Hacer predicciones en
el corto plazo (para uno o dos años) es un juego tonto. Hay demasiados
vuelcos y giros en el mundo real político/económico/cultural. Pero
podemos intentar hacer afirmaciones plausibles para el mediano plazo
(una década o más) basados en un marco teórico trabajable, combinado con
un sólido análisis pragmático de tendencias y limitaciones.
¿Qué es lo que sabemos del sistema-mundo en el que estamos viviendo?
Primero que nada, que se trata de una economía-mundo capitalista, cuyo
principio básico es la incesante acumulación de capital. Segundo, que es
un sistema histórico que, como todos los sistemas (desde el universo
como un todo hasta los más mínimos sistemas nanoscópicos), tiene vida.
Surge a la existencia, vive su vida
normal, de acuerdo con reglas y estructuras que crea, y luego, en cierto punto, el sistema se aparta demasiado del equilibrio y entra en una crisis estructural. Tercero, que nuestro actual sistema-mundo ha sido un sistema polarizante, en el que existe una brecha que crece constante entre los Estados y al interior de los mismos.
Ahora estamos en una crisis estructural así, y hemos estado en ella
por unos 40 años. Continuaremos en esta crisis por otros 20 a 40 años.
Este es el promedio de tiempo que dura una crisis estructural en un
sistema histórico social. Lo que ocurre en una crisis estructural es que
el sistema se bifurca, lo que esencialmente significa que emergen dos
modos alternos para finalizar la crisis estructural cuando
colectivamente se
eligeuna de las alternativas.
La principal característica de una crisis estructural es una serie de
fluctuaciones caóticas fuertísimas de todo –los mercados, las alianzas
geopolíticas, la estabilidad de las fronteras estatales, el empleo, las
deudas, los impuestos. La incertidumbre, en el corto plazo, se vuelve
crónica. Y la incertidumbre tiende a congelar la toma de decisiones
económicas lo que, por supuesto, empeora la situación.
He aquí algunas de las cosas que podemos esperar en el mediano plazo.
Casi todos los Estados enfrentan, y seguirán enfrentando, un apretón
entre la reducción del ingreso y el incremento de los gastos. Lo que
casi todos los Estados están haciendo es reducir los gastos en dos
maneras. Una ha sido recortar (o incluso eliminar) muchísimas de las
redes de seguridad que se han construido en el pasado para ayudar a la
gente ordinaria a lidiar con las múltiples contingencias que enfrenta.
Pero hay un segundo modo también. Casi todos los Estados están
recortando las transferencias de dinero a las entidades estatales
subordinadas –las estructuras federativas, si el Estado es una
federación, y los gobiernos locales. Lo que esto hace es simplemente
transferir la necesidad de incrementar impuestos a estas unidades
subordinadas. Si hallan esto imposible pueden ir a la bancarrota, lo que
elimina otras partes de las redes de seguridad (notablemente las
pensiones).
Esto tiene un impacto inmediato en los Estados. Por un lado, los
debilita, conforme más y más unidades buscan escindirse si lo consideran
ventajoso económicamente. Pero por otro lado, los Estados son más
importantes que nunca, conforme las poblaciones buscan refugio en las
políticas proteccionistas (mantener nuestros empleos, no los suyos). Las
fronteras estatales siempre han cambiado. Pero hay la perspectiva de
que cambien con mucha mayor frecuencia ahora. Al mismo tiempo, las
nuevas estructuras que vinculan los Estados existentes (o sus
subunidades) –tales como la Unión Europea (UE) y la nueva estructura
sudamericana (Unasur)– continuarán floreciendo y jugando un papel
geopolítico creciente.
Los malabares entre los múltiples sitios del poder geopolítico
se tornan mucho más inestables que nunca en una situación en que
ninguno de estos sitios estará en posición de dictar reglas
interestatales. Estados Unidos fue alguna vez un poder hegemónico con
pies de barro, pero que sigue siendo lo suficiente poderoso como para
provocar daños por torpeza. China parece tener la posición económica
emergente más fuerte, pero es menos fuerte que lo que ella misma o los
otros piensan. El grado al que se acerquen Europa occidental y Rusia
sigue siendo una pregunta abierta, y sigue estando en la agenda en ambos
lados. El modo en que India juegue sus cartas sigue siendo algo que en
gran media no ha decidido India. Lo que esto signifique para las guerras
civiles como la de Siria, hasta ahora tiene que ver con cómo quienes
intervengan desde fuera se cancelen mutuamente y los conflictos internos
se organicen más que nunca en torno a grupos de identidad fratricidas.
Reiteraré mi postura largamente argüida. Al final de la década
veremos algunas realineaciones importantes. Una es la creación de una
estructura confederada que vincule a Japón a una China (reunificada) y a
una Corea (re-unida). La segunda es una alianza geopolítica entre esta
estructura confederada y Estados Unidos. Una tercera es una alianza de facto
entre la Unión Europea y Rusia. Una cuarta es la proliferación nuclear a
una escala significativa. Una quinta es un proteccionismo generalizado.
La sexta es una deflación mundial generalizada, que puede tomar dos
formas –sea una reducción nominal de los precios o inflaciones rampantes
que tienen la misma consecuencia.
Obviamente, éstos no son resultados felices para casi nadie. El
desempleo mundial aumentará, no va a caer. Y la gente ordinaria sentirá
los pinchazos de forma muy severa. La gente ya ha mostrado que está
lista para responder luchando de múltiples formas, y esta resistencia
popular crecerá. Nos encontraremos en medio de una vasta batalla
política para determinar el futuro del mundo.
Aquellos que tienen riqueza y privilegios hoy no se sentarán sin
hacer nada. Será más y más claro para ellos que no pueden asegurar su
futuro a través del sistema capitalista existente. Buscarán implementar
un sistema que no se base en un papel central del mercado, sino en una
combinación de fuerza bruta y engaño. El objetivo clave es asegurar que
el nuevo sistema garantice la continuación de tres rasgos clave para el
actual sistema –jerarquía, explotación y polarización.
Por otra parte, habrá fuerzas populares por todo el mundo que
buscarán crear una nueva clase de sistema histórico, uno que todavía no
ha existido, uno basado en una democracia relativa y una relativa
igualdad. Es casi imposible de prever lo que significará esto en
términos de las instituciones que el mundo podría crear. Aprenderemos en
la construcción de este sistema en las décadas venideras.
¿Quién ganará esta batalla? Nadie lo puede predecir. Será el
resultado de una infinidad de acciones nanoscópicas emprendidas por una
infinidad de nanoactores en una infinidad de nanomomentos. Y en algún
punto la tensión entre las dos soluciones alternativas se inclinará
definitivamente en favor de una o la otra. Esto es lo que nos brinda
esperanza. Lo que cada uno de nosotros haga en cada momento acerca de
cada uno de los puntos inmediatos cuenta. Alguna gente le llama a esto
el
efecto mariposa. El batir de las alas de una mariposa afecta el clima de uno al otro extremo del mundo. En ese sentido, hoy todos somos pequeñas mariposas.
Traducción: Ramón Vera Herrera
Immanuel Wallerstein
La Jornada
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