miércoles, 29 de febrero de 2012

Los negocios de los mayores productores de armas siguen viento en popa

Las ventas de armas y servicios militares por parte de los mayores productores de armamento –los integrantes del SIPRI Top 1001– continuaron en aumento en 2010, ascendiendo a un total de 411.100 millones de dólares, según los nuevos datos sobre producción internacional de armas dados a conocer hoy por el Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI).

Las ventas totales de armamento (incluyendo servicios militares) de las empresas que integran el SIPRI Top 100 mantuvieron su tendencia al alza en 2010, aunque sólo en un uno por ciento en términos reales, siendo pues mucho más lenta que en 2009. Durante el periodo desde el año 2002, el incremento acumulado ha sido del 60 por ciento en términos reales.

Una vez más, la lista la encabezan las empresas productoras de armas y servicios militares de América del Norte y Europa Occidental (pero no incluye las compañías radicadas en China). Las ventas de las 44 empresas con sede en Estados Unidos representaron más del 60 por ciento de todas las ventas de armas del Top 100 en 2010. Las 30 empresas con sede en Europa Occidental representaron otro 29 por ciento.
Así pues, la industria mundial de armamentos sigue estando altamente concentrada, y en ella los diez primeros productores acumulan el 56 por ciento del total, es decir, 230.000 millones de dólares, del total de las ventas de armas del Top 100.

"Los datos de 2010 demuestran, una vez más, la capacidad de los principales actores para seguir vendiendo armas y servicios militares a pesar de la crisis financiera que afecta en la actualidad a otras industrias", afirma la experta en industria armamentística del SIPRI Dra. Susan Jackson. "Por poner un ejemplo, la OshKosh Corporation tuvo un incremento de 156 por ciento en las ventas de armas en 2010 después de obtener el contrato de vehículos acorazados MRAP (Mine Resistant Ambush Protected). En otros casos, el cambio de tendencia no es tanto debido a la crisis financiera como a la retirada de las tropas extranjeras de Iraq y la consiguiente disminución, ya esperada, en las ventas de equipos.

El creciente mercado de los servicios militares
• Los datos de 2010 muestran un aumento continuo de las ventas de servicios militares, entre otros los sistemas de apoyo, formación, logística y mantenimiento, reparación y revisión. Veinte de las empresas del SIPRI Top 100 son principalmente proveedores de servicios militares.

• Las ventas combinadas de estas empresas militares aumentaron de 22.300 millones en 2002 a 55.000 millones en 2010, con un porcentaje de incremento del 147 por cien en términos reales. Por otra parte, como consecuencia de la subcontratación y el intercambio de tecnología militar, estos servicios desempeñarán un papel clave en las estrategias empresariales en un futuro previsible. • Además, un gran número de otras compañías de este Top 100 que no son empresas especializadas de servicios militares generan también ventas significativas de dichos servicios. Por ejemplo, en 2010, BAE Systems informó que el 48 por ciento de sus ventas totales (es decir, 15.800 millones de dólares) provenía del mercado de servicios. 

El incremento de ventas en 2010 ilustra cómo la industria de las armas está protegida contra amenazas financieras inmediatas y drásticas
La ampliación y consolidación de la industria armamentística reforzó aún más la posición de los 100 principales fabricantes de armas. Cabe destacar que el punto de entrada para su inclusión en el Top 100 pasó de 280 millones de dólares en ventas en 2002 a 640 millones en 2010.

Las estrategias comerciales habituales para estabilizar las actividades de producción de armas y servicios militares incluyen las adquisiciones de empresas de servicios con el fin de ampliar y profundizar los productos y servicios de las empresas. Dos casos de aumentos de ventas del Top 100 en 2010 debidos a adquisiciones de empresas ilustran claramente esta estrategia.

• Al incrementar sus ventas de armas de año en año en un 125 por ciento hasta 1.100 millones de dólares, Triumph entró en el Top 100 por primera vez tras la adquisición de Vought Aircraft.

• Babcock International aumentó sus ventas de servicios militares en un 40 por ciento gracias a los contratos conseguidos con la adquisición del VT Group.

La base de datos del SIPRI sobre la industria de armamentos
Esta base de datos del SIPRI2 se creó en 1989. Contiene datos financieros y de empleo de las empresas productoras de armas pertenecientes a la OCDE y los países en desarrollo (excepto China). Desde 1990, el SIPRI ha publicado datos de ventas de armas y empleo de las 100 empresas principales productoras de armas en su SIPRI Yearbook.

El SIPRI define la venta de armas como la venta de bienes y servicios militares a clientes militares, incluyendo tanto la venta a clientes nacionales como la venta a la exportación. 

NOTAS
El presente texto es el primero de una serie de tres, en los que presentará datos de importancia global, antes de la publicación del SIPRI Yearbook en junio de 2012. El 19 de marzo daremos a conocer datos de las transferencias internacionales de armamentos (detalles de todas las ventas, transferencias y donaciones internacionales de armas más importantes de 2010) y el 17 de abril lo haremos de los datos de gastos militares en todo el mundo (información completa sobre las tendencias mundiales, regionales y nacionales del gasto militar). Por último, en junio del presente año, se lanzará el SIPRI Yearbook 2012, con información y análisis de primera línea sobre el estado de las fuerzas nucleares en todo el mundo, la agenda de paz internacional y las medidas para el control de las armas de destrucción masiva).

Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI).
http://www.sipri.org/media/pressreleases/27-feb-2012-Business-as-usual-for-top-arms-producers

Traducción por S. Seguí
Rebelión

martes, 28 de febrero de 2012

Mala alimentación, peligro mundial

Roma y Sao Paulo. En Eldorado, una de las favelas más pobres y de nombre más engañoso en Brasil, niños de ocho años juegan futbol en un trozo de terreno que antes era conocido por las bandas de narcotraficantes y el hambre. Aunque su aspecto es saludable, no refleja la realidad. Terminado el juego, se reúnen en torno a un costal de plátanos, junto al pavimento.

