en el cálculo más conservador, les habrían sobrado 600.000 millones de dólares para erradicar el hambre, reducir pobreza y buscar sistemas de vida ecológicamente sostenibles con bienestar social para todos. La tendencia, por si fuera poco, es el incremento de esta rapiña: los flujos ilícitos hacia el Norte pasaron de 57.000 millones de dólares la década de los 70 a los 437 mil millones entre el 2000 y 2008.

¿Es la ciudadanía corriente del Norte, sin embargo, la gran beneficiaria de ese dinero robados en el Sur? En ningún caso, basta ver qué pasa en lugares como Grecia, Portugal, Irlanda, Italia o España. Con la excusa de la crisis, su ciudadanía se encuentra acosada con políticas de ajuste estructural neoliberal que hace pocos años sólo parecían reservados a Corea del Sur, México o la Argentina del corralito. La tendencia es que estos estados colapsen fiscalmente por la imposibilidad de poder devolver la deuda que les han endosado, como avisa para el caso griego la ong Tax Research, sostenida por las trade unions británicas.

Entonces, ¿quién se lleva los millones perdidos del Sur? Se acumulan las evidencias que quien hace caja son las grandes corporaciones transnacionales. Basta recordar que las 10 primeras a nivel mundial mueven más dinero que la India y Brasil juntos. Hace poco, desde Eurodad, una red independiente de vigilancia sobre la deuda y el desarrollo, se detallaban los múltiples trucos que utilizan las transnacionales para hacer ingeniería contable y evadir impuestos tanto en el Sur como en el Norte. Una de los más productivos es el maquillaje de los números a base de transferir artificialmente cantidades importantes a filiales localizadas en estados o regiones con fiscalidad baja o casi inexistente. En otro extremo, se pueden inventar facturas de compra-venta falsas para evitar pagar impuestos. Así, se calcula que entre el 45 y el 50% de las transacciones internacionales están hinchadas en más de un 10% para aumentar el provecho gracias al diferencial fiscal entre unas regiones y otras del Planeta, siendo África el área donde esta manipulación contable alcanza su cenit.

Este desnivel de recaudación afecta muy especialmente al hemisferio sur. La razón es que mientras los estados de la OCDE (el club de los más ricos) tienden a mantener un nivel de impuestos equivalente al 35% del PIB, en los estados menos desarrollados suele ser mucho más bajo. En África subsahariana, por ejemplo, apenas representa el 18%. Así, al recaudar muchos menos impuestos de media que el Norte, el Sur sufre mucho más acusadamente la evasión fiscal de las corporaciones. Obviamente, el coste en desarrollo humano y en capacidad de alimentación suficiente para toda la población de este robo es enorme.
El punto clave, en este contexto, es que las corporaciones no actúan, en realidad, de manera "pirata" sino que no hacen más que utilizar una "patente de corso" otorgada por el régimen neoliberal. Como corsarios, pueden sortear las haciendas públicas del Sur y del Norte domiciliando buena parte de sus flujos financieros en un archipiélago de paraísos fiscales que tiene en la City de Londres y en Wall Street sus zulos más letales. Así, el 21% de las filiales de las 50 primeras transnacionales europeas están domiciliadas en paraísos fiscales. De las cien primeras compañías en la Bolsa de Londres, 98 tienen sociedades localizadas en el archipiélago corsario. Christian Chavagneux, redactor en jefe de la revista Économie Politique, avisa que la crisis financiera global ha exacerbado esta deriva parasitaria de las corporaciones hacia los paraísos fiscales. Mientras los EE.UU. han visto reducir notablemente su atractivo como destinatario del ahorro mundial, estados canallas como Luxemburgo acaparan activos financieros equivalentes a 2.285 veces la riqueza nacional. Por tanto, si realmente queremos ayudar a eliminar rápidamente el hambre en el mundo y hacer que haya justicia social entre el Norte y el Sur, se impone poner en primer lugar de la agenda social y política el fin de los paraísos fiscales. Con el fin de abolir los "derechos" neoliberales de corsarismo en favor de corporaciones como UBS, Repsol o Sol Meliá, la prioridad es eliminar el secretismo, exigir la transparencia financiera de las corporaciones, haciendo que todo el mundo sepa qué declaran en todos los países en los que operan directamente y a través de sus filiales. Entre las buenas noticias de los últimos tiempos, sin duda está la vertebración de una cada vez más visible y poderosa coalición mundial de organizaciones sociales independientes a favor de eliminar los paraísos fiscales para ayudar a las poblaciones humanas más vulnerables. En un contexto mundial tan potencialmente apocalíptico, establecer este tipo de conexiones y coaliciones es la mejor semilla para la esperanza.

