domingo, 30 de marzo de 2014

La deconstrucción acelerada del sistema occidental unipolar

La crisis ucrania ha puesto en evidencia la magnitud de la manipulación de las opiniones occidentales por los grandes medios de comunicación televisivos, como CNN, Foxnews, Euronews, Televisa, y la mayoría de la prensa escrita alimentada por las agencias noticiosas. La manera en que el público occidental está desinformado es impresionante, pese a que hay abundante información disponible en Internet. Es muy preocupante que muchos ciudadanos del mundo se dejen llevar por una rusofobia jamás vista, ni en los peores momentos de la guerra fría. La imagen que nos da la maquinaria mediática es que los rusos son unos bárbaros atrasados frente a los civilizados occidentales. El importantísimo discurso de Vladimir Putin el 18 de marzo, después del referendo en Crimea, fue prácticamente boicoteado en todos los medios. En cambio, se dieron amplios espacios a las reacciones occidentales. Naturalmente, todas negativas. En este discurso, Putin explicó detalladamente que la crisis en Ucrania no fue provocada por Rusia y presentó con mucha racionalidad la posición rusa y los intereses legítimos estratégicos de su país en la era posconflicto ideológico.
 
Humillada por el trato que le dio Occidente a partir de 1989, Rusia despertó con Putin y empezó a reanudar una política de gran potencia buscando reconstruir posiciones en la línea histórica tradicional de la Rusia zarista y después de la Unión Soviética. La geografía determina muchas veces la estrategia. Rusia, después de haber perdido gran parte de sus territorios históricos según la fórmula de Putin y de su población rusa y no rusa, se fijó como gran proyecto nacional, patriótico, recuperar su estatuto de superpotencia, de actor global, asegurando en primer lugar la seguridad de sus fronteras terrestres y marítimas. Es precisamente lo que quiere impedir Occidente, en su visión unipolar del mundo. Como buenos ajedrecistas, Putin y su equipo tienen varias jugadas anticipadas, basadas en un conocimiento profundo de la historia, la realidad del mundo y las aspiraciones de gran parte de las poblaciones de los territorios anteriormente controlados por la ex Unión Soviética. Él conoce a la perfección las divisiones de la Unión Europea, sus debilidades, la capacidad real militar de la OTAN y el estado de las opiniones públicas occidentales, poco deseosas de aumentar los gastos militares en un periodo de recesión económica. A diferencia de la Comisión Europea, cuyo proyecto coincide con el de Estados Unidos de consolidar un bloque euroatlántico político-económico-militar, los ciudadanos europeos no quieren ampliar más la UE al este ni admitir a Ucrania, Georgia ni a ningún otro país ex soviético como nuevos socios.

Con sus gesticulaciones y amenazas de sanciones la UE, siguiendo servilmente a Washington, demuestra la impotencia en que se encuentra para castigar seriamente a Rusia. Su peso real no está a la altura de sus ambiciones ingenuas de moldear el mundo a su imagen. El gobierno ruso, muy reactivo y astuto, aplica respuestas graduales, poniendo en ridículo la medidas punitivas occidentales. Putin, soberbio, se dio el lujo de anunciar que iba a abrir una cuenta en la Rossiya Bank, de Nueva York. Él todavía no habla de limitar el suministro de gas a Europa del oeste, conservando esta carta en su manga por si acaso, pero obliga a los occidentales a pensar en una reorganización total de sus fuentes de energía, lo que tardará años en concretarse.

Aprovechando los errores y divisiones de Occidente, Rusia está en posición de fuerza. Putin goza de una popularidad extraordinaria en su país y en las comunidades rusas de las naciones vecinas. Seguramente, su servicios de inteligencia tienen informaciones de primera mano sobre las fuerzas en presencia en toda la zona ex soviética. Su aparato diplomático le da sólidos argumentos para arrebatar a los países occidentales el monopolio de la interpretación del derecho internacional, en particular sobre la autodeterminación de los pueblos. Como era de esperarse, Putin se refirió al caso de Kosovo para evidenciar la incoherencia de los occidentales y su papel en la desestabilización y guerra de los Balcanes.