“En la escuela les dan una comida completa a estos chicos cada día –explica Jonathan Hannay, secretario general de la Fundación Niños en Riesgo–, pero en las vacaciones vienen acá en ayunas, así que les damos plátanos: son llenadores, baratos, y estimulan el cerebro.”

La desnutrición solía estar muy extendida en Eldorado, pero nadie la veía. Hoy ha disminuido y, sobre todo, ya no está oculta. Como se ha vuelto visible, la gente hace algo al respecto.

Si los niños de Eldorado comen mejor hoy día, se lo deben en parte a José Graziano da Silva, quien encabezó la campaña oficial Hambre Cero, que ayudó reducir en más de 33 por ciento el hambre en el país más grande de América Latina. Ahora quiere aplicar en un ámbito extenso las lecciones aprendidas: recientemente asumió la titularidad de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Y tiene mejores probabilidades de éxito que sus antecesores, pues su nombramiento coincide con un viraje en la forma en que el mundo aborda el combate al hambre.

Gobiernos de varios países prestan hoy más atención a la nutrición. En 2010, donadores, asociaciones filantrópicas y empresas trazaron una nueva guía de políticas conocida como SUN (por las siglas en inglés de mejorar la nutrición). El Banco Mundial se ha sumado con un libro en el que llama a reubicar la nutrición como aspecto esencial del desarrollo.

El organismo internacional Save the Children habla de galvanizar a los dirigentes políticos en apoyo al esfuerzo. En el fondo de todo esto existe un cambio de ideas sobre la mejor forma de mejorar la nutrición, con menos énfasis en proporcionar alimentos y calorías adicionales y más en suministrar micronutrientes como hierro y vitaminas.

En las décadas de 1960 y 1970, poner fin al hambre y la desnutrición parecía relativamente fácil: se sembraba más. Si la cosecha fallaba, los países ricos enviaban comida. Pero la hambruna de 1984 en Etiopía mostró las fallas de ese sistema: fue un desastre de proporciones bíblicas en un país que disponía de alimentos. Fue un recordatorio de lo que el economista indio Amartya Sen había advertido durante mucho tiempo: que lo importante no es la oferta global de alimentos, sino el acceso individual a ellos.

Así pues, en la década de 1990 y principios de la de 2000 el énfasis cambió hacia ayudar a la gente a obtener comida, lo cual significaba reducir la pobreza y hacer más eficientes los mercados agrícolas. Entre 1990 y 2005 el número de personas que vivían con menos de un dólar al día en países pobres (paridad de poder de compra en 2005) se redujo un tercio, a 879 millones, o de 24.9 a 18.6% de la población mundial.
Sin embargo, el alza de precios de los alimentos en 2007-08 mostró que también ese enfoque tenía limitaciones. Los precios de muchos cultivos emblemáticos se duplicaron en un año. Millones padecieron hambre; el mundo sigue sin saber combatirla. Los expertos debaten cuántas personas fueron afectadas, pero el número debe de estar apenas por debajo de mil millones de 1990 a la fecha.

Aun cuando haya comida suficiente, las personas no parecen más saludables. Además de los mil millones sin calorías suficientes, otros mil millones están desnutridos en el sentido de que les faltan micronutrientes (lo que a menudo se llama hambre oculta). Y mil millones más lo están en cuanto comen demasiado y son obesos. Es un registro condenable: de una población mundial de 7 mil millones, 3 mil millones comen muy poco, muy mal o en demasía.

La mala nutrición atrae la atención ahora porque sólo recientemente se ha entendido a cabalidad el daño que causa. La miseria de la falta de calorías –vientres hinchados, miembros atrofiados, el letargo de la hambruna– es muy fácil de detectar, al igual que los desastrosos efectos de la obesidad. En contraste, los perjuicios de la nutrición inadecuada son velados, pero no menos escalofriantes.

Más de 160 millones de niños en países en desarrollo carecen de vitamina A; un millón mueren por debilidad del sistema inmune y cada año 500 mil se quedan ciegos. La deficiencia de hierro causa anemia, que afecta casi a la mitad de los niños en países en desarrollo y a más de 500 millones de mujeres, de las cuales más de 60 mil perecen cada año en el curso del embarazo. La deficiencia de yodo –que se cura con facilidad añadiéndolo a la sal– provoca que cada año 18 millones de bebés nazcan con discapacidad mental.
La desnutrición está asociada con más de un tercio de las muertes de niños y es el factor de riesgo más importante en muchas enfermedades (ver tabla). Uno de cada tres niños en el mundo está bajo de peso o de talla, síntomas clásicos de la desnutrición.

El daño que la desnutrición causa en los primeros mil días de vida es irreversible. Según una investigación publicada en la revista médica británica The Lancet, los niños desnutridos tienen menos probabilidades (en igualdad de circunstancias) de ir a la escuela y permanecer en ella, y más de tener dificultades académicas. En el curso de su vida ganan menos que sus pares mejor alimentados, tienen cónyuges más pobres y mueren más pronto.

Resulta paradójico que la desnutrición también llegue a causar obesidad en edades avanzadas. En el vientre materno y durante los primeros dos años, el cuerpo se ajusta a una dieta deficiente almacenando lo que puede en forma de grasa (como reserva de energía). Jamás pierde el metabolismo adquirido. Esto explica las astronómicas tasas de obesidad en países que han pasado de ser pobres a de ingreso medio. En México, por ejemplo, la obesidad era casi desconocida en 1980; ahora 30% de los adultos mexicanos son clínicamente obesos y 70% están pasados de peso. Esas tasas figuran entre las más altas del mundo, casi tan malas como en EU. India padece una epidemia de obesidad en las ciudades, pues la población ingiere hoy día más alimentos procesados y adopta estilos más sedentarios. Y con la obesidad llegarán nuevos padecimientos, como la diabetes y los males del corazón… como si India no tuviera ya suficientes enfermedades de que preocuparse.

La nutrición también atrae la atención a causa de algunos fracasos desconcertantes. En algunos países grandes, de manera notable India y Egipto, es mucho más elevada de lo que inducirían a suponer el crecimiento económico o las mejoras en la agricultura. El ingreso per cápita en India creció más de cuatro veces entre 1990 y 2010; sin embargo, la proporción de niños bajos de peso sólo se redujo en un 25%.