[Joan Buades es miembro de Alba Sud]
Mientras Tanto

domingo, 1 de julio de 2012

Términos de la discusión ecológica actual

La Río+20 ha provocado una amplia discusión sobre cuestiones ecológicas. Como no todos entienden los términos técnicos de la temática, publicamos aquí un artículo del ecologista más conocido del Estado de Río, Arthur Soffiati, de Campos de Goytacazes, RJ, fundador del Centro Norte Fluminense para la Conservación de la Naturaleza, publicado el 14 de mayo de 2012 en la Folha da Manhã de esa ciudad. Estas son las palabras principales: Ecodesarrollo sostenible, economía verde, huella ecológica, antropoceno.
 
Hace cerca de 11 mil años, la temperatura de la Tierra comenzó a aumentar de modo natural, ocasionando el derretimiento progresivo de la última gran glaciación. Gran parte del agua, al pasar del estado sólido al líquido, elevó el nivel de los mares, separó tierras de los continentes, formó islas, incentivó la formación de bosques y de otros ambientes. Los científicos dieron a esta nueva fase el nombre de Holoceno.
 
En estos últimos 11 mil años de los Homínidos solo quedó el Homo sapiens, que se volvió soberano en todo en planeta. Con un cerebro bien desarrollado, fue desafiado por las nuevas condiciones climáticas y domesticó plantas y animales, inventó la actividad agropecuaria, creó tecnología para pulir la piedra, inventó la rueda, el telar y la metalurgia. Después, creó ciudades, imperios, represas, drenajes e irrigación. Varias civilizaciones sobrepasaron los límites de los ecosistemas en los que se levantaron, generando crisis ambientales que contribuyeron a su fin.
 
Entra, entonces, el concepto de huella ecológica. Se refiere al grado de impacto ecológico producido por un individuo, una actividad, una economía, una sociedad. La huella ecológica de la civilizaciones anteriores a la civilización occidental tuvo siempre un carácter regional, siendo reversible en ocasiones y en otras no. Occidente fue la civilización que calzó las botas más pesadas conocidas hasta el momento. El peso comenzó con el capitalismo, que transformó el mundo.
 
A partir del siglo XV, la civilización occidental (léase europea) pasó a imprimir marcas profundas con la expansión marítima. Impuso su cultura a otras áreas del planeta. El mundo fue occidentalizado y pasó también a pisar fuerte en el ambiente.
 
Vino, entonces, otra gran transformación con la revolución industrial, cuyo origen se localiza en la Inglaterra del siglo XVIII, y que se extendió por el mundo dividiéndolo en países industrializados y países exportadores de materias primas. A partir de ella, empieza a crearse otra realidad planetaria, con emisiones de gases causantes del calentamiento, devastación de bosques y selvas, empobrecimiento de la biodiversidad, uso indebido del suelo, fuerte urbanización, alteraciones profundas en los ciclos de nitrógeno y fósforo, contaminación del agua dulce, adelgazamiento de la capa de ozono y extracción excesiva de recursos naturales no renovables, que, a su vez, producen cantidades inauditas de basura.
 
