Los ejecutivos, banqueros y emprendedores
intelectuales reunidos en el Foro Económico Mundial quieren romper con la
imagen de ricos ociosos y sin escrúpulos y se ven como "meritócratas
trabajadores" | Nadie se da por aludido cuando sale el tema de la evasión
fiscal por parte de ricos y grandes empresas | Jamie Dimon, de JP Morgan, ha
criticado a los gobiernos por montar una 'vendetta' contra la banca.
La
calle Promenade, en el centro del pueblo alpino de Davos, se ha convertido en
una especie de strip mall de los que se ven en las afueras de las ciudades
estadounidenses, abigarrado de patrocinios corporativos -RSBC, BlackBerry,
Microsoft...-, escaparates con marcas globales y atascados de limusinas. En el
lujoso hotel Belvedere, un enorme cartel anuncia la llegada de otro mercado
fronterizo a las estrategias de inversión de los fondos globales:
"Azerbaiyán: la tierra del futuro". Se ha abierto una cafetería
Pepsico, que se llena de participantes tecleando en sus iPads.
Klaus
Schwab, el rígido y algo anticuado empresario suizo que fundó el Foro Económico
Mundial (WEF) en este pueblo en 1971 con el fin de inculcar la ciencia de la
gestión empresarial estadounidense en los mánagers europeos, no está muy de
acuerdo con tanta presencia corporativa en Promenade según se entiende. Pero
los 2.500 ejecutivos, banqueros y emprendedores intelectuales reunidos en Davos
este año -entre ellos 70 billonarios (con mil millones de dólares o más)-
parecen querer ser tipos normales que llevan bambas New Balance y beben Pepsi
mientras hablan de killer apps.
Y lo
cierto es que esta no es una élite ociosa y distante como la de última era de
plutocracias y desigualdad extrema, la gilted age de principios del siglo XX.
Aquellos ricos eran "diferentes del resto de nosotros", según comentó
Scott Fitzgerald, el autor de Gran Gatsby. En Davos 2013, las fortunas son tan
fabulosas como entonces, quizás más en un mundo con la distribución de renta
más polarizada desde los años veinte. Desde aquellos roaring twenties cuando
Gatsby se convirtió en el arquetipo del "multimillonario de creación
instantánea", hasta 1940 al 10% más rico le correspondía el 45% de la
renta en Estados Unidos. Tras el New Deal y la Segunda Guerra
Mundial, bajó al 33% y la sociedad de iguales duró hasta 1970. Ahora el 10% más
rico tiene más del 50% de la renta.
Pero en
Davos, no hay ricos ocioso. Más bien es imprescindible dar la impresión de ser
un workaholic si se quiere causar buena impresión. "Los ricos de hoy son
diferentes que los de ayer", afirma Chrystia Freeland, periodista
predilecta y moderadora omnipresente de debates en el WEF cuyo nuevo libro
Plutocrat es tema de conversación en Davos . "Es una nueva súper élite de
riqueza de primera y segunda generación; sus integrantes son meritócratas muy
trabajadores, altamente educados". "Los plutócratas de hoy en día son
working rich", añade.
Dentro
del centro de convenciones Congress, con sus espacios asignados a jóvenes
líderes globales, shakers filántropos y emprendedores sociales, se debaten los
dilemas de esta crisis. ¿Cómo se puede relanzar la demanda agregada en Europa y
Estados Unidos cuando todo el aumento de la renta de las dos últimas décadas en
las grandes economías occidentales ha ido a parar a una minoría de superricos?
Y ¿Cómo se pueden superar las crisis fiscales sin ampliar la base tributaria y
combatir una endémica evasión tributaria (por legal que sea) por parte de
individuos de elevado patrimonio y empresas multinacionales? Hasta David
Cameron, el primer ministro tory, advirtió en su discurso en Davos esta semana
de que la evasión institucionalizada de impuestos por parte de ricos y empresas
amenaza la economía: "Necesitamos más reglas; empresas correctas,
impuestos correctos; normas correctas", proclamó.