En contraste, aunque Bangladesh tiene la mitad de la riqueza de India y su ingreso per cápita se elevó más de tres veces en el mismo periodo, su proporción de niños bajos de peso se redujo en una tercera parte y ahora está por debajo de la de India. En Egipto el valor agregado agrícola por persona subió más de 20% en 1990-2007, pese a lo cual se elevaron tanto la desnutrición como la obesidad, combinación extremadamente inusitada.

La buena noticia es que invertir en mejorar la nutrición puede ser asombrosamente redituable. Solucionar las deficiencias de micronutrientes es barato: los suplementos vitamínicos cuestan casi nada y rinden beneficios de por vida. Cada dólar erogado en promover el amamantamiento en los hospitales produce ganancias de entre 5 y 67 dólares. Y cada dólar empleado en dar hierro suplementario a las embarazadas genera entre 6 y 14 dólares. Ningún otro gasto en políticas de desarrollo ofrece tan buenos rendimientos.

En 2008, como parte de un proyecto llamado consenso de Copenhague, ocho economistas galardonados enlistaron los proyectos que en su opinión tendrían mayores beneficios (disponían de un fondo imaginario de 75 mil mdd para gastar). La mitad de sus propuestas se referían a la nutrición.

Si la desnutrición causa tanto daño y las acciones para combatirla son baratas y efectivas, ¿por qué apenas ahora se toma en serio esta aflicción? Algunos países la han enfrentado con éxito. Brasil redujo en 0.7% al año el número de personas bajas de peso entre 1986 y 1996, y el de las bajas de talla en 1.9% al año. Bangladesh redujo ambas tasas en 2% al año entre 1994 y 2005.

Pero en muchos países el problema del hambre oculta está escondido hasta para las propias víctimas, así que no hay presión para cambiar. Si en un poblado todos están mal nutridos, la alimentación deficiente se vuelve la norma y todos la aceptan. Eso puede explicar también la renuencia de personas pobres y mal alimentadas a gastar más en comida, pues prefieren comprar televisores o realizar bodas fastuosas. Al preguntar por sus preferencias de gasto, un agricultor marroquí mal nutrido dijo a Abhijit Banerjee y Esther Duflo, del grupo de estudio Laboratorio de Acción sobre la Pobreza: Ah, pero la televisión es más importante que la comida.

La educación puede contribuir al cambio de actitudes persuadiendo a las personas de los beneficios de mejorar la dieta, aunque cueste más. Pero pobladores de países ricos consumen grandes cantidades de comida chatarra sabiendo perfectamente que es nociva; no es realista esperar que los consumidores de países pobres se comporten de otro modo. De ahí la idea de hacer el bien de modo subrepticio.

HarvestPlus, un grupo de investigación, cultiva productos emblemáticos con nutrientes adicionales y distribuye estas semillas bioforticadas. En Nigeria lanzó una variedad de melón rica en vitamina A en 2011; este año llevará maíz enriquecido con vitamina A a Zambia, y frijoles y mijo ricos en hierro a Ruanda e India. Algunas compañías hacen algo similar con los alimentos procesados: las galletas Biskuat, de Kraft (que se venden en Indonesia) tienen nueve vitaminas y seis minerales adicionados.

Con todo, ni la educación ni los alimentos fortificados derribarán el obstáculo más formidable para una mejor nutrición, que es la complejidad misma de la tarea. Algunos problemas del desarrollo son relativamente simples. Se puede mejorar la educación construyendo escuelas y contratando maestros; la nutrición no es igual.

En muchos países los estándares nutricionales varían según la estación. A menudo tanto la cantidad como la calidad del alimento disminuyen en forma alarmante en los meses previos a la cosecha principal. También dentro de los hogares varía la nutrición: las madres comen menos en los tiempos de vacas flacas para dejar más para los hijos mayores, lo cual daña al lactante. La cultura se añade al problema: en el Bangladesh rural un intento de mejorar la nutrición educando a las madres jóvenes resultó contraproducente, porque quienes dictaban la dieta familiar no eran las mamás, sino las suegras.

Y la nutrición se puede mejorar de muchas formas, entre ellas una mejor sanidad, que reduce las enfermedades intestinales y permite a las personas absorber más nutrientes; invertir en la agricultura en pequeña escala, para dar más variedad a la dieta; vacunar a los niños para prevenir enfermedades; educar a las mujeres para que amamanten más tiempo a sus hijos y así mejoren su sistema inmune.

Marie Ruel, del Instituto Internacional de Investigación sobre Política Alimentaria, en Washington, enumera algunas tareas concretas: enfocarse en los primeros mil días de vida (incluido el embarazo), aumentar los programas de salud materna y la enseñanza de buenas prácticas de alimentación; concentrarse en los pobres; evaluar y dar seguimiento al problema.

Todo esto implica que un esfuerzo exitoso por mejorar la nutrición tiene que oprimir todos los botones al mismo tiempo.

El proyecto Hambre Cero de Brasil consta de 90 programas separados, manejados por 19 ministerios. Abarca desde un esquema de transferencia condicionada de recursos, llamado Bolsa Familia, hasta proyectos de riego y ayuda a los pequeños agricultores. Semejante esfuerzo es difícil de organizar y no puede funcionar sin apoyo de los políticos. Reducir la mala nutrición requiere de paladines poderosos que sepan cómo lograr resultados a todo lo ancho del aparato gubernamental, evitar el lenguaje grandilocuente y terminar la historia, expresa Lawrence Haddad, director del Instituto de Estudios del Desarrollo.

De ahí la importancia de Graziano, el nuevo jefe de la FAO. El interés por mejorar la nutrición es cada vez mayor, al igual que la alarma ante los fracasos sufridos hasta ahora en el combate a la mala nutrición. No le resultará fácil cortejar a los países para emprender un esfuerzo grande, de base amplia. Los gobiernos son renuentes al cambio y quieren pruebas claras.

Y así como el daño de la mala nutrición se acumula en el curso de la vida, también una mejor nutrición sólo revela sus beneficios a lo largo de muchos años, a medida que madres mejor alimentadas transmiten buena salud a niños mejor alimentados.