Los científicos están demostrando que dentro del Holoceno (holos = entero + koinos = nuevo), la acción humana colectiva en el capitalismo y en el socialismo ha provocado una crisis ambiental sin precedentes en la historia de la Tierra porque ha sido generada por una sola especie. Han denominado al periodo pos-revolución industrial del siglo XVIII, Antropoceno, o sea, una fase geológica construida por la acción colectiva del ser humano (antropos = hombre + koinos = nuevo).
 
En función de esta gran crisis o de esta nueva época la Organización de las Naciones Unidas viene promoviendo grandes conferencias internacionales, como las Conferencias de Estocolmo (1972), Río-92 y ahora la de Río+20. El objetivo es resolver los problemas del Antropoceno, sea conciliando desarrollo económico y protección del ambiente, sea buscando otras formas de desarrollo. La Río-92 adoptó la fórmula de desarrollo sostenible, que ha ido adquiriendo distintos sentidos, inclusive antagónicos al original.
 
La Conferencia Río+20 pretende colocar en pie de igualdad las dimensiones ambiental, social y económica. La palabra mágica, ahora, es economía verde, cuyo contenido no está claro. Se supone que, como mínimo, signifique la sustitución progresiva de fuentes de energía carbono-intensivas por fuentes renovables de energía, así como la sustitución de recursos no renovables por renovables.
 
La Río+20 mostró que los países industrializados no quieren abdicar de su posición; los países emergentes quieren alcanzar a los industrializados, y los países pobres quieren ser emergentes. Mientras no exista entendimiento acerca de los límites del planeta, es inútil pensar en justicia social y desarrollo económico. Por consiguiente, el ambiente es más importante que lo social y lo económico, ya que sin él no se puede encontrar solución para los otros dos. Por otro lado, el concepto de ecodesarrollo parece ser el más correcto como táctica y estrategia.
 
- Leonardo Boff es Teólogo / Filósofo
Fuente: http://servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=494 
http://alainet.org/active/56082

viernes, 29 de junio de 2012

Falta estrategia ante "crisis de la civilización"

RíO DE JANEIRO, 25 jun (TerraViva) - En 1996, la II Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Asentamientos Humanos (Habitat II) realizada en Estambul fue una de las más abiertas a la participación de la sociedad civil.

También reunió, en un gran volumen de conclusiones, miles de propuestas y recomendaciones de los participantes. Pero "faltó estrategia" para llevarlas a la práctica, sostuvo Jaime Lerner, conocido como gran urbanista por su innovadora gestión de Curitiba décadas atrás.

En contraste, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, conocida como Río+20, finalizó el viernes 22 sin permitir que se vislumbre una estrategia para salir de la trampa en la que se metió la humanidad.

Las propuestas de las organizaciones no gubernamentales fueron excluidas. Pero ¿acaso podría una conferencia gubernamental, con 99 por ciento de países capitalistas, digerir las tesis anticapitalistas del foro no gubernamental?

La declaración final de la Cumbre de los Pueblos en Río+20 asume el "desafío urgente de frenar la nueva fase de recomposición del capitalismo", en que "el pueblo organizado y movilizado" es la única forma capaz de "liberar al mundo del control de las corporaciones y del capital financiero".

La principal contribución de la Conferencia sobre el Desarrollo Sostenible puede ser un shock de realismo como estímulo a una reflexión, a partir del reconocimiento de realidades ignoradas, tanto en la pretensión de llamar "El futuro que queremos" al documento oficial como en la de convocar una "Cumbre de los Pueblos" en el Aterro do Flamengo, sugiriendo una jerarquía rechazada por esos mismos "pueblos" cuando se reúnen en el Foro Social Mundial.

Esa búsqueda de nuevos caminos ya comenzó. Un movimiento lanzado el sábado 23 en Río de Janeiro, el Río+20+1, o "Día Después", pretende construir una propuesta de "Un nuevo contrato social para el siglo XXI", actualizando las ideas del pensador Jean Jacques Rousseau, cuyo tricentenario se conmemora este año.

