lunes, 28 de enero de 2013
sábado, 26 de enero de 2013
Davos : foro sin rumbo
Durante
su intervención en el Foro Económico Mundial que se realiza en Davos,
Suiza, frente a representantes de las élites económicas y políticas
mundiales, la canciller alemana, Angela Merkel, abogó por profundizar y
ampliar las
reformas estructuralesadoptadas recientemente en las naciones europeas en problemas –que se han traducido en recortes presupuestales, despidos masivos y aniquilación de derechos sociales, y han derivado en enormes cuotas de sufrimiento para sus respectivas poblaciones– hasta que éstas
surtan efectoy
podamos vivir mejor en el futuro.
Dichas declaraciones, en voz de la jefa de Estado de una de las
mayores economías de Europa y del mundo, son indicativas de la crisis de
percepción de la realidad por la que atraviesa la cumbre económica que
se realiza anualmente en la localidad alpina, cónclave que ha sido
presentado por sus promotores como el espacio más importante del
pensamiento económico contemporáneo y como una instancia para la
presentación de soluciones y perspectivas novedosas. Sin embargo, los
participantes en tales encuentros suelen exhibir una desoladora ausencia
de perspectivas para conjurar el riesgo de una catástrofe mayúscula en
Europa y el mundo.
En efecto, la aplicación y profundización de las reformas
estructurales defendidas por Merkel ha sido la respuesta casi única de
los gobiernos de las principales economías del planeta a la crisis
financiera y económica vigente desde hace casi un lustro, sin que ello
haya tenido más efectos que agravar esa debacle, multiplicar la pobreza,
llevar a simas drásticas los niveles de desempleo en las naciones en
problemas y someter a la economía planetaria a una espiral recesiva
prolongada a consecuencia del deterioro en las condiciones de vida de
las mayorías y el estrechamiento de los mercados internos.
La razón evidente de esa escasez de perspectivas y de
soluciones ante la angustiosa circunstancia económica actual es la
cerrazón ideológica que predomina desde hace décadas en esas cumbres,
cuyos principales participantes son, precisamente, los promotores
mundiales y los acendrados defensores de las directrices económicas
neoliberales que causaron la actual crisis financiera. En esa lógica,
que preconiza los principios de máxima rentabilidad y la disciplina
fiscal a toda costa, los dramas sociales y humanos que se multiplican a
escala planetaria por efecto de un modelo de capitalismo inviable, voraz
y depredador quedan reducidos a la condición de meros indicadores
macroeconómicos. No es extraño, pues, que en escenarios difíciles, como
el actual, e incluso en etapas de relativa estabilidad en la economía
mundial, las propuestas de solución vertidas en los foros de Davos
consistan básicamente en prolongar y profundizar el sacrificio de la
población.
En suma, ante la gravedad de la crisis que afronta Europa
–particularmente aguda en naciones como Grecia, España, Italia y
Portugal–, el empecinamiento neoliberal de los participantes en las
cumbres de Davos constituye, además de un despropósito, un acicate
indeseable para la desestabilización política y la ingobernabilidad en
el viejo continente y en el mundo.
La Jornada.
Editorial
miércoles, 16 de enero de 2013
Trastornos globales en el mediano plazo
Hacer predicciones en
el corto plazo (para uno o dos años) es un juego tonto. Hay demasiados
vuelcos y giros en el mundo real político/económico/cultural. Pero
podemos intentar hacer afirmaciones plausibles para el mediano plazo
(una década o más) basados en un marco teórico trabajable, combinado con
un sólido análisis pragmático de tendencias y limitaciones.
¿Qué es lo que sabemos del sistema-mundo en el que estamos viviendo?
Primero que nada, que se trata de una economía-mundo capitalista, cuyo
principio básico es la incesante acumulación de capital. Segundo, que es
un sistema histórico que, como todos los sistemas (desde el universo
como un todo hasta los más mínimos sistemas nanoscópicos), tiene vida.
Surge a la existencia, vive su vida
normal, de acuerdo con reglas y estructuras que crea, y luego, en cierto punto, el sistema se aparta demasiado del equilibrio y entra en una crisis estructural. Tercero, que nuestro actual sistema-mundo ha sido un sistema polarizante, en el que existe una brecha que crece constante entre los Estados y al interior de los mismos.
Ahora estamos en una crisis estructural así, y hemos estado en ella
por unos 40 años. Continuaremos en esta crisis por otros 20 a 40 años.