En una reciente conferencia de la FAO, se escuchó a alguien comentar que en este momento los nutricionistas están en una posición similar a los de los ambientalistas en la década de 1990. Es algo deprimente, porque significa que el avance será lento; pero es alentador, porque el avance llegará, a final de cuentas.

Economist Intelligence Unit (EIU)
La Jornada

sábado, 25 de febrero de 2012

Dos continentes contra el neoliberalismo

Desde América Latina observamos con preocupación los derroteros que va tomando la crisis económica y política europea, y estamos esperanzados en las respuestas que van dando, y seguramente darán, los diversos pueblos con la convicción de que el futuro de los de abajo de ambos continentes tendrá mucho en común.

En diferentes periodos históricos (durante la década de 1990 en América del Sur, luego de 2008 en Europa), el capital financiero lanzó brutales y miserables ofensivas para arrebatar a los de abajo conquistas históricas, empujando a los sectores populares a situaciones de sobrevivencia en condiciones de dominación. Es necesario considerar que esto no es un desvío ni un error del sistema, sino el modo cada vez más habitual en que el capital se comporta en esta etapa de decadencia, que será prolongada, porque busca arrastrarnos a todos a la ruina para alargar su agonía.

Los pueblos sudamericanos hemos conseguido plantarle cara al modelo neoliberal. Aunque no conseguimos derrotarlo completamente, fue posible por lo menos deslegitimar sus aristas privatizadoras y crear una nueva relación de fuerzas que nos permite mirar el futuro con mayor esperanza. Lo que sigue son apenas apuntes y reflexiones sobre cómo fue posible dar aquellos pasos, sin la menor pretensión de indicar o sugerir lo que los demás deben hacer.

El tiempo es la primera dimensión a tener en cuenta. La resistencia contra el modelo demandó un largo periodo para poder comprender lo que estaba sucediendo y, sobre todo, para adecuar las fuerzas sociales a la nueva realidad. Muchas de las viejas formas de lucha se revelaron inadecuadas o insuficientes a la hora de enfrentar los nuevos desafíos. Pero esa dimensión temporal requiere no sólo miradas hacia delante, que nos permitan imaginar cómo avanzar, sino también mirar hacia atrás para recuperar las mejores tradiciones que, naturalmente, no pueden ser reproducidas sin más.

La segunda cuestión es que el capital es insaciable e incontenible. Nunca se da por satisfecho y siempre quiere más. No se conformará con ese brutal 30 por ciento que arrancó a los salarios de los funcionarios griegos. La rapiña es su modo de ser y no entiende otro lenguaje. No tiene freno y sólo entiende el lenguaje de la fuerza: tanto la que utiliza para imponer sus deseos como la que es capaz de hacerlo retroceder.

En la experiencia sudamericana, fue la irrupción de la gente en los espacios públicos lo que forzó un cambio, ya que deslegitimó a las autoridades que defendían el modelo. Pero hay algo más. No sólo se consiguió la caída sucesiva de gobiernos, sino el derrumbe del viejo sistema político. En Ecuador, en Bolivia, en Venezuela y en Perú las fuerzas políticas que alcanzaron el gobierno no existían dos décadas atrás. En otros países de la región fuerzas que nunca habían gobernado ocuparon los palacios presidenciales.

En lo relativo a la revuelta, que de eso se trata, conviene hacer algunas matizaciones. No se trató sólo de hechos puntuales, por importantes que fueran, sino de procesos. El caracazo de 1989, respuesta a un paquete de ajuste estructural, fue la primera gran revuelta anti neoliberal. Luego hubo decenas de sucesos similares hasta la segunda guerra del gas en Bolivia, en 2005. Pero esos grandes hechos se inscribieron en ciclos de luchas relativamente prolongados que consiguieron introducir un palo en la rueda de la gobernabilidad neoliberal, anclada en el autoritarismo y la represión.

Como hacía notar un jornalero días atrás en Écija (Sevilla), no habrá cambios sin que la gente se lance a la calle, ya que sólo en el espacio público es posible descarrilar el modelo. No se trata de un capricho de revoltosos, sino de algo mucho más profundo: la gobernabilidad neoliberal exige orden para lubricar la acumulación que fue bloqueada impidiendo la circulación de mercancías. No es un orden para el Estado, como el de las dictaduras, sino un orden para el capital, que es lo que caracteriza a las democracias electorales.

Por eso cada vez que se sienten con el agua al cuello, como los patéticos gobernantes griegos, tan parecidos a los Menem y los Fujimori, sólo atinan a llamar a elecciones para renovar su imposible legitimidad. En el caso sudamericano sucedieron dos hechos: en algunas consultas electorales se registró una avalancha de votos blancos y nulos, sobre todo allí donde quienes podían ganar representaban más de lo mismo. En otros casos, cuando la gobernabilidad quedaba hecha trizas y los defensores del modelo se batían en retirada, aparecieron nuevas configuraciones políticas para sustituir a las viejas dirigencias.

Este es uno de los aspectos más controvertidos. Es evidente que no alcanza con llevar a palacio a políticos diferentes, aunque hayan nacido abajo. Pero no debemos dar por sentado que los partidos y fuerzas políticas históricas (socialistas y comunistas, pero también anarquistas) serán quienes resolverán esta crisis luego de que las derechas sean barridas del poder. No es esa, por lo menos, la configuración política posneoliberal en Sudamérica.

El punto nodal está en otra parte. Si los de abajo, organizados en movimientos, han sido capaces de construir espacios e imaginarios suficientemente potentes, el ciclo de luchas no se termina con el recambio gubernamental, incluso cuando ocupan los sillones personas que provienen de esos movimientos. Como los cambios no dependen de personas, sino de relaciones de fuerza, el papel de los movimientos es decisivo tanto en la dispersión del modelo como en la recomposición de algo diferente.

En todo caso, la vida nos seguirá dando sorpresas. Esto recién empieza y el 15M aún no cumplió su primer año. No sería nada extraño, observando la rapidez de los hechos, que los de abajo nos sorprendan una vez más, como sucedió en 1936 en España, cuando se lanzaron a las calles para frenar el golpe de Estado de Franco, escribiendo una de las más bellas páginas de la historia popular. La historia nunca se repite, pero deja enseñanzas que no deberíamos desestimar.

