Crecimiento
con austeridad a rajatabla es el oxímoron del 2012 producido en las
pocas horas de reunión informal en Camp David por los gobernantes del
G-8.
La
“gran misa” anual del G-7 es más que un evento mediático. En el fondo
es un asunto serio porque desde hace casi cuatro décadas sirve a Estados
Unidos para hacer avanzar sus objetivos geopolíticos, y al conjunto de
los países desarrollados para implantar el sistema neoliberal que está
en crisis actualmente.
Pero
la contradicción más importante, que los grandes medios ignoran
deliberadamente, es que desde hace más de una década estos gobernantes
se reúnen y se comportan como si aun tuviesen algún poder de decisión
sobre las palancas esenciales de la economía, como fijar el valor de su
moneda, la tasa de inflación y de interés; adoptar políticas fiscales
para crear empleos o formular políticas industriales y comerciales en
situaciones de crisis económicas o financieras, o ambas como en estos
momentos.
Un poco de actualidad sobre la cuadratura del círculo
Este
miércoles 23 de mayo, días después de las cumbres del G-8 y de la OTAN,
ambas en Estados Unidos (EE.UU.), tendrá lugar una “reunión de
urgencia” de los 27 países miembros de la Unión Europea (UE) para tratar
el caso de Grecia, cuya eventual salida de la zona euro (ZE) ha dejado
de ser tabú en las discusiones oficiales y oficiosas de la UE. Los
analistas políticos y los economistas respetables discuten ahora sobre
el cuándo y cómo de esta salida, de si será o no desordenada, de cuánto
costará a la UE para salvar a sus bancos privados, que es el único punto
nunca mencionado pero constituye el principal interés de los políticos
gobernantes.
Es
en este contexto que la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico (OCDE) presentó su informe semestral, en el cual
señala que la coyuntura de la UE sigue marcada por el “riesgo de un
incremento del circulo vicioso” creado por “la alta y creciente deuda
soberana, los débiles sistemas bancarios, la excesiva consolidación
fiscal y el bajo crecimiento”, un escenario que podría tener serias
consecuencias para la economía global.
La OCDE
advierte que en los países de la zona euro donde están siendo aplicados
los programas de austeridad, “la tolerancia para los ajustes fiscales
está quizás alcanzando su límite” y con esos países en recesión en el
2012 y el 2013 “una combinación de prolongada fragilidad financiera,
aumento del desempleo y malestar social podría disparar el contagio
político y una negativa reacción de los mercados”.
Antes
de que la OCDE diese a conocer su sabia advertencia a los dirigentes de
la UE, el presidente del gobierno español Mariano Rajoy dijo en
Chicago, al margen de la Cumbre de la OTAN, “que los problemas del
momento pasan por seguir reduciendo el déficit público, por seguir
haciendo reformas en casa y por garantizar la estabilidad financiera y
la sostenibilidad de la deuda fuera; eso es hablar en serio”. Sobre la
“austeridad y crecimiento”, según la cita del diario argentino
Página/12, para el presidente español tales principios “están
íntimamente unidos: el crecimiento es el objetivo y la austeridad es uno
de los instrumentos para alcanzarlos”.
También
en Chicago, según las agencias de prensa, el Presidente estadounidense
Barack Obama recomendó a la UE una estrategia de crecimiento, acompañada
de disciplina fiscal y de una política monetaria que promueva la
capacidad de crecimiento en países como España e Italia, que están
aplicando rigurosos programas de ajuste fiscal.
Por
su parte el resumen cotidiano de la prensa europea de
Eurointelligence.com destaca que el diario británico Financial Times
(FT) da a conocer este martes 22 los detalles de hacia donde se dirigen
las discusiones sobre las obligaciones en euro para financiar el
crecimiento que piden tanto el conservador Rajoy como el recientemente
electo presidente de Francia, el socialista François Hollande.