Este es el promedio de tiempo que dura una crisis estructural en un
sistema histórico social. Lo que ocurre en una crisis estructural es que
el sistema se bifurca, lo que esencialmente significa que emergen dos
modos alternos para finalizar la crisis estructural cuando
colectivamente se
eligeuna de las alternativas.
La principal característica de una crisis estructural es una serie de
fluctuaciones caóticas fuertísimas de todo –los mercados, las alianzas
geopolíticas, la estabilidad de las fronteras estatales, el empleo, las
deudas, los impuestos. La incertidumbre, en el corto plazo, se vuelve
crónica. Y la incertidumbre tiende a congelar la toma de decisiones
económicas lo que, por supuesto, empeora la situación.
He aquí algunas de las cosas que podemos esperar en el mediano plazo.
Casi todos los Estados enfrentan, y seguirán enfrentando, un apretón
entre la reducción del ingreso y el incremento de los gastos. Lo que
casi todos los Estados están haciendo es reducir los gastos en dos
maneras. Una ha sido recortar (o incluso eliminar) muchísimas de las
redes de seguridad que se han construido en el pasado para ayudar a la
gente ordinaria a lidiar con las múltiples contingencias que enfrenta.
Pero hay un segundo modo también. Casi todos los Estados están
recortando las transferencias de dinero a las entidades estatales
subordinadas –las estructuras federativas, si el Estado es una
federación, y los gobiernos locales. Lo que esto hace es simplemente
transferir la necesidad de incrementar impuestos a estas unidades
subordinadas. Si hallan esto imposible pueden ir a la bancarrota, lo que
elimina otras partes de las redes de seguridad (notablemente las
pensiones).
Esto tiene un impacto inmediato en los Estados. Por un lado, los
debilita, conforme más y más unidades buscan escindirse si lo consideran
ventajoso económicamente. Pero por otro lado, los Estados son más
importantes que nunca, conforme las poblaciones buscan refugio en las
políticas proteccionistas (mantener nuestros empleos, no los suyos). Las
fronteras estatales siempre han cambiado. Pero hay la perspectiva de
que cambien con mucha mayor frecuencia ahora. Al mismo tiempo, las
nuevas estructuras que vinculan los Estados existentes (o sus
subunidades) –tales como la Unión Europea (UE) y la nueva estructura
sudamericana (Unasur)– continuarán floreciendo y jugando un papel
geopolítico creciente.
Los malabares entre los múltiples sitios del poder geopolítico
se tornan mucho más inestables que nunca en una situación en que
ninguno de estos sitios estará en posición de dictar reglas
interestatales. Estados Unidos fue alguna vez un poder hegemónico con
pies de barro, pero que sigue siendo lo suficiente poderoso como para
provocar daños por torpeza. China parece tener la posición económica
emergente más fuerte, pero es menos fuerte que lo que ella misma o los
otros piensan. El grado al que se acerquen Europa occidental y Rusia
sigue siendo una pregunta abierta, y sigue estando en la agenda en ambos
lados. El modo en que India juegue sus cartas sigue siendo algo que en
gran media no ha decidido India. Lo que esto signifique para las guerras
civiles como la de Siria, hasta ahora tiene que ver con cómo quienes
intervengan desde fuera se cancelen mutuamente y los conflictos internos
se organicen más que nunca en torno a grupos de identidad fratricidas.
Reiteraré mi postura largamente argüida. Al final de la década
veremos algunas realineaciones importantes. Una es la creación de una
estructura confederada que vincule a Japón a una China (reunificada) y a
una Corea (re-unida). La segunda es una alianza geopolítica entre esta
estructura confederada y Estados Unidos. Una tercera es una alianza de facto
entre la Unión Europea y Rusia. Una cuarta es la proliferación nuclear a
una escala significativa. Una quinta es un proteccionismo generalizado.
La sexta es una deflación mundial generalizada, que puede tomar dos
formas –sea una reducción nominal de los precios o inflaciones rampantes
que tienen la misma consecuencia.
Obviamente, éstos no son resultados felices para casi nadie. El
desempleo mundial aumentará, no va a caer. Y la gente ordinaria sentirá
los pinchazos de forma muy severa. La gente ya ha mostrado que está
lista para responder luchando de múltiples formas, y esta resistencia
popular crecerá. Nos encontraremos en medio de una vasta batalla
política para determinar el futuro del mundo.