Raúl Zibechi
La Jornada

sábado, 18 de febrero de 2012

"Son pobres, no producen y carecen de máquinas"

Un cuarto de mundo sin alimentos.

Esta es la nueva contradicción global de la humanidad en busca de su alimento: el mercado malordenando la satisfacción de una necesidad básica. En esta nota se reflexiona sobre la tierra y las formas de producción, de los cazadores y recolectores, de las ansias guerreras, de las pestes y las nuevas máquinas. En síntesis, un didáctico panorama histórico preparado por el especialista Enrique Martínez.

Los seres humanos comenzaron a alejarse de su condición de cazadores y recolectores hace unos 12.000 años. Fue entonces cuando debutaron la agricultura y la ganadería, como actividades progresivamente centrales para asegurar la alimentación de una comunidad.

Los estudiosos de varias disciplinas hoy acuerdan que hubo cuatro centros principales y dos secundarios en que se comenzó a trabajar la tierra y desde allí se diseminó la práctica al resto del mundo. Los cuatro primeros fueron Siria-Palestina, el sur de México, el norte de China y Papua-Nueva Guinea. Los otros dos se ubican en los Andes peruano-ecuatoriano y en la cuenca media del Mississipi en Estados Unidos.

En todos los casos, el origen fue la escasez de caza y de leña provocada por la presión creciente de la población sobre el medio.

Desde allí, hasta el siglo XVI, toda la evolución de la humanidad tuvo como limitante casi central su capacidad de producir alimentos para toda la población. Los imperios –griego, romano o toda potencia hegemónica posterior– ocuparon territorios en buena medida por su capacidad de someterlos a la producción de alimentos para exportar a las metrópolis. La existencia de las ciudades implicó que sus habitantes debían ser abastecidos por excedentes de la producción de los que vivían en el campo, lo cual planteó límites concretos a su crecimiento y exacerbó las ansias guerreras para conquistar otras tierras.

En todo ese largo período, los aumentos de productividad de la tierra se debieron básicamente a:

-Diseño de herramientas simples que permitían eliminar las malezas y sembrar las semillas.
-Pasaje de la tracción humana al uso de animales.
-Utilización de las deyecciones animales para recuperar la fertilidad de suelos sembrados antes con cereales.
-Ciclos de rotación que fueron achicando progresivamente la fracción de tierra que se dejaba ociosa hasta eliminarla por completo.

Acumulativamente, estos cambios –a lo largo del tiempo– apenas triplicaron la productividad de la tierra, aunque requirieron bastante menos personas ocupadas. Una evolución tan lenta hizo que hubiera defasajes importantes entre oferta y demanda de alimentos. La crisis más seria –aunque de ninguna manera la única– se produjo en el siglo XIV donde el hambre y luego las pestes asociadas redujeron la población europea en un 50%, llevándola a los niveles del siglo X.


El capitalismo agrario

En el siglo XVI, como se dijo, se generalizó en Europa y en su área de influencia el uso de tracción animal, la fertilización con guano, el mejor riego donde fuera posible y la rotación con utilización plena de la tierra.

Aparecieron así los excedentes. No en todo lugar ni todo el tiempo, ya que persistieron algunas hambrunas, pero con frecuencia muy declinante.

Con los excedentes apareció la posibilidad de liberar el crecimiento de las ciudades y disminuir progresivamente la población aplicada a la agricultura. París era la ciudad más grande de Europa en el siglo XIII y tenía 100.000 habitantes que podían ser atendidos por la cuenca triguera y ganadera de alta productividad relativa que la rodeaba.

Con los excedentes, también apareció el negocio en gran escala; casi diríamos el capitalismo agrario, donde el acopio de tierras y los empleados asalariados constituyeron una nueva forma de producción en reemplazo de la producción de subsistencia, fuertemente comunitaria.

Sin embargo, sólo a fines del siglo XIX –cuando llegó la selección genética, el uso de fertilizantes sintéticos y el tractor y cosechadora a motor– se dispuso de una tan alta productividad que presentó la primera crisis ya no por falta sino por exceso de alimentos. Como ya no se producía principalmente para el consumo local sino para el mercado, apareció el primer derrumbe generalizado de precios de toda la historia humana.

Desde entonces, la tecnología siguió aumentando la productividad, aunque el efecto fue mayor en la reducción del trabajo necesario, antes que en el aumento de los rendimientos por hectárea. Se desplazó más y más gente hacia las ciudades –sobre todo por falta de demanda laboral en el campo–, convirtiéndose en consumidores absolutos, que no producen proporción alguna de su alimento.


Calidad de vida por encima del lucro

Después de tan largo camino, hoy la humanidad se enfrenta a una situación con algunos rasgos inéditos: hay varios países ricos con déficit de alimento, por sus condiciones naturales y su muy alta urbanización, que salen a buscar tierras en otros continentes para asegurar su consumo. No es conquista armada, pero es dominio económico en la globalización.

Hay muchos otros países, que albergan más de 2.000 millones de personas, que son pobres y además no producen suficientes alimentos, porque allí no llegó buena parte del avance tecnológico del último siglo. Esos países son incentivados a especializarse en productos de exportación para los países ricos y así cubrir sus necesidades básicas con las divisas que esas ventas generan. No saben ni pueden –diría: no se les permite– organizarse para producir en su lugar lo que necesitan. Para ello hace falta quien les transfiera tecnología y eso no forma parte de la lógica del capitalismo global. Esto vale hasta para fracciones de territorio de países exportadores fuertes de alimentos, como el nuestro.

Esta es la nueva contradicción global de la humanidad en busca de su alimento. El mercado mal ordenando la satisfacción de una necesidad básica y nada en la historia para aprender, salvo poner la calidad de vida de la comunidad por encima del lucro.

