sábado, 2 de enero de 2010

Copenhague: el sistema es el problema

“No hay que renunciar a buscar alternativas al capitalismo”. Pascal Lamy, director general de la Organización Mundial del Comercio

Un sistema económico atrapado entre el crecimiento y la crisis ecológica y el decrecimiento y la crisis social. Plantearé sobre el sistema y la cumbre climática de Copenhague las siguientes cuestiones:

¿Qué esperaba la opinión pública mundial de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático celebrada del 7 al 18 de diciembre de 2009 en Copenhague?

Sin duda que ante la gravedad del problema climático que amenaza el presente y el futuro del conjunto de la humanidad , los representantes de los 192 países allí convocados alcanzasen, como mínimo, unos acuerdos capaces de frenar la emisión de gases de efecto invernadero ( GEI ), responsables del calentamiento global y, en consecuencia, del cambio climático.

¿Consiguió la Conferencia alcanzar el objetivo fundamental de la reducción de las emisiones de GEI, sin la que la temperatura media de la Tierra podrá elevarse hasta dos grados y más, con efectos devastadores, durante el presente siglo?

En absoluto. La Conferencia no sólo no ha sido un éxito, como anhelaba la mayoría de la humanidad, sino que ha sido un estrepitoso fracaso. ¿Por qué?

Porque, en realidad, el éxito o el fracaso dependía, básicamente, de la actitud que adoptase Estados Unidos, ya que este país desarrollado emite el 25 % de los GEI y sólo asumiendo compromisos claros de reducción de emisiones, que no asumió, podía forzar la posición de China, la potencia emergente responsable de la emisión de otro 25 % de GEI, que tampoco quiso asumir ningún compromiso. De hacerlo el resto del mundo, responsable del otro 50 % de emisión de GEI, les habría secundado, unos, como la Unión Europea, facilmente, dada su disposición favorable, otros, especialmente algunos países emergentes, con mayores reticencias.

¿Ha quedado establecido, pues, que Estados Unidos ha sido el principal responsable del fracaso de la Conferencia?

Como era de esperar antes que reconocer la responsabilidad de Estados Unidos algunos, como el ministro de Energía y Medio Ambiente del Reino Unido, han preferido culpabilizar a China, o como la ministra de Medio Ambiente de España a Venezuela, Bolivia y otros países contestatarios, más la razón es tozuda y dificilmente se puede ocultar el hecho de que el presidente B. Obama actuó en la Conferencia no como el presidente de los estados unidos del mundo, que no es, aunque algunos casi llegaran a esperarlo, sino como el presidente de los Estados Unidos de América, que realmente es.

Pero si Estados Unidos es el principal responsable del fracaso de la Conferencia cabe también preguntarse, ¿por qué? ¿Cuáles son los motivos, las razones de la negativa de sus representantes a capitanear la lucha contra el calentamiento global y el cambio climático?

La respuesta para mí está clara: el sistema es el problema. En ninguna otra parte del mundo, ni siquiera en el Reino Unido, su cuna, el capitalismo liberal está más firmemente arraigado, así como su distopía cultural el “american way of life” (”el modo de vida americano”).

En Estados Unidos la clase económica y políticamente dirigente no está dispuesta a renunciar al modelo productivista y consumista a ultranza, a dar los primeros pasos, a hacer los primeros sacrificios, a pesar de la advertencia de fenómenos como el Katrina (al fin y al cabo sólo afectó a los pobres de Nueva Orleans) y, por lo tanto, tendrán que ser otros los que den los pasos que consideren oportunos.

Hay en Estados Unidos, en sus élites, una voluntad de rehusar la reforma del sistema, la refundación de la que se ha hablado en Europa o, no digamos, la búsqueda de posibles alternativas. Es ahí donde radica la dificultad.

Sin embargo, ha llegado la hora de producir reduciendo la emisión de GEI ; de producir sin sobreexplotar más los limitados recursos naturales del planeta; de producir sin ahondar más las desigualdades sociales e internacionales, cuestiones que conducen a formularse una última e inquietante pregunta, ¿conociendo la lógica del sistema, su avidez por la ganancia, es razonable esperar que esté dispuesto a afrontar de buena gana la resolución de semejantes retos?

Francisco Morote Costa – ATTAC Canarias

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