Pero
cuando se abordan estos temas en Davos, ninguno de los 2.500 participantes
-desde Bill Gates a Lloyd Blankfein (Goldman Sachs); desde la princesa Rania de
Jordania al multimillonario de la literatura de autoayuda Paulo Coelho- parece
darse por aludido. Jamie Dimon de JP Morgan -cuyo paquete de remuneración subió
el 11% en el 2011, hasta los 23 millones de dólares (ahora lo han congelado)-
ha vuelto a criticar a los gobiernos por montar una vendetta contra la banca,
convertida en "chivo expiatorio". Steve Schwarzman, presidente del
fondo Blackstone y otro incondicional de Davos, se hizo con 8.000 millones de
dólares en la OPV
del fondo Blackstone en el 2002 y pagó un millón de dólares a Rod Stewart por
actuar en una fiesta de cumpleaños de su hija. Pero se opone a las subidas de
impuestos sobre la renta de las rentas más altas defendidas por Obama. Paul
Singer, gestor del hedge fund Elliot, cuyo lobby ha luchado con éxito contra la
propuesta de tributar las rentas carry que convierten a los gestores de estos
fondos en los más ricos del mundo, dijo el miércoles que la legislación Dodd
Frank en Estados Unidos para frenar los excesos de Wall Street "contiene
muchas maldades".
En
general, en Davos existe la convicción de que el aumento de la renta y la
riqueza es la consecuencia de la globalización y de tendencias tecnológicas que
aumentan los retornos al talento y al genio. "Si eres un fiel, crees que
el aumento de la desigualdad tiene que ver con fuerzas impersonales de
revoluciones tecnológicas y globalización", advierte Freeland. "Por
tanto, jamás sientes vergüenza".
La
resistencia de Davos a pagar más impuestos es aún más asombrosa. El hecho de
que el Foro Económico Mundial se celebre en Suiza, un paraíso fiscal , según
cualquier criterio, es prueba de ello. No sólo por las investigaciones sobre
cuentas bancarias de destacados miembros de las élites en Grecia y España, sino
también por la última noticia de que el banco Wegelin & Company, con sede
en el municipio suizo de Saint Gallen y fundado en 1741, había ayudado a miles
de estadounidenses de alto patrimonio a evitar el IRS (la Hacienda estadounidense).
Pero tampoco en este campo se dan por aludidos los participantes en Davos.
Axel
Weber, ex presidente del ortodoxísimo Bundesbank, dio una lección al inicio del
foro sobre la necesidad de rigor fiscal y monetario. En ningún momento
reflexionó públicamente sobre su nuevo cargo de presidente del banco suizo UBS,
cuyo papel como refugio secreto de evasores fiscales desde Nueva York a Berlín
ya se conoce de sobra, al igual que su implicación en el escándalo de fijación
de los tipos Libor. Los hombres de Davos "sienten que son los ganadores
merecedores", dice Freeland. Creen que la desigualdad es necesaria para el
crecimiento económico.
El arma
secreta de Davos para evitar graves daños de imagen se encuentra en cientos de
sesiones sobre filantropía, emprendedores sociales y el nuevo arte del impact
investing (inversión con impacto social), que pretende "redefinir lo que
se entiende como el retorno de una inversión", según Abigail Noble de la Fundación Schwab.
Las
estrategias de inversión de impacto ya van sustituyendo filantropía en el
vocabulario de Davos, parte de una nueva filosofía de la plutocracia que
Matthew Bishop, corresponsal en el WEF del diario The Economist, califica como
filantrocapitalismo. Esto supone "aplicar el secreto que explica su éxito
con el dinero, a sus actividades altruistas", según escribe Bishop en su
libro Filantrocapitalismo. Es lo que Bono, el cantante de U2 que brilla por su
ausencia en Davos este año, quiere decir cuando dice: "Esto no es caridad;
es negocio".
Shiller
hasta propone crear empresas en las que los flantrocapitalistas puedan comprar
acciones para cumplir con su deseo de afán de lucro, aunque, finalmente, no
reciben nada. El gestor del hedge fund Arpad Buss ha creado una organización
caritativa que se llama Absolut Return for Kids (retornos absolutos para los
niños) y utiliza medios agresivos de inversión en derivados -short selling-
para optimizar los beneficios para niños necesitados. Esto es Davos en esencia
pura.
Lo
cierto es que la élite actual estatal se siente tan fascinada por los debates
de ideas como los de Davos que "a los nuevos plutócratas les encanta
fundar sus propias fundaciones y think tanks", explica Freeland. Victor
Pinchuk, el oligarca billonario ucraniano, organiza un foro anual de ideas al
que asisten incondicionales de Davos como Bill Gates y Bill Clinton. Es, quizás,
el peligro más grande para el pedante Klaus Schwab, que en algún momento algún
billonario lince de la nueva élite global, le quite el monopolio de cumbres
globales a los Alpes.
Andy
Robinson.
La Vanguardia
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