Enrique Martínez. Presidente del INTI (Instituto Nacional de Tecnología Industrial)

jueves, 16 de febrero de 2012

Los griegos, los bancos y los espíritus animales

De nuevo la población griega está en las primeras planas de los medios del mundo. El plan de austeridad aprobado por su Parlamento ha desatado generalizadas muestras de rechazo que, sin embargo, no han impedido que las exigencias de la troika infernal (FMI, Banco Central Europeo y Consejo de Ministros de Europa) se impongan. Para la troika importa que los políticos griegos firmen su acuerdo con estas medidas y otras adicionales, aceptando que se aplicarán, independientemente de quien resulte ganador en las próximas elecciones.
 
El gobierno alemán, apoyado por el resto de gobiernos de la eurozona, forzó la renuncia del gobierno de Papandreou, luego impuso a un gobernante salido de la tecnocracia del dinero, y ahora obliga a que la decisión de los electores no pueda modificar la política griega. En la cuna de la democracia occidental mandan los mercados y los gobernantes que los protegen, por encima de los ciudadanos. Para esta alianza política, en la que predominan los intereses de los grandes inversionistas, la prioridad es la salud de los bancos.

A la información sobre el contenido específico de estos planes en la vida cotidiana de un griego (que en el caso de un profesor de secundaria ha significado que su sueldo se redujera en promedio de mil 325 euros mensuales hace dos años a mil 50 antes de este último plan de austeridad, además de aumentos importantes en los impuestos pagados que lo reducen aún más), se agrega el dato de que en el cuarto trimestre de 2011 el PIB cayó 7 por ciento, mostrando un empeoramiento importante ya que en el tercer trimestre el dato negativo fue de 5 por ciento. En términos anuales esto significa que la contracción de -6 por ciento en 2010, habrá aumentado a -6.8 en 2011.

El impacto de esta contracción en el empleo y en los ingresos de la población está siendo brutal. La última medición da cuenta de una tasa de desempleo de 21 por ciento y una caída de los ingresos medios de 35 por ciento, que se agravará con el nuevo plan. Los dirigentes europeos han desdeñado el planteo de Helle Thorning-Schmidt, primera ministro de Dinamarca, que advirtió que la gente está dispuesta a hacer sacrificios, pero no a ser sacrificada. Los griegos están siendo sacrificados para que los bancos y sus principales accionistas se mantengan vivos, con el argumento de que su funcionamiento es indispensable para la economía.

Dos años de castigo a la población griega, más otros cuatro o cinco para que se recupere la economía, ha dado tiempo para que los banqueros eviten las pérdidas que pudieran ocasionarles la reducción del valor de sus activos crediticios con Grecia. Compraron seguros contra el riesgo de no pago de estos créditos, han recibido financiamiento barato y de mediano plazo por parte del BCE, de modo que las eventuales pérdidas ya han sido provisionadas. También se han preparado para la eventualidad de que Grecia se vea obligada a abandonar la moneda común, elevando significativamente los intereses de la deuda de países con mayor relación deuda/PIB.

La insensibilidad de los dirigentes europeos parece inexplicable. La tozudez alemana con el control de las finanzas públicas es equivalente a la de los republicanos estadunidenses. No se trata, por supuesto, de ignorancia sobre los impactos sociales de sus exigencias. Se privilegia una explicación económica en la que la racionalidad económica es fundamental. Sin embargo, como ha demostrado contundentemente esta larga crisis, la racionalidad económica no puede explicar el funcionamiento real de los mercados.

Para explicarla se requiere incorporar aquello de lo que hablaba Keynes, los espíritus animales de quienes gobiernan, de banqueros y, naturalmente, también de las poblaciones. Ignorarlos está sacrificando no sólo a los griegos, sino a la posibilidad de construir un mundo en el que la humanidad avance en la lucha contra la desigualdad. Un mundo en que el que importe más el 99.99 por ciento de la población y no el 0.01 por ciento.

Orlando Delgado Selley
La Jornada

domingo, 5 de febrero de 2012

La "era de la declinación de EU" y el "caos global" que viene, según Brzezinski

El connotado geoestratega Zbigniew Brzezinski, quien fue asesor de Seguridad Nacional del presidente James Carter y es íntimo de Obama, anda muy nervioso (con justa razón) –artículo en DeDefensa.org (La cólera de Brzezinski, 15/12/11)– expresa cosas muy interesantes que nadie se atreve a decir en la cúpula del poder en Estados Unidos, hoy en franca decadencia, y que aborda en su próximo libro: Visión estratégica: EU y la crisis del poder global, sintetizado en un artículo para Foreing Policy (diciembre 2011 /enero 2012, Después de EU: ¿cómo se ve el mundo en la era del declive estadunidense peligrosamente inestable?).
 
Mas allá de que la condescendiente visión del mundo de Zbigniew Brzezinski provenga de la otrora superpotencia unipolar, su abordaje, aunque ultrarreduccionista (muy parecido al síndrome Sansón: me caigo pero los demás se caen conmigo), es muy significativo, porque representa la asimilación de la triste realidad por la que atraviesa Estados Unidos de parte de un sector muy influyente de los hacedores de su política exterior.

De los supuestos 4 mil millones de años que lleva de vigencia el planeta y los alrededor de 5 millones desde la aparición del ser humano (de los cuales solamente cuenta con 6 mil años de presunta civilización), Estados Unidos únicamente tiene un magro historial de 236 años. La vida humana, con o sin civilización, ha transcurrido la mayor parte del tiempo sin la existencia y/o participación de Estados Unidos. Este dato trascendental se le pasa totalmente por alto a Brzezinski quien juzga que la declinación de Estados Unidos desembocará ineluctablemente en el caos global, lo cual es sumamente discutible.

Cita que no hace mucho, un funcionario chino de alto rango –seguro de la inevitable decadencia de Estados Unidos y el ascenso de China– deseaba que el declive de Estados Unidos no ocurriese tan rápido.

Afirma que si Estados Unidos se tambalea, el mundo es improbable (sic) que sea dominado por un único sucesor prominente, ni siquiera China. La moneda está en el aire y, según parece, todo dependerá del grado cualitativo del descenso de Estados Unidos y el ascenso de China, lo cual determinará la nueva correlación global de fuerzas.