La iniciativa, ideada por el director ejecutivo del Instituto de las Naciones Unidas para Formación Profesional e Investigaciones (Unitar), Carlos Lopes, se inauguró con la presencia del presidente del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (más conocido por sus siglas en inglés, IPCC), Rajendra Pachauri, y por el economista del ecodesarrollo Ignacy Sachs, entre otros.

Existe un cierto consenso sobre la necesidad de un nuevo patrón de producción y consumo. Pero sigue sin definirse ese paradigma y cómo alcanzarlo, temas de discrepancia inevitable. Nadie, ni siquiera entre los anticapitalistas de la Cumbre de los Pueblos, habla de una revolución social.

El impasse evidenciado en Río+20 pone en jaque concepciones voluntaristas. Muchos reclaman un liderazgo con "osadía y coraje de estadistas" a los actuales ocupantes del poder para resolver la "crisis de la civilización", en la que se combinan crisis variadas como la ambiental, la económica, la social y la ética. ¿Acaso queremos que vuelvan los déspotas ilustrados?

El juicio político y la posterior destitución del presidente paraguayo, Fernando Lugo, en coincidencia con Río+20, dejaron en claro que los gobernantes también tienen sus límites. Deben responder a los intereses reales de la sociedad nacional y a la correlación de fuerzas, que se expresan en el poder político y económico, no en los sondeos de opinión en los que una mayoría dice tener preocupaciones ambientales.

La ausencia del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en Río+20 se atribuyó a los riesgos que enfrentará el hombre más poderoso de la Tierra en las elecciones previstas para noviembre. Asumir compromisos ambientales amenazaría su reelección.

La divergencia entre la dinámica política de corto y largo plazo sobre las cuestiones ambientales sería otro obstáculo para asumir los desafíos. Pero está fuera de discusión prolongar los mandatos, y ejemplos recientes muestran la creciente intolerancia hacia la perpetuación en el poder.

Parece indispensable una nueva institucionalidad para enfrentar las amenazas a la humanidad, como el cambio climático, la reducción de la biodiversidad y de la disponibilidad de agua potable, la acidificación de los océanos y la desertificación.

La conferencia de Río debilitó el multilateralismo, acatando la tesis americana a favor de iniciativas nacionales, contra acuerdos mundiales vinculantes, concluyó la ex ministra de Medio Ambiente, Marina Silva.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) quedó atrapada por los intereses corporativos, según muchos otros activistas.

En este sentido, no parece prometedor crear en la órbita de la ONU una nueva agencia ambiental que tome como ejemplo a la Organización Mundial de la Salud o a la Organización Mundial del Comercio, principal propuesta para una gobernanza necesaria en esa área.

Tampoco se avanzó en la cuestión del financiamiento del desarrollo sostenible. La propuesta de los países emergentes de crear un fondo de 30.000 millones de dólares fue vetada, principalmente por Estados Unidos.

Pero en la reunión del Grupo de los 20 (G-20) países ricos y emergentes, celebrada casi en simultáneo en México, se aprobó un aporte de 456.000 millones de dólares para el Fondo Monetario Internacional, de los cuales 75.000 millones fueron ofrecidos por los emergentes BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), en una clara señal de que la prioridad es "salvar a los bancos", se quejaron los activistas.

Ante esa complejidad de los problemas mundiales son inocuas las manifestaciones tautológicas de que necesitamos nuevos paradigmas de consumo. Hay medidas de evidente eficacia, como la eliminación de los subsidios a los combustibles fósiles, que sumaban 409.000 millones de dólares el año pasado, según la Agencia Internacional de Energía.

La tendencia es a aumentar a 660.000 millones en 2020. ¿Por qué no se consigue siquiera reducir ese incentivo a la destrucción de la vida, como sí se logró en relación al tabaco?

Otra acción de resultados significativos, tanto ambientales como sociales y de salud, es distribuir eficientes hornos a leña, ya desarrollados, o incluso sustituir ese combustible ya usado por 3.000 millones de personas en el mundo.

