El espacio-tiempo creado en los últimos días tiene una única obsesión: la continuidad. Paradójicamente, ésta es sólo posible a través de la intermitencia. Mediante un "entrar y salir" físico de Sol. Mantener viva la experiencia aunque no estés presente. Por eso la acampada no se puede entender sin las redes sociales. La continuidad de la experiencia se consigue desterritorializándola: estoy en la Puerta del Sol aunque esté en mi casa. Estoy allí porque sigo hablando de ello, porque no puedo concentrarme en el trabajo, porque no se me va de la cabeza. Y en cuanto puedo, salto hacia allí, corro hacia allí, me inserto de nuevo en ese "conector social" en el que se ha convertido la Puerta del Sol y así otros pueden irse a descansar.
La concepción clásica de las revueltas sociales plantea un escenario que liga la acumulación de fuerzas y la continuidad. Si seguimos más tiempo seremos más. Si seguimos más tiempo caerán los tiranos. Esta mistificación parte de una simplificación de lo sucedido en Egipto y en otros países árabes. Lugares de los que hemos tenido noticias tan sólo al final de un proceso, no en su germen, no en sus años de visibilidad e invisibilidad, en sus experimentos fallidos, en sus callejones sin salida y en sus vueltas atrás. Lo que sucede estos días en Madrid no es el final, no es el momento decisivo, es solamente el punto de partida.
2. Comunicación. La comunicación es la forma de la organización política. La gente se convierte en el medio de comunicación. Las redes sociales no son tanto el medio, como el territorio expresivo y organizativo. El sentido común se teje en forma de flujo y de meme. De la lógica de la confianza compartida de Facebook se pasa a la lógica de vivencia directa de Twitter.
El eslogan circula multiplicado. Sin versiones oficiales, el rumor prende. Los medios de comunicación tradicionales se encuentran con una cacofonía dadaísta imposible de interpretar. Se agarran a lo que pueden, proyectan sus propios planteamientos. Por el momento, la autonarración del proceso no pasa del streaming vital, pero la necesidad de contarse, de narrar lo vivido, la anécdota, el "yo estuve allí", se intensifica.
La obsesión de los medios de comunicación por retransmitir las manifestaciones desde su "interior", como "uno más" remite a una obsesión por la pérdida de su centralidad. Los expertos y los analistas se revelan como incapaces de pensar con cabeza propia y devuelven una sola voz a derecha y a izquierda. La sensación frente a sus balbuceos es la misma que la de esos fans de la serie Lost, que asistieron a los intentos de los tertulianos de alguna cadena de televisión por explicar el final de la serie: una mezcla de estupor, vergüenza y cachondeo.
3. Poderes. En estos momentos se despliega en la Puerta del Sol una capacidad expresiva enorme en la que cualquiera reunido en grupo cree ser la representación del todo. La sensación de empoderamiento es tal que uno llega a creer que lo que cada cual hace es representar a todos los demás. Es una lógica razonable y difícil de desaprender, pero es necesario desactivarla. La potencia del movimiento viene de su irrepresentabilidad. No nos representan... Porque no pueden representarnos.
Como en cualquier red dispersa, existen una multitud de centros que no son "el centro", sino estaciones de repetición de señales, de propuestas y de sentidos. Prima la creatividad. La hegemonía de quién lleva la batuta en cada momento es totalmente cambiante. De esta manera, las asambleas no son espacios de producción de un sentido, sino más bien de una catarsis colectiva. De un deseo enorme de hablar y hablar y hablar. Se mezclan lenguajes memorizados ("El pueblo unido jamás será vencido") con nuevas formas de expresión ("Error 404 fallo del sistema" o "Descargando democracia" o "No es una crisis es una estafa").
En el campo institucional prima la locura. En 72 horas hemos visto a absolutamente toda la clase política viajar desde el "esto no está pasando" a "esto no es importante" a "esto es peligroso" y, en las últimas horas, a "¡Nosotros somos vosotros!" De nuevo grotesco. La imposibilidad de encuadrar la movilización en el marco claro izquierda-derecha que ha mantenido el consenso social desde la transición española empieza a revelar una nueva lógica de conflicto: "arriba y abajo". Incapaces de controlar lo que está sucediendo, el mecanismo de control sobre el movimiento es una pregunta sencilla, una pregunta constante: ¿Que proponéis?
4. Propuestas. La exigencia de propuestas es un mecanismo de control. Una forma de llenar el vacío de lo irrepresentable. Un mecanismo que no es exclusivo de los medios de comunicación y de la clase política, sino también de algunas expresiones del movimiento. Tener una respuesta permite otorgarle un lugar a los rebeldes. Permite decir "ah, son utópicos", "ah, son populistas", "ufff, son de izquierdas", "ah, lo que quieren es imposible", "oh, que naive", "leches, no son radicales", "uy, tienen algunas cosas razonables". Se impone, sin embargo, el silencio. O algo muy parecido al silencio: una cacofonía de señales aparentemente contradictorias. Por mucha angustia que nos pueda generar, quizás un buen punto de partida sea decir: "al contrario que vosotros que fingís saber de todo, nosotros no sabemos todavía". Mete prisa quien quiere llegar pronto a alguna parte. No es nuestro caso. En las plazas, la discusión misma es más importante que su conclusión. La responsabilidad es defender y extender eso. Seguir discutiendo. Seguir hablando. Confiar en el mismo sentido común que ha llevado a miles de personas a resistir en la calle durante días. Por el momento, no nos ha ido mal.
5. Democracia-Real-Ya. Ese logo, ese lema que atraviesa toda la movilización, es una de sus partes constituyentes. Por eso los medios y la clase política han decidido no pensar mucho en él. Sin embargo es bastante fácil: democracia, pero no cualquier democracia, sino una real. Lo real es lo que se opone a lo simulado. Eso quiere decir que el logo bajo el que se construye este movimiento dice que lo que el poder instituido llama democracia es una mentira y demanda la construcción de otra cosa que rompa son su simulacro. Pero además, no lo plantea en términos utópicos o lejanos. Lo queremos ya. "Ya" quiere decir urgencia, "ya" quiere decir nervio, "ya" quiere decir que tenemos que poderlo tocar, que nos tiene que atravesar la vida, que no es palabrería, sino construcción. Que no existe y que, por tanto, hay que hacerlo.
6. Entonces, ¿mañana? Es muy difícil pensar en mañana cuando estás atravesado por los acontecimientos de hoy. Es más difícil aún cuando la retórica de la clase política se ha sostenido siempre sobre el mañana. En el movimiento el mañana es impensable de momento. Sólo existe el ahora.
Para el poder institucional las elecciones del domingo 22 de mayo son un momento de relegitimación. Un momento de restitución de la gobernabilidad. Un momento para poner el pie en la mesa y volver a dibujar el mapa de lo posible. Las elecciones han funcionado por el momento como un elemento difuso y, quizás, unificador a nivel simbólico. Pero en las acampadas y en las asambleas las palabras que más se escuchan son "conectar", "extender", "construir". El 23 de mayo se empezará a resolver ese interrogante, como decía una pintada el día de la enorme manifestación que dio el pistoletazo de salida al movimiento.
Pd: Punto número 7: ¡Alegría, alegría, alegría!
Guillermo Zapata
La Jornada
Guionista de televisión acampado en la Puerta del Sol de Madrid.
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