Considera que la incertidumbre internacional, la tensión incrementada entre los competidores globales y aun el pleno caos serán de lejos (sic) los epílogos más probables. Quizá este escenario suceda en la fase de ajuste del finiquito del caduco orden unipolar al incipiente nuevo orden multipolar, lo cual, como ha sucedido en etapas similares de la humanidad, tomará su tiempo de ajuste, en donde emergerán los correlatos de la nueva supremacía.

Mi tesis anterior versaba en un reducido orden hexapolar –Estados Unidos, Unión Europea y el BRIC (Brasil, Rusia, India y China)–, pero el desempeño europeo ha sido decepcionante, y probablemente nos dirijamos más bien hacia un orden pentapolar, sin la Unión Europea, al borde de la balcanización, ni Japón, sobredimensionada por los geoestrategas anglosajones.

Zbigniew Brzezinski aduce que otra crisis financiera masiva de Estados Unidos produciría una reacción vertiginosa en cadena llevando a un desorden económico y político global. De nuevo la obsesión con el síndrome Sansón, que elimina la posibilidad de regeneración del resto del mundo.

Arguye que una deriva continua de Estados Unidos a un decaimiento expansivo o la ampliación de una guerra sin fin (¡súper sic!) con el islam (sic) sería improbable que produzca, aun en 2025, a un sucesor global efectivo. Aquí Brzezinski se equivoca: el mundo no pasará, ni lo desea, de la unipolaridad de Estados Unidos a otra unipolaridad, como por ejemplo la de China. El mundo es ya multipolar (ver el libro El híbrido mundo multipolar: un enfoque multidimensional, Orfila, 2010) y los dolorosos ajustes serán multivectoriales.

Le asiste la razón cuando sentencia que ningún poder único estará listo entonces a ejercer el papel que el mundo, a la caída de la URSS en 1991, esperaba que Estados Unidos jugaría: líder de un nuevo orden mundial globalmente cooperativo. La desgracia es que el unilateral belicismo global de Baby Bush dilapidó toda la esperanza que el mundo había invertido en Estados Unidos para reordenar con mayor justicia la vida en el planeta. Estados Unidos, al contrario, pretendió adueñarse del mundo entero mediante su bárbara globalización.

Vaticina que ocurra con mayor probabilidad una fase prolongada de alineamientos inconclusos tanto del poder global como regional, sin grandes (sic) vencedores y muchos más perdedores, en un entorno internacional de incertidumbre y de riesgos potencialmente fatales al bienestar global.

No puede haber mayores perdedores en el incipiente orden multipolar, que los que hubo en el caduco orden unipolar donde Estados Unidos fue el único gran vencedor y el resto del mundo fue orillado al parasitario papel de eterno derrotado.

La cosmogonía futura de Zbigniew Brzezinski es fatalista: más que un mundo donde los sueños de democracia florezcan, puede advenir un mundo hobbesiano de seguridad nacional mejorada (sic) basada en fusiones variadas de autoritarismo, nacionalismo y religión. ¿No es acaso el choque de civilizaciones que abogó su ex asociado Samuel Huntingon desde 1993, en pleno paroxismo de la unipolaridad de Estados Unidos y su tóxica globalización?

Mientras que unos avizoran regionalismos creativos (v.gr. Unasur), Zbigniew Brzezinski apuesta implícitamente a la balcanización global, lo cual también es muy discutible. Es evidente que por imperativos geopolíticos la dupla anglosajona (Estados Unidos y Gran Bretaña) busque la balcanización de sus adversarios geoeconómicos con el fin de prolongar estérilmente el caduco orden unipolar. Los regionalismos creativos en todos los rincones del planeta pueden constituir el óptimo antídoto para descarrilar los planes aviesos de la balcanización global.

Un tanto despectivamente, define a los “lideres de las potencias mundiales de segundo rango (se infiere que China se encuentra en el primer rango, pero, obviamente, debajo de Estados Unidos): India, Japón (sic), Rusia y algunos (sic) países europeos, quienes ya están evaluando el impacto potencial de la declinación de Estados Unidos para sus intereses nacionales respectivos. Vuelve a sobredimensionar a Japón, a quien coloca absurdamente por delante de Rusia (a quien por fin se digna clasificar), mientras desprecia a Brasil.
Maneja dos conceptos (a discutir en artículos ulteriores): 1) Las ocho especies geopolíticas en vías de extinción (Georgia, Taiwán (sic), Corea del Sur (sic), Belarús, Ucrania, Afganistán, Pakistán, Israel (¡súper sic!) y el gran Medio Oriente); y 2) El peligro de la asociación estratégica de Estados Unidos con México (¡súper sic!).

A mi juicio, más que manejar el síndrome Sansón en forma determinista, los geoestrategas de Estados Unidos deberán admitir con humildad y resignación (lo cual no es fácil para una superpotencia acostumbrada a la arrogancia unilateral) y adaptarse a la tesis del ex presidente Clinton, quien formuló que Estados Unidos tiene la capacidad de posicionarse como “primum inter pares” (el primero entre iguales), lo cual, a mi juicio, pudiera representar la matriz operativa para asentar el nuevo orden multipolar y así evitar el caos global. Porque también es cierto que ninguno de los grandes actores multipolares exhibe la capacidad de liderazgo global que posee Estados Unidos, quien por desgracia lo ha usado para sus fines egoístas y plutocráticos.

Alfredo Jalife-Rahme
La Jornada

sábado, 4 de febrero de 2012

El año de todos los peligros

¿Será 2012 el año del fin del mundo? Es lo que vaticina una leyenda maya que incluso le pone fecha exacta al apocalipsis: el 12 de diciembre próximo (12-12-12). En todo caso, en un contexto europeo de recesión económica y de grave crisis financiera y social, los riesgos no escasearán este año, que verá además elecciones decisivas en Estados Unidos, Rusia, Francia, México y Venezuela.