Al "pueblo organizado", dividido en entidades no gubernamentales, sindicatos, movimientos sociales y entidades variadas con sus objetivos específicos, le falta una estrategia común para convertir en políticas públicas las experiencias eficientes en el área socioambiental e influir en las decisiones nacionales y mundiales determinantes para el destino de la humanidad.

Los caminos para una eficacia política, desaprobada o descartada por la vía partidaria, deberían aparentemente merecer una mayor reflexión de parte de los militantes.

Mario Osava
IPS noticias

martes, 26 de junio de 2012

Suicidio climático

Las implicaciones del cambio climático son mucho más que sólo climáticas. Propician, o debieran hacerlo, un cambio en la mentalidad occidental, que siendo la que domina el planeta, impone en las periferias su verdad única: la ganancia. Hoy todos enfrentamos las consecuencias, incluso los poderes causantes del trastorno ambiental. Y no obstante, ellos siguen perdiendo el tiempo, como si quedara mucho antes del previsible incremento de catástrofes. Su inercia (¿la nuestra?), que se antoja estúpida, garantiza la parálisis más allá de sus inútiles cumbres.
 
Durante siglos, las civilizaciones humanas consideraron natural la esclavitud. Ahora existe la conciencia universal de que tener esclavos es inhumano; no quita que existan más que nunca, pero sabemos que esclavizar es una maldad, no derecho natural de nadie. Ese es un cambio de mentalidad, como el que ahora pugna por prevalecer respecto del clima y sus precipitados cambios, no sólo por imperativos morales, sino los más urgentes de sobrevivencia.

No debiera extrañarnos que los beneficiarios de una depredación que ya desequilibró a la naturaleza en su conjunto habiten en naciones capaces de conservar reyes y princesas (salvo el excepcionalismo de Estados Unidos, su producto más acabado). Para colmo, su tiranía económica monopoliza lo que democracia significa, aunque las metrópolis se enfrasquen en discusiones, que bien merecen llamarse bizantinas, sobre los fenómenos que transforman aceleradamente la vida como la conocemos los humanos, y el resto de animales y plantas.

Ciertamente se desarrolla un pensamiento crítico, no sabemos si de suficiente contrapeso. Los lectores de La Jornada estamos familiarizados con las corrientes alternativas gracias a las persistentes colaboraciones de Silvia Ribeiro, Iván Restrepo y la información de reporteros como Angélica Enciso. Pero los que invierten, deciden, imponen, lucran y mandan, piensan de otro modo. Y no por irracionales. Manipulan diversos racionalismos con el fin de mantener el control, y convencen a sus propias sociedades avanzadas de que no queda más remedio que seguir así, aún a costa de ciertas libertades democráticas (que serían suspendidas temporalmente). Los irracionales somos los otros, los de pensamiento mágico, populismo, atraso, dogmatismo ideológico.

En buena parte de América Latina, vastas poblaciones indígenas y campesinas tratan de vivir diferente. Pero los gobiernos periféricos –el de México es un superlativo ejemplo– sólo obedecen las líneas de arriba (y se llevan su tajadita). No reflexionan por sí mismos, repiten la voz del amo, que a su vez alquila medios, investigadores y legisladores para darse la razón. Si el cuento es rentar carbono, pues como los loros, y que nos paguen por indultar unos cuántos arbolitos en la Lacandona mientras por allá enmierdan (y por acá salpican) el aire, el suelo y el agua con su nunca limpio mercado.

La agricultura indígena y campesina, según La Vía Campesina, es la solución que puede enfriar el planeta, pues tiene la capacidad de absorber o prevenir hasta dos tercios de los gases de efecto invernadero que se emiten cada año. Con un mínimo impacto ambiental, estos pueblos producen la mitad de los alimentos del mundo, y sin embargo ocupan sólo 20 por ciento de las tierras agrícolas o cultivables a escala mundial. Sin embargo, todo apunta a desaparecerlos.