Inmediatamente, las vociferaciones occidentales bajaron de tono y en la cumbre del 24 de marzo en La Haya el G-7 decidió no excluir a Rusia de este grupo, como se ufanaba pocos días antes, sino de no participar en la cumbre de Sochi, dejando así la posibilidad de reactivar en cualquier momento el G-8, foro privilegiado de diálogo con Rusia creado a petición del G-7 en 1994. Moscú no pide nada. Los occidentales tendrán que hacer el primer paso. Fue una primera reculada del G-7. Secunda reculada de la OTAN, Obama fue muy claro al afirmar que no habría ninguna intervención militar occidental para ayudar a Ucrania, solamente una promesa de cooperación militar para reconstruir el potencial militar ucranio, compuesto en gran medida por material soviético obsoleto. Van a tardar años en levantar un nuevo ejército, y ¿quién va a pagar? No se sabe con certeza en qué estado están las fuerzas ucranias. Moscú invitó a los militares que lo desearan, herederos del Ejército Rojo, a incorporarse al ejército ruso. La flota de Ucrania pasó totalmente a control ruso. Tercer retroceso de Estados Unidos: se habla de conversaciones secretas muy adelantadas entre Washington y Moscú para imponer a Ucrania una nueva constitución, aprovechar las elecciones del 25 de mayo para establecer un gobierno plural sin los extremistas neonazis, llegar a un acuerdo de finlandización o neutralización de Ucrania impidiendo su ingreso a la OTAN, pero permitiendo acuerdos económicos tanto con la UE como con Rusia. De paso, Moscú y Washington pondrían a la UE fuera de la jugada dejando a la dos superpotencias en un tête-à-tête excluyente. Con estas garantías Moscú podría dejar de alentar el separatismo de otras provincias ucranias o de Transnistria (provincia de Moldavia poblada de rusos), cumpliendo así el compromiso de respeto de las fronteras europeas y ofreciendo a Obama una salida decorosa. La jugada de Putin es magistral.

El G-7 no calculó que tomando medidas para aislar a Rusia, a parte de aplicarse a sí mismo castigos sadomasoquistas según la fórmula del ex canciller francés Hubert Védrine, estaba acelerando un proceso muy profundo de recomposición del mundo en favor de un bloque no occidental liderado por China y Rusia reunidos en el grupo de los BRICS. En reacción al comunicado del G-7 del 24 de marzo los cancilleres de los BRICS, también reunidos en La Haya, expresaron su rechazo inmediato a cualquier medida de aislamiento a Rusia, aprovechando de paso su reunión para condenar el espionaje estadunidense a sus líderes y exigir a Estados Unidos que ratifique la nueva repartición de los derechos de voto en el FMI como primer paso de un orden mundial más equitativo. El G-7 no esperaba una reacción tan contundente y rápida de los BRICS. En la práctica esto quiere decir que el grupo de los 20, del cual el G-7 y los BRICS son los dos pilares, podría pasar por un momento de crisis antes de su próxima cumbre en Brisbane, Australia (15 y 16 de noviembre), sobre todo si el G-7 persiste en querer excluir a Rusia. Es casi seguro que una mayoría de países del G-20 condenará las sanciones a Rusia, aislando así al G-7. En su comunicado, los cancilleres de los BRICS consideran que definir quién es miembro del G-20 y para qué sirve es una decisión de todos los miembros del grupo en un pie de igualdad y que ningún integrante puede unilateralmente determinar su naturaleza y carácter. Los BRICS llaman a resolver la crisis actual, en el marco de Naciones Unidas, de manera calmada y de alto nivel abandonando el lenguaje hostil, las sanciones y contra sanciones. Bofetada con guante blanco. El G-7 está avisado que tendrá que hacer muchas concesiones para conservar algo de influencia en el G-20. Se puso en un callejón sin salida.

En los próximos meses se perfilan dos acontecimientos fundamentales.
Uno es la visita de Vladimir Putin a China en mayo. Los dos gigantes están a punto de firmar un convenio energético de gran alcance que va a cambiar a profundidad el marcado energético mundial estratégica y financieramente. Las compraventas se harían no más en dólares, sino en las monedas nacionales de cada país. Rusia no tendrá ningún problema para exportar sus recursos naturales si Europa del oeste cambia de proveedor. En el mismo movimiento de acercamiento, China y Rusia están desarrollando una cooperación industrial par la producción del cazabombardero Sukhoi 25.