Aquellos que tienen riqueza y privilegios hoy no se sentarán sin
hacer nada. Será más y más claro para ellos que no pueden asegurar su
futuro a través del sistema capitalista existente. Buscarán implementar
un sistema que no se base en un papel central del mercado, sino en una
combinación de fuerza bruta y engaño. El objetivo clave es asegurar que
el nuevo sistema garantice la continuación de tres rasgos clave para el
actual sistema –jerarquía, explotación y polarización.
Por otra parte, habrá fuerzas populares por todo el mundo que
buscarán crear una nueva clase de sistema histórico, uno que todavía no
ha existido, uno basado en una democracia relativa y una relativa
igualdad. Es casi imposible de prever lo que significará esto en
términos de las instituciones que el mundo podría crear. Aprenderemos en
la construcción de este sistema en las décadas venideras.
¿Quién ganará esta batalla? Nadie lo puede predecir. Será el
resultado de una infinidad de acciones nanoscópicas emprendidas por una
infinidad de nanoactores en una infinidad de nanomomentos. Y en algún
punto la tensión entre las dos soluciones alternativas se inclinará
definitivamente en favor de una o la otra. Esto es lo que nos brinda
esperanza. Lo que cada uno de nosotros haga en cada momento acerca de
cada uno de los puntos inmediatos cuenta. Alguna gente le llama a esto
el
efecto mariposa. El batir de las alas de una mariposa afecta el clima de uno al otro extremo del mundo. En ese sentido, hoy todos somos pequeñas mariposas.
Traducción: Ramón Vera Herrera
Immanuel Wallerstein
La Jornada
martes, 8 de enero de 2013
Así será 2013
Después
de haber sobrevivido –el pasado 21 de diciembre– al anunciado fin del
mundo, nos queda ahora tratar de prever –con razonamientos prudentes
pero más cartesianos– nuestro futuro inmediato, basándonos en los
principios de la geopolítica, una disciplina que permite comprender el
juego general de las potencias y evaluar los principales riesgos y
peligros. Para anticipar, como en unos tableros de ajedrez, los
movimientos de cada potencial adversario.
Si
contemplamos, en este principio de año, un mapa del planeta,
inmediatamente observamos varios puntos con luces rojas encendidas.
Cuatro de ellos presentan altos niveles de peligro: Europa, América
Latina, Oriente Próximo y Asia.
En
la Unión Europea (UE), el año 2013 será el peor desde que empezó la
crisis. La austeridad como credo único y los hachazos al Estado de
bienestar continuarán porque así lo exige Alemania que, por primera vez
en la historia, domina Europa y la dirige con mano de hierro. Berlín no
aceptará ningún cambio hasta los comicios del próximo 22 de septiembre
en los que la canciller Angela Merkel podría ser elegida para un tercer
mandato.
En
España, las tensiones políticas aumentarán a medida que la Generalitat
de Catalunya vaya precisando los términos de la consulta a los catalanes
sobre el futuro de esa comunidad autónoma. Proceso que, desde Euskadi,
los nacionalistas vascos seguirán con el mayor interés. En cuanto a la
situación de la economía, ya pésima, va a depender de lo que ocurra...
en Italia en las próximas elecciones (el 24 de febrero). Y de las
reacciones de los mercados ante una eventual victoria de los amigos del
conservador Mario Monti (que cuenta con el apoyo de Berlín y del
Vaticano) o del candidato de centroizquierda Pier Luigi Bersani, mejor
colocado en las encuestas. También dependerá de las condiciones (sin
duda brutales) que exigirá Bruselas por el rescate que Mariano Rajoy
acabará pidiendo. Sin hablar de las protestas que siguen extendiéndose
como reguero de gasolina y que acabarán por dar con algún fósforo
encendido... Podrían producirse explosiones en cualquiera de las
sociedades de la Europa del sur (Grecia, Portugal, Italia, España)
exasperadas por los matraqueos sociales permanentes. La UE no saldrá del
túnel en 2013, y todo podría empeorar si, además, los mercados
decidieran cebarse (como los neoliberales les están incitando a hacerlo)
(1) con la Francia del muy moderado socialista François Hollande.