La inflexión climática es un desafío mayor. No es cosa de salvar unos osos polares que de cuándo acá nos han importado. Malcolm Bull, autor del polémico Anti-Nietzche (Verso, 2011) apunta en London Review of Books (24 de mayo): La ética climática no es moralidad aplicada, sino moralidad descubierta, un capítulo nuevo en la educación moral de la humanidad. Siguiendo la pista de Stephen Gardiner en La tormenta moral perfecta: la tragedia ética del cambio climático (Oxford, 2001), el filósofo británico reseña con irritante racionalismo las otras explicaciones científicas del inevitable cambio atmosférico, aquellas que eximen al poder humano. Nos recuerda también que en la lógica occidental moderna el mundo pertenece a la generación presente. Las siguientes, que se jodan. El pasado (la Historia) fue generoso (con las oligarquías). El presente lo es. ¿Para qué moverle? El futuro era un invento leninista, y ya ven cómo acabó.

Para Bull, las ciencias climáticas abonan una nueva conciencia de que nuestras acciones se revierten amplificadas y nos obligan a establecer una conexión moral con sus consecuencias. Nada que no supieran ya los pueblos indígenas: la Tierra no nos pertenece, la tenemos de encargo para los que vienen. El capitalismo piensa al revés: la Tierra es mía, la compro, vendo, perforo, pavimento o enveneno para sacarle jugo. El cambio climático augura nuevas ganancias. Ya lo describía Naomi Klein en La doctrina del shock. Aún con el planeta en riesgo real, los desastres son negocio para alguien más, si lo seguimos permitiendo.

Hermann Bellinghausen
La Jornada

domingo, 24 de junio de 2012

Las cumbres y los derechos humanos

Dos cumbres mundiales en el lapso de una semana: la llamada cumbre de líderes del Grupo de los Veinte (G-20), efectuada del 18 al 19 de junio en Los Cabos, Baja California, y la Cumbre de la Tierra 2012 (Río +20), el 20 y 22 de junio en Río de Janeiro, Brasil, nos plantean enormes retos para la reflexión y la acción desde el enfoque de derechos humanos. Para quienes promovemos y defendemos los derechos civiles, políticos, económicos, sociales, culturales y ambientales, es inaceptable que se discutan y tomen decisiones globales sobre las crisis que padecemos, el crecimiento económico que necesitamos y el desarrollo sustentable que nos urge, al margen de los derechos de personas, pueblos y comunidades.
 
La estabilidad financiera que se privilegia en el G-20 no es suficiente. Es fundamental modificar el rumbo de la economía productiva, y ponerla al servicio del empleo decente, la inclusión, la cohesión social y el desarrollo reconocido como un derecho. En otras palabras, abandonar el modelo que en 30 años ha mostrado su ineficacia. El Informe Social Watch 2012, Desarrollo sustentable: el derecho a un futuro, cuyo lanzamiento mundial se llevó a cabo precisamente en Río de Janeiro esta semana, afirma: Se necesita un cambio radical de este sistema económico que sigue produciendo marcadas desigualdades económicas y sociales en todo el mundo.

Además, es decisivo introducir mecanismos de regulación y control gestionados democráticamente, capaces de fomentar y proteger los derechos humanos en lugar de los privilegios de las empresas (p. 28). En el capítulo sobre México –coordinado por Equipo Pueblo, punto focal de Social Watch en nuestro país, y la coalición de organizaciones civiles mexicanas Espacio DESC–, el informe subraya el camino insustentable por el que transitamos, con megaproyectos de diversa índole y políticas ambiental y socialmente irresponsables, ajenas a un enfoque integral de derechos humanos (pp. 142 y 143).

Las cumbres G-20 y Río +20 no cuestionaron el modelo de desarrollo actual. Tampoco las políticas, programas y proyectos implementados en ese marco. No abordaron por tanto las causas estructurales de los problemas que enfrentamos las sociedades y el planeta entero. Por el contrario, como lo alertaron cientos de organizaciones civiles, sociales y redes, en las cumbres de los Pueblos que se desarrollaron previa y paralelamente a los eventos oficiales de Los Cabos y Río, los gobiernos no sólo reivindicaron el modelo, sino que delinearon medidas que incrementarán el poder del capital trasnacional y especulativo, a costa de la naturaleza y de los derechos de los pueblos.