Pero el principal peligro geopolítico seguirá situándose en el Golfo Pérsico.¿Lanzarán Israel y Estados Unidos el anunciado ataque militar contra las instalaciones nucleares iraníes? El gobierno de Teherán reivindica su derecho a disponer de energía nuclear civil. Y el presidente Mahmud Ahmadineyad ha repetido que el objetivo de su programa no es en absoluto militar; que su finalidad es simplemente producir energía eléctrica de origen nuclear. También recuerda que Irán firmó y ratificó el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), mientras que Israel nunca lo hizo. 

Por su parte, las autoridades israelíes piensan que no se debe esperar más. Según ellas, se acerca peligrosamente el momento en que el régimen de los ayatolás dispondrá del arma atómica, y a partir de ese instante ya no se podrá hacer nada. El equilibrio de fuerzas en Oriente Próximo se habrá roto, e Israel ya no gozará de una incontestable supremacía militar en la región. El gobierno de Benjamín Netanyahu estima que, en esas circunstancias, la existencia misma del Estado judío estaría amenazada. 

Según los estrategas israelíes, el momento actual es tanto más propicio para golpear cuanto que Irán se encuentra debilitado. Tanto en el ámbito económico, a causa de las sanciones impuestas desde 2007 por el Consejo de Seguridad de la ONU, basadas en informes alarmantes del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), como en el contexto geopolítico regional, porque su principal aliado, Siria, a causa de la violenta insurrección interna, se halla imposibilitado de prestarle una eventual ayuda. Y esta incapacidad de Damasco repercute en otro socio local iraní, el Hezbolá libanés, cuyas líneas de aprovisionamiento militar desde Teherán, han dejado de ser fiables. 

Por estas razones, Israel desea que el ataque se lleve a cabo cuanto antes. En aras de preparar el bombardeo, ya hay infiltrados en Irán, efectivos de las fuerzas especiales. Y es muy probable que agentes israelíes hayan concebido los atentados que, estos dos últimos años, causaron la muerte de cinco importantes científicos nucleares iraníes. 

Aunque Washington acusa igualmente a Teherán de estar llevando a cabo un programa nuclear clandestino para dotarse del arma atómica, su análisis a propósito de la oportunidad del ataque es diferente. Estados Unidos está saliendo de dos decenios de guerras en esa región, y el balance no es halagador. Irak ha sido un desastre y ha quedado finalmente en manos de la mayoría chií, la cual simpatiza con Teherán... En cuanto al lodazal afgano, las fuerzas estadounidenses se han mostrado incapaces de vencer a los talibanes, con los cuales la diplomacia norteamericana ha tenido que resignarse a negociar antes de abandonar pronto el país a su destino. 

Estos costosos conflictos han debilitado a Estados Unidos y revelado a los ojos del mundo los límites de su potencia y su incipiente declive histórico. No es hora de nuevas aventuras. Menos en un año electoral en el que el presidente saliente, Barack Obama, no tiene la certeza de ser reelegido. Y cuando todos los recursos están siendo movilizados para combatir la crisis y reducir el desempleo.

Por otra parte, Washington está tratando de cambiar su imagen en el mundo árabe-musulmán, sobre todo después de las insurrecciones de la “primavera árabe” del año pasado. De cómplice de dictadores –en particular del tunecino Ben Alí y del egipcio Mubarak– desea ahora aparecer como mecenas de las nuevas democracias árabes. Una agresión militar contra Irán, en colaboración además con Israel, arruinaría esos esfuerzos y despertaría el antinorteamericanismo latente en muchos países. Sobre todo en aquellos cuyos nuevos gobiernos, precisamente surgidos de las revueltas populares, están dirigidos por islamistas moderados.

Una importante consideración complementaria: el ataque contra Irán tendría consecuencias no sólo militares (no se puede descartar que algunos misiles balísticos iraníes alcancen el territorio israelí o consigan golpear las bases norteamericanas de Kuwait, Bahréin u Omán) sino, sobre todo, económicas. La réplica mínima de Irán a un bombardeo de sus sitios nucleares consistiría, como sus responsables militares no cesan de prevenir, en el bloqueo del estrecho de Ormuz. Cerrojo del Golfo Pérsico, por él pasa un tercio del petróleo del mundo y unos 17 millones de barriles de crudo cada día. Sin ese aprovisionamiento, los precios de los hidrocarburos alcanzarían niveles insoportables, lo cual impediría la reactivación de la economía mundial y la salida de la recesión.

El Estado Mayor iraní afirma que “nada es más fácil de cerrar que ese Estrecho” y multiplica las maniobras navales en la zona para demostrar que está en condiciones de llevar a cabo sus amenazas. Washington ha respondido que el bloqueo de la vía estratégica de Ormuz sería considerado como un “caso de guerra”, y ha reforzado su V Flota que navega por el Golfo.

Es muy improbable que Irán tome la iniciativa de ocluir el paso de Ormuz (aunque siempre podría intentarlo en represalias a una agresión). En primer lugar porque se daría un tiro en un pie, ya que exporta su propio petróleo por esa vía, y que los recursos de esas exportaciones le son vitales. 

En segundo lugar porque dañaría a algunos de sus principales socios, quienes le apoyan en su conflicto con Estados Unidos. Principalmente China, cuyas importaciones de petróleo, que alcanzan un 15%, proceden de Irán; y su eventual interrupción paralizaría parte de su aparato productivo. 

Las tensiones están pues al rojo vivo. Las cancillerías del mundo observan minuto a minuto una peligrosa escalada que puede desembocar en un gran conflicto regional. Se verían implicados en él no sólo Israel, Estados Unidos e Irán, sino también otras tres potencias de Oriente Medio: Turquía, cuyas ambiciones en la región vuelven a ser considerables; Arabia Saudí, que sueña desde hace decenios con ver destruido a su gran rival islámico chií; e Irak, que podría romperse en dos partes, una chií pro-iraní, y otra suní pro-occidental.

Asimismo un bombardeo de los sitios nucleares iraníes causará una nube radiactiva nefasta para la salud de todas las poblaciones de la zona (incluidos los miles de militares estadounidenses y los habitantes de Israel). Todo ello conduce a pensar que si los belicistas están alzando con fuerza la voz, el tiempo de la diplomacia aún no ha terminado. 

Ignacio Ramonet
Le Monde Diplomatique