El tema del hambre y
las necesidades alimentarias frente a la creciente población mundial es
crucial, pero está atravesado de supuestos equivocados que urge
terminar.
Casi todos los gobiernos y la comunidad internacional que se ocupa
del tema alimentario parten de la premisa que necesitamos la cadena
industrial y sus tecnologías para alimentarnos, tanto en el presente
como para enfrentar los desafíos futuros. Los campesinos y otros
pequeños productores de alimentos son vistos como algo casi folclórico:
existen, pero son marginales y no juegan un papel importante en la
alimentación. Es también la consigna de transnacionales y científicos
que son financiadas por ellas: sin semillas industriales y transgénicas,
sin monocultivos industriales, maquinarias y gran cantidad de insumos y
agrotóxicos, el mundo pasará aún más hambre ante el aumento de
población y el caos climático.
Sin embargo, los datos duros muestran una realidad inversa: es
justamente la cadena industrial, las trasnacionales y sus tecnologías,
las que exacerban las crisis y producen más hambre, mientras que las
redes campesinas y otros
pequeñosson quienes alimentan a la mayoría.
Frente a las contradicciones entre datos reales y supuestos
equivocados que son base de políticas nacionales e internacionales, en
el Grupo ETC, que seguimos el tema agrícola y alimentario y sus
configuraciones empresariales desde la década de los setenta, decidimos
compilar investigaciones de varias décadas y contrastar en un solo
documento las realidades de la cadena industrial alimentaria y las redes
campesinas. Lo sintetizamos en un poster de 6 láminas, que compara
ambas realidades contestando 20 preguntas comenzando por ¿quién nos
alimenta hoy? y ¿quién nos alimentará en el 2030?
El mercado mundial de la alimentación, desde las semillas y la
agricultura hasta los supermercados, es desde 2009 el mayor mercado
mundial, superando a los energéticos. Siendo además un rubro esencial
para la supervivencia, no sorprende que las transnacionales se hayan
lanzado agresivamente a controlarlo. El proceso no tomó mucho tiempo: en
tecnología unos cincuenta años, con la llamada
Revolución verde, en nuevas regulaciones para favorecer los oligopolios de mercado, apenas un par de décadas. De Monsanto a Walmart, una veintena de transnacionales controlan ahora la mayor parte de este lucrativo mercado.
Que las transnacionales dominen la cadena industrial de producción de
alimentos no significa que alimentan a la mayoría. Aunque controlan
cerca del 70 por ciento de los recursos agrícolas globales (tierra,
agua, insumos), lo que producen solo llega a un 30 por ciento de la
población mundial. La mayor parte de los alimentos sigue viniendo de
manos campesinas, indígenas, pescadores artesanales, recolectores,
huertas barriales y urbanas y otros/otras pequeños, que con apenas 30
por ciento de los recursos agrícolas, alimentan al 70 por ciento de la
humanidad.
La cadena industrial desperdicia dos terceras partes de su
producción de alimentos, devasta suelos y ecosistemas, ocasiona enorme
daños a la salud y el ambiente, y pro ella 3 mil 400 millones de
personas, la mitad de la población mundial, está mal alimentada:
hambrienta, desnutrida u obesa. La red campesina y de pequeños
proveedores de alimentos tiene un nivel mínimo de desperdicio, usa y
cuida una enorme diversidad de alimentos con mucho mayor contenido
nutricional, más saludables y con un impacto ambiental bajo o
inexistente. Incluso negativo, porque contrarrestan la devastación
causada por la cadena, como en el caso del cambio climático. Esto, aún
tomando en cuenta que buena parte de los campesinos usan algún
agroquímico.
Para proveer ese 30 por ciento de los alimentos, la cadena industrial
usa el 70-80 por ciento de la tierra arable, el 80 por ciento de los
combustibles fósiles y el 70 por ciento del agua destinados para uso
agrícola. Además causa el 44 a 57 por ciento de los gases de efecto
invernadero, deforesta 13 millones de hectáreas de bosques y destruye 75
millones de toneladas de cubierta vegetal cada año.
La red campesina cosecha el 60-70 por ciento de cultivos alimentarios
con 20-30 por ciento de la tierra arable, utiliza menos del 20 por
ciento de los combustibles fósiles y el 30 por ciento del agua
destinados al uso agrícola, usa y nutre la biodiversidad y es
responsable por la mayor parte del 85 por ciento de los alimentos que se
producen dentro de fronteras nacionales. Es el proveedor principal, y
muchas veces el único, de los alimentos que llegan a los dos mil
millones de personas que sufren hambre y desnutrición.
A estos datos se suman muchos otros sobre volumen de producción por
hectárea, puestos de trabajo, tierra, agua, pesca, bosques, diversidad
de semillas y microbiana, polinizadores, investigación agrícola,
patentes y monopolios, producción animal e impactos derivados, impactos
en salud y ambiente, que muestran realidades parecidas y a menudo
desconocidas no sólo para los gobiernos, también para muchos de
nosotros.
El documento, titulado
¿Quién nos alimentará? La cadena industrial o la red campesina, parte de más de un centenar de fuentes, la mayoría de organismos de Naciones Unidas como FAO, PNUMA, PNUD, UNCTAD. El resto es de instituciones académicas o de investigación de la sociedad civil, citando reportes que a su vez están basados en otros cientos de fuentes, como los producidos por Grain y Oxfam. Se puede descargar en www.etcgroup.org/es/content/quién-nos-alimentará
Silvia Ribeiro. Investigadora del Grupo ETC
La Jornada
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