Al respecto, la Red Nuestro Mundo no está en Venta (OWINFS, por sus siglas en inglés) dio a conocer también esta semana un llamado a proteger los bienes comunes, ¡no los bancos!, en el que señala que ambas cumbres refuerzan un modelo de desarrollo basado en la privatización de los bienes comunes, el parasitismo financiero sobre la economía real y la profundización del esquema de libre comercio e inversiones. Pese a las enormes diferencias de legitimidad, por ser la del G-20 un espacio informal, y la de Río +20 una reunión de las Naciones Unidas, las dos cumbres fueron vistas como espacios para legitimar el creciente control corporativo sobre los bienes comunes, particularmente en lo tocante al tema del llamado crecimiento o economía verde. Sólo el discurso y el escenario de Los Cabos fueron verdes. En la declaración final de la Cumbre de los Pueblos contra el G-20, impulsada por la Coalición Mexicana y Sudcaliforniana, y por otras organizaciones sociales, movimientos y redes de alrededor de 30 países, se denuncia que el G-20 muestra la alianza entre las elites tecnocráticas/políticas globales con el poder corporativo multinacional.

Una alianza en la que los estados, convertidos en guardianes de la competencia comercial y de los derechos de los inversionistas, olvidan su papel de garantes de derechos de la ciudadanía y de las comunidades. La declaración equipara esta alianza con una especie de privatización del Estado, en el que las corporaciones mundiales toman decisiones que nos afectan a todas y todos. Y denuncia que ante la lucha de los pueblos por sus derechos, la respuesta es la criminalización de la protesta social. Acerca de esto, podríamos dar numerosos ejemplos de cómo en México y otros países, las personas y comunidades –que exigen ser informadas y consultadas sobre la implementación de determinadas políticas y proyectos; defienden a la naturaleza y las comunidades del despojo, la sobrexplotación y la destrucción, y se oponen y resisten frente a la imposición de megaproyectos con alto costo ambiental y social– son finalmente hostigadas, reprimidas, criminalizadas, desaparecidas e incluso asesinadas.

Por eso y más, en el referido informe de Social Watch se insiste en que corresponde al Estado ser el principal impulsor de la sustentabilidad, fomentando una amplia alianza con la sociedad civil y el mundo de los negocios, para promover con decisión un modelo de desarrollo viable. Por ello resulta tan importante continuar enlazando los procesos, las luchas y las alternativas compartidas desde la sociedad civil esta semana en las Cumbres de los Pueblos de México y Brasil, en las que la demanda ha sido clara y unánime: la crisis multidimensional y global que vivimos exige un cambio profundo, un cambio de modelo, de sistema, que no puede ser solamente económico. Debe trascender a las formas de pensar y actuar, a nuestro modo de convivir entre las personas y con la naturaleza.

Miguel Concha
La Jornada

miércoles, 20 de junio de 2012

Río+20: para rescatar el neoliberalismo

El mundo no sólo enfrenta el reto de una crisis global que gana fuerzas cada día, con su secuela de desempleo y su promesa de estancamiento a largo plazo. También se le opone un proceso de deterioro ambiental sin paralelo. Extinción masiva de especies, erosión de suelos y cambio climático son ejemplos de esta degradación ambiental provocada por la actividad humana.

Cualquier persona esperaría que las causas profundas de estos problemas serían abordadas con rigor en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable (mejor conocida como Río+20). La conferencia depende de todo el sistema de Naciones Unidas, pero la voz cantante la lleva el Programa de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente (PNUMA) a través de su propuesta de crear una economía verde.