En
América Latina, el año 2013 también está lleno de desafíos. En primer
lugar en Venezuela, país que desde 1999 representa un papel motor en los
cambios progresistas de todo el subcontinente. La imprevista recaída
del presidente Hugo Chávez –reelegido el pasado 7 de octubre– crea
incertidumbre. Aunque el dirigente se está restableciendo de su nueva
operación contra el cáncer, no pueden descartarse nuevas elecciones
presidenciales en febrero próximo. Designado por Chávez, el candidato de
la revolución bolivariana sería el actual vicepresidente (equivalente a
primer ministro) Nicolás Maduro, un líder muy sólido con todas las
cualidades, humanas y políticas, para imponerse.
También
habrá elecciones, el 17 de febrero, en Ecuador: la reelección del
presidente Rafael Correa, otro dirigente latinoamericano fundamental,
ofrece pocas dudas. Importantes comicios asimismo, el 10 de noviembre,
en Honduras donde, el 28 de junio de 2009, fue derrocado Manuel Zelaya.
Su sucesor, Porfirio Lobo, no puede postularse para un segundo mandato
consecutivo. En cambio, el Tribunal Supremo Electoral ha autorizado la
inscripción del partido Libertad y Refundación (LIBRE), liderado por el
ex presidente Zelaya, que presenta, como candidata, a su esposa y ex
primera dama, Xiomara Castro. Importantes elecciones igualmente en
Chile, el 17 de noviembre. Aquí, la impopularidad actual del presidente
conservador Sebastián Piñera ofrece posibilidades de victoria a la
socialista Michelle Bachelet.
La
atención internacional también se fijará en Cuba. Por dos razones.
Porque continúan en La Habana las conversaciones entre el Gobierno
colombiano y los insurgentes de las FARC para tratar de poner fin al
último conflicto armado de América Latina. Y porque se esperan
decisiones de Washington. En los comicios estadounidenses del pasado 6
de noviembre, Barack Obama ganó en Florida; obtuvo el 75% del voto
hispano y –muy importante– el 53% del voto cubano. Unos resultados que
le dan al Presidente, en su último mandato, un amplio margen de maniobra
para avanzar hacia el fin del bloqueo económico y comercial de la isla.
Donde
nada parece avanzar es, una vez más, en el Cercano Oriente. Ahí se
encuentra el actual foco perturbador del mundo. Las revueltas de la
“primavera árabe” consiguieron derrocar a varios dictadores locales: Ben
Alí en Túnez, Mubarak en Egipto, Gadafi en Libia y Saleh en Yemen. Pero
las elecciones libres permitieron que partidos islamistas de corte
reaccionario (Hermanos Musulmanes) acaparasen el poder. Ahora quieren,
como lo estamos viendo en Egipto, conservarlo a toda costa. Para
consternación de la población laica que, por haber sido la primera en
sublevarse, se niega a aceptar esa nueva forma de autoritarismo.
Idéntico problema en Túnez.
Después
de haber seguido con interés las explosiones de libertad de la
primavera 2011 en esta región, las sociedades europeas se están de nuevo
desinteresando de lo que allí ocurre. Por demasiado complicado. Un
ejemplo: la inextricable guerra civil en Siria. Ahí, lo que está claro
es que las grandes potencias occidentales (Estados Unidos, Reino Unido,
Francia), aliadas a Arabia Saudí, Qatar y Turquía, han decidido apoyar
(con dinero, armas e instructores) a la insurgencia islamista suní.
Ésta, en los diferentes frentes, no cesa de ganar terreno. ¿Cuánto
tiempo resistirá el Gobierno de Bachar El Asad? Su suerte parece echada.
Rusia y China, sus aliados diplomáticos, no darán luz verde en la ONU a
un ataque de la OTAN como en Libia en 2011. Pero tanto Moscú como Pekín
consideran que la situación del régimen de Damasco es militarmente
irreversible, y han empezado a negociar con Washington una salida al
conflicto que preserve sus intereses.
Frente
al “eje chií” (Hezbolá libanés, Siria, Irán), Estados Unidos ha
constituido en esa región un amplio “eje suní” (desde Turquía y Arabia
Saudí hasta Marruecos pasando por El Cairo, Trípoli y Túnez). Objetivo:
derrocar a Bachar El Asad –y despojar así a Teherán de su gran aliado
regional– antes de la próxima primavera. ¿Por qué? Porque el 14 de junio
tienen lugar, en Irán, las elecciones presidenciales (2). A las cuales
Mahmud Ahmadinejad, el actual mandatario, no puede presentarse pues la
Constitución no permite ejercer más de dos mandatos. O sea que, durante
el próximo semestre, Irán se hallará immerso en violentas pugnas
electorales entre los partidarios de una línea dura frente a
Washington y los que defienden la vía de la negociación.