Según
el FT, las discusiones en Bruselas a nivel de embajadores no contemplan
las euro-obligaciones aun cuando se habla de tales. En realidad se
refieren a un proyecto de obligaciones que comenzará con una
emisión piloto por 230 millones de euros, una suma –resalta
Eurointelligence- que es insignificante en términos macroeconómicos para
un país, y más aun para varios países de la UE. Y la idea es asignar
esos 230 millones al financiamiento de proyectos tales como el
transporte transfronterizo, comunicaciones e infraestructura energética.
Y aun tratándose de una suma insignificante, hay países como Alemania, Holanda y Finlandia que están descontentos.
Las
divisiones son tales entre los países que se discute sobre si este
proyecto piloto de obligaciones debe ser algo permanente o una medida
aplicable una sola vez, como quiere Alemania. Todo esto, para
Eurointelligence.com, apunta a que la UE sigue sin tener “una estrategia
para resolver la crisis”.
Prueba
de esto es la afirmación del mandatario español, para quien -según la
agencia Reuters-, las euro-obligaciones no resolverán la crisis porque
(su impacto) será a largo plazo. Y retornando a la estabilidad
financiera Rajoy dijo que “puede ser lograda rápidamente, sin necesidad
de debates o largas discusiones o estudios ni regulaciones, lo que
tomaría dos o tres años para producir efecto. Esta es una decisión que
puede tener efecto dentro de 24 horas”. Ante lo cual Eurointelligence se
pregunta si el presidente español “encontró el ingrediente mágico o si
sabe de lo que está hablando”.
Y ahora de retorno al G-7 y el neoliberalismo
En
sus comienzos, a mediados de los 70 y hasta comienzos de los años 80,
cuando la primera ministra británica Margaret Thatcher introdujo la
agenda neoliberal (1), el G-7 tenía un potencial poder real de coordinar
respuestas monetarias, fiscales o comerciales a las crisis.
Como
olvidar, para este periodista que en Canadá cubrió desde 1975 en
adelante algunas de estas cumbres directamente, y las demás gracias a
las excelentes sesiones de información de los altos funcionarios
canadienses (algo que dejó de existir desde la llegada del conservador
Stephen Harper al gobierno de Ottawa, en 2005), que fue este “club de
países ricos” el que impulsó las políticas tendientes a reducir el papel
de los Estados en la economía.
El
G-7 ha sido una instancia clave para adoptar los principios que en
otros foros llevaron a despojar a los Estados de los instrumentos que le
permitieron jugar un papel rector en la economía y en la sociedad, como
había influenciado a nivel de los países capitalistas la política del
New Deal de Franklin D. Roosevelt y los acuerdos de Bretton Woods a
finales de la segunda Guerra Mundial.
Cómo
no recordar a esos ministros y funcionarios del G-7 que desde mediados
de los años 80 nos confiaban. a los periodistas que seguíamos las
negociaciones para el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Canadá y
EE.UU., las negociaciones comerciales multilaterales en el marco del
GATT (Acuerdo general sobre tarifas y aranceles), y más tarde las
negociaciones para incorporar a México en el TLC, que el objetivo
final de todas estas negociaciones era establecer un “sistema de derecho
universal”, para la economía, las finanzas, el comercio internacional y
los derechos de propiedad, y crear las reglas y los mecanismos para
castigar a los países que no las respetasen. O sea la definición misma de la utopia neoliberal.
No,
ya no tienen ese poder porque desde mediados de los años 80 los
gobiernos del G-7 comenzaron a adoptar consensos y decidieron coordinar
decisiones en ese foro informal, y formalmente a nivel bilateral y multilateral, dentro de las instituciones multilaterales existentes (FMI, Banco Mundial, GATT) y las creadas más adelante para liderar el proceso de liberalización y liberalizar concretamente los mercados
(Organización Mundial del Comercio, las organizaciones regionales para
fomentar el libre comercio y otros mecanismos destinados a fijar los
parámetros de la liberalización), para ceder a las fuerzas del
mercado los poderes monetarios, fiscales, de comercio exterior y de
política industrial de los Estados.
