De nuevo la población
griega está en las primeras planas de los medios del mundo. El plan de
austeridad aprobado por su Parlamento ha desatado generalizadas muestras
de rechazo que, sin embargo, no han impedido que las exigencias de la
troika infernal (FMI, Banco Central Europeo y Consejo de Ministros de
Europa) se impongan. Para la troika importa que los políticos griegos
firmen su acuerdo con estas medidas y otras adicionales, aceptando que
se aplicarán, independientemente de quien resulte ganador en las
próximas elecciones.
A la información sobre el contenido específico de estos planes en la vida cotidiana de un griego (que en el caso de un profesor de secundaria ha significado que su sueldo se redujera en promedio de mil 325 euros mensuales hace dos años a mil 50 antes de este último plan de austeridad, además de aumentos importantes en los impuestos pagados que lo reducen aún más), se agrega el dato de que en el cuarto trimestre de 2011 el PIB cayó 7 por ciento, mostrando un empeoramiento importante ya que en el tercer trimestre el dato negativo fue de 5 por ciento. En términos anuales esto significa que la contracción de -6 por ciento en 2010, habrá aumentado a -6.8 en 2011.
El impacto de esta contracción en el empleo y en los ingresos de la población está siendo brutal. La última medición da cuenta de una tasa de desempleo de 21 por ciento y una caída de los ingresos medios de 35 por ciento, que se agravará con el nuevo plan. Los dirigentes europeos han desdeñado el planteo de Helle Thorning-Schmidt, primera ministro de Dinamarca, que advirtió que
la gente está dispuesta a hacer sacrificios, pero no a ser sacrificada. Los griegos están siendo sacrificados para que los bancos y sus principales accionistas se mantengan vivos, con el argumento de que su funcionamiento es indispensable para la economía.
Dos años de castigo a la población griega, más otros cuatro o
cinco para que se recupere la economía, ha dado tiempo para que los
banqueros eviten las pérdidas que pudieran ocasionarles la reducción del
valor de sus activos crediticios con Grecia. Compraron seguros contra
el riesgo de no pago de estos créditos, han recibido financiamiento
barato y de mediano plazo por parte del BCE, de modo que las eventuales
pérdidas ya han sido provisionadas. También se han preparado para la
eventualidad de que Grecia se vea obligada a abandonar la moneda común,
elevando significativamente los intereses de la deuda de países con
mayor relación deuda/PIB.
La insensibilidad de los dirigentes europeos parece inexplicable. La
tozudez alemana con el control de las finanzas públicas es equivalente a
la de los republicanos estadunidenses. No se trata, por supuesto, de
ignorancia sobre los impactos sociales de sus exigencias. Se privilegia
una explicación económica en la que la racionalidad económica es
fundamental. Sin embargo, como ha demostrado contundentemente esta larga
crisis, la racionalidad económica no puede explicar el funcionamiento
real de los mercados.
Para explicarla se requiere incorporar aquello de lo que hablaba Keynes, los
espíritus animalesde quienes gobiernan, de banqueros y, naturalmente, también de las poblaciones. Ignorarlos está sacrificando no sólo a los griegos, sino a la posibilidad de construir un mundo en el que la humanidad avance en la lucha contra la desigualdad. Un mundo en que el que importe más el 99.99 por ciento de la población y no el 0.01 por ciento.
Orlando Delgado Selley
La Jornada
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