Frente
a esa situación iraní de cierto desgobierno, Israel en cambio estará en
orden de marcha para un eventual ataque contra las instalaciones
nucleares persas (3). En el Estado judío, en efecto, las elecciones
generales del 22 de enero verán probablemente la victoria de la
coalición ultraconservadora que reforzará al primer ministro Benjamín
Netanyahu, partidario de bombardear cuanto antes Irán.
Ese
ataque no puede llevarse a cabo sin la participación militar de Estados
Unidos. ¿Lo aceptará Washington? Es poco probable. Barack Obama, que
toma posesión el 21 de enero, se siente más seguro después de su
reelección. Sabe que la inmensa mayoría de la opinión pública
estadounidense (4) no desea más guerras. El frente de Afganistán sigue
abierto. El de Siria también. Y otro podría abrirse en el norte de Malí.
El nuevo secretario de Estado, John Kerry, tendrá la delicada misión de
calmar al aliado israelí.
Entretanto
Obama mira hacia Asia, zona prioritaria desde que Washington decidió la
reorientación estratégica de su política exterior. Estados Unidos trata
de frenar allí la expansión de China cercándola de bases militares y
apoyándose en sus socios tradicionales: Japón, Corea del Sur, Taiwán.
Es significativo que el primer viaje de Barack Obama, depués de su
reelección el pasado 6 de noviembre, haya sido a Birmania, Camboya y
Tailandia, tres Estados de la Asociación de Naciones del Sudeste de
Asia (ASEAN). Una organización que reúne a los aliados de Washington en
la región y la mayoría de cuyos miembros tienen problemas de límites
marítimos con Pekín.
Los
mares de China, que designará a Xi Jinping presidente en marzo próximo,
se han convertido en las zonas de mayor potencial de conflicto armado
del área Asia-Pacífico. Las tensiones de Pekín con Tokio, a propósito de
la soberanía de las islas Senkaku (Diaoyú para los chinos), podrían
agravarse después de la victoria electoral, el pasado 16 de diciembre,
del Partido Liberal-Demócrata (PLD) cuyo líder y nuevo primer ministro,
Shinzo Abe, es un “halcón” nacionalista, conocido por sus críticas hacia
China. También la disputa con Vietnam sobre la propiedad de las islas
Spratley está subiendo peligrosamente de tono. Sobre todo después de que
las autoridades vietnamitas colocaran oficialmente, en junio pasado, el
archipiélago bajo su soberanía.
China está modernizando a toda marcha su Armada. El pasado 25 de septiembre lanzó su primer portaaviones, el Liaoning,
con la intención de intimidar a sus vecinos. Pekín soporta cada vez
menos la presencia militar de Estados Unidos en Asia. Entre los dos
gigantes, se está instalando una peligrosa “desconfianza estratégica”
(5) que, sin lugar a dudas, va a marcar la política internacional del
siglo XXI.
(1) Léase el dossier “France and the euro. The time-bomb at the heart of Europe”, The Economist, Londres, 17 de noviembre de 2012.
(2)
En Irán, el presidente no es el jefe de Estado. El jefe de Estado es el
Guía Supremo, elegido de por vida, y cuya función ejerce actualmente
Alí Jamenei.
(3) Léase, Ignacio Ramonet, “El año de todos los peligros”, Le Monde diplomatique en español, febrero 2012.
(4) The New York Times, Nueva York, 12 de noviembre de 2012.
(5)
Léase Wang Jisi y Kenneth G. Lieberthal, “Adressing U.S.-China
Strategic Distrust”, Brookings Institution, 30 de marzo de 2012.
www.brookings.edu/research/papers/2012/03/30-us-china-lieberthal
Ignacio Ramonet
Le Monde Diplomatique
sábado, 5 de enero de 2013
Balance anual de lo macro: vamos de mal en peor
La realidad mundial es compleja. Es imposible hacer un balance unitario.
Voy a intentar hacer uno referente a la realidad macro y otro a la micro. Si
consideramos la forma en que los dueños del poder se están enfrentando a la
crisis sistémica de nuestro tipo de civilización —organizada sobre la base de
la explotación ilimitada de la naturaleza, la acumulación también ilimitada y
la consecuente creación de una doble injusticia: la social con sus perversas
desigualdades a nivel mundial, y la ecológica con la desestructuración de la
red de la vida que garantiza nuestra subsistencia—, y si tomamos como punto de
referencia la COP 18 realizada en este final de año en Doha (Qatar) sobre el
calentamiento global, podemos sin exageración decir: estamos yendo de mal en
peor. De continuar por este camino, vamos a encontrarnos, a no tardar
mucho,delantede un «abismo ecológico».