El otro hecho es que en la próxima cumbre de los BRICS, que tendrá lugar en Brasil en julio después del mundial de futbol, se podría acelerar el lanzamiento del Banco de Desarrollo, decidido en 2012, en reacción a la falta de voluntad de los países del G-7 de cambiar las reglas del juego en el FMI y el Banco Mundial para dar más peso a los países emergentes y a sus monedas al lado del dólar en las transacciones internacionales.

Finalmente, otros factores poco comentados por los medios occidentales revelan que en el terreno militar la interdependencia entre oeste y Rusia es también una realidad. Desde 2002, Rusia aceptó cooperar con la OTAN en Afganistán para facilitar la logística de las tropas occidentales. A petición de la OTAN, Moscú autorizó el tránsito por el territorio ruso de mercancías no letales para las tropas de la International Security Assistance Force (ISAF) por vía aérea, terrestre, entre Duchambé (Tajikistán), Uzbekistán y Estonia, vía una plataforma multimodal en Ulianovsk, Siberia. Se trata de abastecer un ejército de varios miles de hombres (o sea, toneladas de cerveza, vinos, camemberts, hamburguesas, lechugas, indispensables par mantener en alto la moral de las tropas) transportados por aviones rusos civiles, ya que las fuerzas aéreas europeas no tienen los aviones de carga necesarios para sostener un despliegue militar de tal envergadura. El acuerdo de la OTAN y Rusia de octubre de 2012 profundiza esa cooperación, indispensable para los occidentales, y decide la presencia de un importante destacamento ruso con 40 helicópteros en territorio afgano, donde capacitan al personal afgano principalmente para la lucha contra el narcotráfico. Pero Rusia se negó a dejar pasar por su territorio el material pesado de la OTAN repatriado en Europa, lo que obligó a la ISAF a utilizar una ruta aérea (Kabul-Emiratos Árabes Unidos) y marítima hasta los puertos occidentales, multiplicando así por cuatro el costo de la retirada. Es el precio a pagar para evitar los asaltos a los convoyes por los talibanes entre Kabul y el puerto de Karachi. Para el gobierno ruso la intervención de la OTAN fue un fracaso, pero su retirada precipitada de Afganistán antes de finales de año va a generar caos que puede afectar su seguridad y desencadenar un nuevo brote de terrorismo.

Rusia tiene también muchos contratos de armamento con países europeos. El más importante es la fabricación de dos buques portahelicópteros en los astilleros franceses por un monto de mil 300 millones de euros, ya pagados por Rusia. Si se cancela el contrato, las consecuencias serán miles de empleos perdidos en Francia, el rembolso de los montos pagados más multas por incumplimiento de los contratos. Sin hablar de algo muy importante en el mercado del armamento: la pérdida de confianza en el proveedor, que podría afectar la industria armamentista francesa, como subrayó el ministro ruso de Defensa.

No hay que olvidar tampoco que sin la intervención de Rusia los países occidentales no habrían logrado un acuerdo con Irán sobre el tema de la proliferación nuclear ni con Siria sobre el desarme químico.

Estos son los hechos que no comentan los medios occidentales. La realidad es que, por su arrogancia, torpeza y desconocimiento de la historia, el bloque occidental está precipitando la deconstrucción sistémica del mundo unipolar, ofreciendo en bandeja a Rusia y China una oportunidad única para fortalecer un nuevo bloque con el apoyo de India, África del sur y Brasil, y probablemente de muchas otras naciones. El cambio estaba en marcha, pero a un paso lento y gradual. Ahora todo se acelera y la interdependencia cambia todas las reglas de la globalización.

En cuanto al G-20 de Brisbane, será interesante ver cómo se posiciona México después de las cumbres del G-7 en Bruselas (en junio) y la de los BRICS en Brasil (julio). La situación va a evolucionar muy rápidamente y va a exigir mucha agilidad diplomática. Si el G-7 persiste en su actitud de aislar a Rusia, el G-20 podría desintegrarse. México, atrapado en las redes del TLCAN y del TPP, tendría entonces que escoger entre zozobrar con el Titanic occidental o adoptar una línea autónoma, conforme a sus intereses de potencia regional con vocación mundial, acercándose a los BRICS.

Pierre Charasse
La Jornada
* Asociado del Centro Tepoztlán Víctor Urquidi AC.

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