Así
fueron creando e imponiendo al resto del mundo las políticas de
apertura de los mercados acompañadas de las políticas de austeridad y de
reducción del papel de los Estados en las economías, que tanto daño y
despojos causaron en América latina, tierra de experimentación. Y fueron
afinando los acuerdos de libre comercio con la inclusión de anexos para
la “protección de las inversiones”, para garantizar el libre flujo
financiero y reforzar los derechos de propiedad física que necesitan las
empresas transnacionales para mantener el control sobre los recursos
naturales y perpetuar el modelo extractivo en los países en
desarrollo y emergentes. Y el “respeto de la propiedad intelectual” para
mantener el total control sobre las nuevas tecnologías y los avances
científicos patentados, y de paso legalizar con el sistema de patentes
el robo del patrimonio genético de plantas, animales y hasta seres
humanos de otras regiones y países.
Cómo
olvidar que desde los años 90, bajo el gobierno del Demócrata Bill
Clinton, se derribó el muro que separaba los bancos de inversiones de
los bancos de depósitos, una medida adoptada por casi todo el resto del
mundo capitalista (salvo Canadá) para liberar el potencial especulativo
del sistema financiero, y que simultáneamente Washington y los países de
la UE idearon e implantaron la “independencia” de los bancos centrales
de los Estados, que establecieron la quimera de la estabilidad
monetaria y financiera, y fijaron una política de coordinación de estos
bancos centrales fuera del alcance de los gobiernos, en el Bank of
International Settlements, el “banco central de los bancos centrales”.
Los
gobernantes del G-8, y en especial los gobiernos de la UE que están
bajo la férula del Banco Central Europeo y del celoso defensor de la
estabilidad monetaria y financiera que es el Bundesbank, el Banco
Central de Alemania, no pueden ignorar que la política monetaria y
fiscal responde ante todo al sector financiero privado, y que los
Estados nacionales carecen, como muestra descarnadamente la crisis del
euro, de un poder capital, el de formular y decidir sus políticas
monetarias y fiscales, y por lo tanto de sus políticas económicas,
industriales y comerciales.
Quiénes
sino los gobernantes de los principales países capitalistas fueron los
responsables de dejarle a “la mano invisible de los mercados” todo el
poder para aplicar sistemáticamente, como la define el BIS, una
“política de estabilidad monetaria y financiera”, o dicho en otros
términos, las políticas antiinflacionistas destinadas tanto a bajar los
salarios como a garantizarle la seguridad de sus capitales a los
acreedores y especuladores del mundo financiero.
La clásica impotencia de los fines de régimen
En
efecto, los gobernantes del G-8 ya no tienen el poder de adoptar reales
políticas de desarrollo económico que no solo hagan crecer a la
economía sino que proporcionen empleos y salarios decentes, ni tampoco
el interés de recuperarlo.
A
cuatro años de la Gran Crisis financiera y económica del 2008 la
realidad no enturbiada por el poder mediático del G-8 nos muestra que el
conjunto de los países capitalistas no se ha recuperado de la grave
situación financiera creada por el endeudamiento fiscal para enriquecer
aun más a los ricos y salvar a sus bancos. El desempleo real en EE.UU. y
en la UE, no el que nos dan las maquilladas estadísticas oficiales,
está en niveles nunca alcanzados en las anteriores crisis de los últimas
seis décadas en términos de porcentajes de la población en capacidad
laboral y de duración del desempleo.
En
el caso de la generación de jóvenes entre 15 y 24 años ya se puede
hablar de una generación que tendrá una bajísima incorporación al
mercado laboral. Las cifras de la Organización Internacional del
Trabajo son aterradoras: 75 millones de jóvenes sin trabajo en el mundo.