Hasta ahora no se han tomado las medidas necesarias para cambiar el
curso de las cosas. La economía especulativa sigue floreciendo, los mercados
son cada vez más competitivos —lo que equivale a decir cada vez menos
regulados—, y la alarma ecológica, materializada en el calentamiento global,
dejada prácticamente de lado. En Doha sólo faltó dar la extremaunción al
Tratado de Kyoto. Irónicamente se dice en la primera página del documento final
que nada resolvió, pues pospuso todo para 2015: «el cambio climático representa
una amenaza urgente y potencialmente irreversible para las sociedades humanas y
para el planeta, y este problema necesita ser afrentado con urgencia por todos
los países». Y no está siendo afrentado. Como en los tiempos de Noé,
continuamos comiendo, bebiendo y recogiendo las mesas del Titanic que se hunde,
escuchando todavía la música. La Casa está en llamas y mentimos a los otros diciendo
que no lo está.
Veo dos razones para esta conclusión realista que parece pesimista.
Diría con José Saramago: «no soy pesimista; la realidad es la que es pésima; yo
soy realista». La primera razón tiene que ver con la premisa falsa que sustenta
y alimenta la crisis: el objetivo es el crecimiento material ilimitado (aumento
del PIB), realizado sobre la base de la energía fósil y con un flujo totalmente
liberado de los capitales, especialmente especulativos.
Esta premisa está presente en los planes de todos los países, incluido
el brasilero. La falsedad de esta premisa reside en la total falta de
consideración de los límites del sistema-Tierra. Un planeta limitado no soporta
un proyecto ilimitado. No tiene sostenibilidad. Es más, se evita la palabra sostenibilidadque viene de las ciencias de la vida; ella no es lineal, se organiza en redes
de interdependencias de todos con todos, que mantienen funcionando todos los
factores que garantizan la perpetuación de la vida y de nuestra civilización.
Se prefiere hablar de desarrollo sostenible, sin darse cuenta de que se
trata de un concepto contradictorio porque es lineal, siempre creciente, y
supone la dominación de la naturaleza y la quiebra del equilibrio ecosistémico.
Nunca se llega a ningún acuerdo sobre el clima porque los poderosos consorcios
del petróleo influencian políticamente a los gobiernos y boicotean cualquier
medida que les disminuya las ganancias, por eso no apoyan las energías
alternativas. Sólo buscan el crecimiento anual del PIB.
Este modelo está siendo refutado por los hechos: ya no funciona ni en
los países centrales, como lo muestra la crisis actual, ni en los periféricos.
O se busca otro tipo de crecimiento —que es esencial para el sistema-vida, pero
que debemos hacerlo respetando la capacidad de la Tierra y los ritmos de la
naturaleza—, o encontraremos lo innombrable.
La segunda razón es más de orden filosófico y por ella he venido
luchando desde hace más de treinta años. Implica consecuencias paradigmáticas:
el rescate de la inteligencia cordial o emocional para equilibrar el poderío
destructor de la razón instrumental, secuestrada hace siglos por el proceso
productivo acumulador. Como nos dice el filósofo francés Patrick Viveret, «la
razón instrumental sin la inteligencia emocional puede perfectamente llevarnos
a la peor de las barbaries» (Por uma sobriedade feliz, Quarteto, 2012,
41); recuérdese la remodelación de la humanidad proyectada por Himmler que
culminó con la shoah, la liquidación de los gitanos y de los discapacitados.
Si no incorporamos la inteligencia emocional a la razón
instrumental-analítica, nunca vamos a sentir los gritos de la Madre Tierra, el
dolor de las selvas y los bosques abatidos, ni la devastación actual de la
biodiversidad, del orden de casi cien mil especies por año (E. Wilson). Y junto
con la sostenibilidad debe venir el cuidado, el respeto y el amor por todo lo
que existe y vive. Sin esta revolución de la mente y el corazón iremos, sí, de
mal en peor.
Ver mi libro: Proteger la Tierra-cuidar de la vida: cómo escapar
del fin del mundo, Nueva Utopía 2011.
Leonardo Boff. Teólogo, filósofo y escritor
Adital
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