La noción de economía verde ha sido objeto de una fuerte polémica desde que surgió esta iniciativa del PNUMA. Se le ha definido como una economía en la que hay crecimiento con equidad social, bajas emisiones de carbono y mayor eficiencia en el uso de los recursos naturales. Según el PNUMA, si se invierte una suma equivalente al 2% del PIB mundial en diez sectores de la economía, se puede asegurar la transición a una economía verde.

Aquí comienzan los problemas. En los documentos oficiales del PNUMA para la conferencia de Río+20 no se encuentra un capítulo que haga referencia a la crisis que hoy azota la economía mundial. No se analizan sus orígenes o su naturaleza, y tampoco se consideran los efectos de las políticas macroeconómicas con las que se ha buscado hacerle frente. Tal pareciera que nada de esto tiene implicaciones para los esfuerzos en alcanzar la dichosa economía verde.

Esta no es una omisión inocente. Al ignorar la crisis, que es en esencia un fenómeno macroeconómico, se evade de manera conveniente la discusión sobre las contradicciones internas del modelo neoliberal. Así se eluden temas como la caída en el poder adquisitivo de los salarios, el endeudamiento de los hogares, la expansión y opacidad del sector financiero. Con esto se guarda en un cajón el tema de la inestabilidad de las economías capitalistas.

Lo único que queda es una serie de sectores aislados en donde los problemas pueden ser cómodamente tratados como fallas de mercado. Aquí entra la economía ambiental de corte neoclásico al rescate. Su mensaje es sencillo: lo que se necesita es colocar un precio a todo lo que llamamos medio ambiente y crear nuevos mercados (como el de bonos de carbono).

Y ¿la reducción de la pobreza en la economía verde? La realidad es que no hay ningún mecanismo en la concepción del PNUMA sobre la economía verde que permita pensar en esta reducción de la pobreza. No se analiza el tema de los salarios. Qué raro, ¿verdad? Lo único que dicen los documentos de este organismo es que si se invierte en el capital natural que es el soporte de la agricultura, las pesquerías y los bosques, los pobres que dependen de estos sectores se verán beneficiados. Ésta es, desde luego, una afirmación aventurada. Si se hace abstracción de la estructura económica en estos sectores es difícil sostener la idea de que nuevas inversiones tendrán, por sí solas, el efecto deseado.

¿De dónde vendrán las inversiones para la transición a la economía verde? El PNUMA responde: del sector financiero. Poco importa que el mundo de los bancos de inversión, de las casas de bolsa, de los vehículos de inversión estructurada y de las empresas calificadoras haya sido el epicentro de la crisis global. Tampoco es relevante el que los mercados financieros sean esencialmente inestables y volátiles. Para el PNUMA lo que interesa es mantener a la política económica subordinada a los dictados del capital financiero.

Un defecto clave de la iniciativa del PNUMA se relaciona con el modelo matemático utilizado para simular la transición a la economía verde. Es ya una práctica común en este tipo de aventuras utilizar modelos matemáticos que supuestamente proporcionan números duros para justificar un proyecto y vestirlo de un manto de rigor analítico. En este caso son muchas las limitaciones del modelo utilizado, pero una salta a la vista: no se necesita ser experto para observar que en dicho modelo no hay lugar para el sector financiero. Esto es sorprendente para cualquier observador, pero los economistas están acostumbrados a este tipo de aberraciones.

Aquí la contradicción del PNUMA es chocante. Por una parte no tiene empacho en afirmar que las inversiones para alcanzar la economía verde provendrán del sector financiero. Por la otra, el modelo matemático para imprimir rigor y sustentar sus afirmaciones, no puede incorporar al sector financiero. Caray, como dijo Marcelo en el Hamlet, algo está podrido en Dinamarca.

Con su iniciativa de la economía verde los funcionarios responsables del PNUMA han defraudado a los pueblos del mundo. En la conferencia de Río sobre desarrollo sustentable no es la salvación del mundo la prioridad. Lo que se busca es rescatar al modelo neoliberal.

Alejandro Nadal
La Jornada