En España es el 46.4 por ciento de estos jóvenes, que en su mayoría
tienen sin duda los más elevados niveles de educación y capacitación de
la historia de ese país, que están sin empleos. En varios países de la
UE –Grecia, Croacia, Eslovaquia- la tasa supera el 30 por ciento.
Y
la OIT enfatiza el aumento del porcentaje de los jóvenes que “ni
trabajan ni estudian”, los “ni-ni”. En el 2010 los “ni-ni” constituían
el 15.6 por ciento de los jóvenes en EE.UU., país donde los jóvenes
deben endeudarse para estudiar y, por lo tanto, en muchos casos no
pueden seguir estudiando si no tienen un trabajo o un ingreso. La deuda
de los estudiantes estadounidenses alcanzó el billón de dólares (un
millón de millones) en marzo pasado, según la agencia Bloomberg.
En
el conjunto de la UE los “ni-ni” constituyen casi el 13 por ciento de
la juventud, y más del 15 por ciento en Bulgaria, Italia, Irlanda,
Letonia, Rumania y España. Y como apunta la OIT, en el mundo
desarrollado los “ni-ni” suelen tener un bajo nivel de educación, bajo
ingreso familiar o ser de origen inmigrante.
Crecimiento
con austeridad es una formula vacía o una quimera como la “estabilidad
monetaria y financiera”. El capitalismo es inestable por naturaleza, y
esa inestabilidad produjo tanto las crisis como los ciclos de renovación
a lo largo de los últimos dos siglos.
La
estabilidad monetaria y financiera es una formula que ha servido para
definir los periodos de liberalización comercial y de retorno al
maternal seno de la renta mercantilista, que actualmente proviene tanto
del transnacionalizado capitalismo industrial -dominado por los
financieros y los accionistas-, que para extraer plusvalía se mudó a la
periferia, a los países emergentes y en desarrollo, como de la
privatización y tarificación de los servicios públicos gracias a las
estimuladas (por los países del G-7, una vez más) Public–private
partnership (PPP), en español las famosas y costosas “colaboraciones
público-privadas”, que nos han hecho retroceder al feudal sistema de
“peaje”, de tener que pagar desde el derecho al tránsito en las
carreteras hasta los tarificados servicios de utilidad pública que
fueron entregados al sector privado.
Ahí
estamos ahora y nada permite creer que el capitalismo de tipo
industrial, ese que tenía el “ascensor social” que llevaba al cielo del
empleo estable y a la clase media, pueda jamás ser reparado y puesto en
servicio.
La Vèrdiere, Francia.
1.-
La agenda de la Cumbre del G-7 de 1984 en Londres fue sin duda una de
las más transformadoras, como deja ver la lista de los principales
asuntos tratados a pedido de la conservadora anfitriona, Margaret
Thatcher: Problemas económicos, perspectivas y oportunidades para
nuestros países y el mundo; la recesión mundial; un crecimiento duradero
y la creación de nuevos empleos; creciente tensión en los gastos
públicos; desempleo; retos políticos y económicos para los países en
desarrollo; el fardo de la deuda para los países en desarrollo y el
papel de FMI; políticas para reducir la inflación, tasas de interés;
estabilidad económica y gestión; la deuda del Tercer Mundo;
liberalización comercial; pobreza y sequías; petróleo y el Golfo
(pérsico); el Bloque del Este; innovaciones en la creación de empleos en
Italia; medio ambiente; la estación espacial tripulada.
En
la Cumbre del G-7 de 1988 en Canadá, cuando ya estaba en negociación el
TLC entre Canadá y EE.UU. se trataron varios aspectos claves: La
cooperación económica internacional; el sistema de comercio multilateral
(la Ronda Uruguay del GATT); las nuevas economías industrializadas; los
países en desarrollo y sus deuda externas, y un “anexo sobre las
reformas estructurales” que da la perspectiva de la implantación del
neoliberalismo en ese momento:
Alberto Rabilotta es periodista argentino - canadiense.
ALAI (Agencia Latinoamericana de Información)
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