miércoles, 10 de octubre de 2012

¿Colapso de la globalización y surgimiento del nacionalismo?

Uno de los signos inequívocos de la decadencia occidental a los dos lados del Atlántico norte –en plena crisis financiera, económica, social, política, energética, alimentaria, ambiental: es decir, crisis multidimensional y civilizatoria– es la ausencia de una rigurosa crítica cartesiana y su sustitución por la intoxicación masiva de una crapulosa propaganda hollywoodense que propalan los oligopólicos multimedia: engendros de la plutocracia que controla la desregulada globalización financierista que ha caído en un solipsismo cacofónico.
 
De allí que los conceptos antitéticos al modelo de la globalización imperante sean marginales en el mejor de los casos y gocen de mínima difusión, ya no se diga penetración, y hasta parezcan descabellados para la aplastante mayoría de una ciudadanía global más desinformada que nunca, paradójicamente, pese a su hiperconectividad.

No hay que hacerse ilusiones: lo seguro es que la plutocracia financierista que controla el oligopolio multimediático global cesará su desinformación de corte goebbeliano cuando fenezca el modelo que defienden sus egoístas intereses singulares. El zar ruso Vlady Putin confiesa que la situación financiera global se encuentra fuera de control y el almirante Stavridis, de EU, comenta que el mundo tiene parecido a 1914 en los Balcanes, mientras Chris Hedges, premio de periodismo Pulitzer, se aventura una vez más a sentenciar temerariamente –para los parámetros del ocultismo multimediático de corte hollywoodense en EU– El colapso de la globalización (Truthdig, 28/3/11) y que refrendó en una reciente intervención en Tv (YouTube, 30/4/12).

El extenso análisis de Hedges es vibrante, de corte periodístico, y su principal argumento radica en llamar en EU a despertar del autoengaño colectivo para realizar actos sostenidos de desobediencia civil (¡supersic!) contra el Estado de las trasnacionales plutocráticas para impedir ser propulsados a una catástrofe (sic) global.

Cita a John Ralston Saul, quien demostró puntualmente que cada promesa de la globalización ha sido una mentira. A mi juicio, el canadiense Ralston, presidente de PEN International, es uno de los óptimos pensadores humanistas del mundo, quien sorprendió gratamente con su libro El colapso del globalismo y la reinvención del nuevo mundo, donde plantea desde 2005 el retorno del nacionalismo. El argumento nodal del enorme Ralston (muy subvaluado) en su profético libro de hace ocho años es que la globalización se desvanece en pedazos contradictorios y que los ciudadanos retoman la bandera de los intereses nacionales frente a los fracasos del manager (el director empresarial) quien es más bien un tecnócrata incapaz de conducir a las sociedades.

Hedges no dice nada nuevo, pero condensa magistralmente todas las críticas conocidas contra la plutocracia global que ha devastado a las clases medias de EU y del mundo, ya no se diga empobrecido aún más a los desposeídos.

Mi crítica amable quizá consista en que le faltó la disección del mundo plutocrático en la fase de la desregulada globalización financierista y que se concentra en el poder de la bancocracia, específicamente de los 13 banksters de Wall Street (ver libro al respecto de Simon Johnson, ex director de Economía del FMI). La misma crítica amigable se puede hacer a Joseph Stiglitz y a Paul Krugman, quienes han fustigado juiciosamente los defectos económicos de la globalización, pero que, en forma extraña, nunca abordan el cáncer financierista consustancial de la desregulada globalización posmoderna y cuyas metástasis han alcanzado todos los rincones del planeta.

A mi juicio, para entender la verdadera dimensión de la crisis multidimensional / civilizatoria se debe abordar el cáncer financierista que explayan excelsamente Andy Coghlan y Debora MacKenzie (New Scientist, Revealed: the capitalist network that runs the world, 19/10/11).

Habría que reconocer que el libro del difunto Giovanni Arrighi –asiduo invitado al solvente Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, de la escuela braudeliana de pensamiento que sigue otro ilustre pensador, Wallerstein– El largo siglo XX (Verso, 1994), demuestra cómo las crisis financieras constituyen la fase constante de los ciclos del intermitente colapso capitalista desde el siglo XVII (modelos: genovés, holandés, británico y estadunidense). Vale la pena citar algunas frases lapidarias de Hedges, quien cataloga las revueltas que cunden en el planeta como el presagio del colapso de la globalización: Presagian un mundo donde los recursos vitales, incluyendo alimentación y agua, empleo y seguridad, son más escasos y difíciles de obtener. Presagian la creciente miseria de centenas de millones de personas que se encuentran atrapadas en estados fallidos sufriendo la escalada de la violencia y la pobreza paralizante. Presagian crecientes controles draconianos y la fuerza usada para proteger a la élite plutocrática que orquesta nuestro fallecimiento (¡supersic!). ¿No servirá el concepto hollywoodense de Estado fallido para dividir al mundo con una visión neofeudal tecnoamurallada entre el castillo tecnocrático de la plutocracia y sus alrededores relegados? A mi juicio, el muy trillado estado fallido es un muro conceptual que separa al uno por ciento de la plutocracia global del resto de la humanidad desahuciada.

Hedges arremete contra los capitalistas plutocráticos, quienes han tomado el control de nuestro dinero, alimentos, energéticos, nuestra educación, nuestra prensa, nuestro sistema de salubridad y nuestra gobernación como enemigos (¡súpersic!) mortales a ser vencidos.

A propósito, en fechas recientes fue publicado un estudio en EU que exhibe la estrepitosa pérdida de credibilidad de sus desinformadores multimedia.

Comenta Hedges que una alimentación adecuada, agua limpia y una básica seguridad se encuentran ya inalcanzables a quizá la mitad de la población mundial.

Fustiga la utopía del mercado que debe determinar la conducta humana y permite que las trasnacionales y las firmas de inversión continúen su asalto especulando con materias primas para elevar el precio de los alimentos y permite que la industria de guerra absorba la mitad (¡supersic!) de todos los gastos del Estado, generando billones de déficit, y lucrando con conflictos en Medio Oriente, que no tenemos oportunidad de ganar y permite que las trasnacionales evadan los controles más básicos y las regulaciones para cimentar en su lugar un neofeudalismo global. A mi juicio, nos encontramos en un paradójico feudalismo tecnológico: una humanidad retrocedida a la Edad Media, mientras la plutocracia financierista controla fines y medios con una pasmosa tecnología jamás soñada.

Contundente, Hedges sentencia que la última gente que debería estar a cargo de nuestro abastecimiento alimentario o de nuestra vida social y política, sin mencionar el bienestar de los niños enfermos, son los capitalistas plutocráticos y los especuladores de Wall Street. Amén.

Alfredo Jalife Rahme
La Jornada

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